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I BUDISMO - Web del Profesor

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Budismo y dzogchén 6<br />

o <strong>del</strong>usión que consistía en ignorar la insubstancialidad de todos los sujetos y objetos y, por<br />

ende, la verdadera y única naturaleza de todos ellos; usando como símbolo de dicha<br />

naturaleza la plenitud <strong>del</strong> continuo que, para las teorías físicas más recientes, es el universo,<br />

podría decirse que, al sentirse separado de dicho continuo, el individuo experimenta una<br />

carencia de plenitud —siendo esta sensación de carencia la que se encuentra en la base de<br />

la sed de existencia—. 8 Así, pues, para los mencionados representantes <strong>del</strong> mahayana la segunda<br />

verdad no era el trishna, sino la avidya, mientras que el nirvana que constituía la tercera<br />

verdad no se concebía ya como cesación, pues en el «vehículo amplio» se buscaba una<br />

sabiduría activa que, además de poner fin en el individuo a la avidya (ó marigpa) y por ende<br />

al duhkha, permitiese a éste ayudar a todos los seres a obtener la liberación: este objetivo<br />

<strong>del</strong> mahayana se llama anuttara samyak sambodhi o «Iluminación total insuperable».<br />

Antes de abordar el estudio de la interpretación mahayana de las cuatro nobles<br />

verdades, que puede serle de la mayor utilidad al lector de este libro como preámbulo para<br />

emprender la práctica de la vía, pasaremos revista muy someramente a las distintas escuelas<br />

<strong>del</strong> mahayana y sus respectivas fuentes canónicas. Pido al lector que no esté interesado en<br />

estos tecnicismos un poco de paciencia durante los seis breves párrafos que siguen a<br />

continuación.<br />

vidya, y que en este libro traduzco casi siempre como Verdad (en el sentido de ausencia de error o <strong>del</strong>usión). Avidya o<br />

marigpa son términos compuestos por (1) un prefijo privativo (el sánscrito a y el tibetano ma) y (2) los vocablos que, en el<br />

contexto de la enseñanza dzogchén, he estado traduciendo como Verdad (en el sentido de ausencia de error o <strong>del</strong>usión);<br />

dichos términos indican, pues, un estado en el cual la aparición <strong>del</strong> error produce una ilusoria experiencia de no-Verdad.<br />

Cabe señalar que, por lo menos en el término tibetano marigpa, el prefijo negativo no es el que se emplea en una negación<br />

categórica normal; como señala Herbert V. Guenther (Guenther, Herbert. V., 1984, Matrix of Mystery. Scientific and<br />

Humanistic Aspects of rDzogs-chen Thought, p. 219, nota 9. Boulder y Londres, Shambhala),* el término sánscrito<br />

ahimsa (no-violencia) se traduce al tibetano como tsewa mepa (’tshe-ba med-pa) y lo mismo sucede con los otros<br />

términos que implican una negación categórica. El hecho de que marigpa (ma-rig-pa) implica algo categóricamente<br />

diferente a rigpa mepa (rig-pa med-pa) es algo que Khempo Nüldén (mKhan-po Nus-ldan) indica claramente en su<br />

mKhas-’jug mchan-’grel, un comentario sobre el mKhas-’jug de Llamgön Llu Mipham Guiatso (’Jam-mgon ’Ju Mi-pham<br />

rGya-mtsho). Lo mismo no sucede con el término sánscrito avidya, que tiene la misma estructura que ahimsa —lo cual<br />

muestra cómo las traducciones «antiguas» o ñingmapa (rnying-ma-pa) muchas veces son más precisas que los textos<br />

originales en los que ellas se basan.<br />

En el budismo en general, la avidya es una de las tres «raíces de lo malsano» (akúshala), que son: (1) dwesha o<br />

aversión; (2) trishna o avidez, y (3) avidya entendida como ofuscamiento mental. En la enseñanza de las Cuatro Nobles<br />

Verdades (arya-satya) propia <strong>del</strong> Primer Dharmachakra o «Primer Giro de la Rueda de la Doctrina», asociado al<br />

hinayana, la Segunda Noble Verdad, que es la de la causa (samudaya) <strong>del</strong> sufrimiento, es trishna, que como vimos<br />

significa «ansia» o «avidez». Sin embargo, ciertas interpretaciones mahayana, vajrayana y atiyana de las Cuatro Nobles<br />

Verdades han establecido que el trishna se deriva de la avidya entendida como una <strong>del</strong>usión o un error cuyo eje es el desconocimiento<br />

de la verdadera naturaleza o esencia de toda la realidad (o sea, de la gnosis primordial a la que se hizo<br />

referencia en el párrafo anterior y que se considerará más a<strong>del</strong>ante en el texto principal de este libro). De hecho, el ansia<br />

surge de la ilusión de que nos falta algo para sentirnos completos —o sea, de la avidya que hace que nos sintamos<br />

separados de la plenitud <strong>del</strong> universo, experimentando una carencia-de-plenitud-que-exige-colmarse.<br />

*El referido texto de Guenther comete el grave error de traducir la terminología dzogchén con la desarrollada por<br />

Heidegger —como si ésta respondiese a la vivencia de Iluminación <strong>del</strong> dzogchén—. En múltiples trabajos he refutado<br />

detalladamente este uso de términos heideggerianos para traducir los que son propios de la enseñanza dzogchén; cfr. por<br />

ejemplo, mi ponencia al Ier Congreso Iberoamericano de Filosofía realizado en Madrid y Cáceres en agosto de 1998<br />

titulada «Aletheia: Heráclito Vs Heidegger» (en prensa), así como mi Individuo, sociedad, ecosistema (1994, Mérida,<br />

consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes) y mi Los presocráticos y el Oriente (en preparación).<br />

8 Como se señalará más ampliamente en una nota posterior, aquí no se está suponiendo que en nuestro siglo la física haya<br />

repentinamente descubierto de manera definitiva cuál es la naturaleza <strong>del</strong> universo material. Ahora bien, aunque no se<br />

puede descartar que las teorías de la física actual puedan cambiar radicalmente en el futuro con el desarrollo progresivo de<br />

la investigación y de la elaboración conceptual (tal como las de la física <strong>del</strong> siglo pasado cambiaron radicalmente en<br />

nuestro siglo), las coincidencias entre la física contemporánea y la visión <strong>del</strong> mundo de las formas mahayana, vajrayana y<br />

atiyana de budismo son demasiado impresionantes para pasarlas por alto. Ellas han sido discutidas en distintas obras por<br />

Watts, Capra, Zukav, Bentov, LeShan y muchos otros.

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