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Budismo y dzogchén 28<br />
y legales que prohibiesen las conductas que perjudicarían a otros. Ahora bien, la auténtica<br />
virtud sólo puede surgir de la superación de la ilusión de ser egos substanciales y por ende<br />
<strong>del</strong> egoísmo; ella no puede surgir de ponerle una camisa de fuerza a la ilusión egoica, pues<br />
esto sería como atar un camello en el desierto: si le dejamos libre, el animal se quedará<br />
quieto, pero si le amarramos dará brincos y saltos sin parar intentando soltarse. El intento<br />
por alcanzar la virtud implica que ella no nos es inherente, sino algo externo que debemos<br />
obtener; en consecuencia, nos mantendrá a una distancia de ella. 55<br />
Algo peor sucede con el impulso a destruir el mal: siendo odio, que es mal, el odio<br />
hacia el mal refuerza el mal en nosotros, haciéndolo doblemente malo y perverso. Y, lo que<br />
es peor, entonces, en contra <strong>del</strong> «pecador» y el «perverso»: 56<br />
«...las peores violencias se convierten en actos de piedad.»<br />
En consecuencia, todos están dispuestos a cometer hacia el condenado por la justicia<br />
atrocidades mucho peores que las que éste supuestamente había cometido con sus<br />
víctimas, 57 e incluso a apedrear a la adúltera hasta ocasionarle la muerte. En general, nos<br />
alejamos de la virtud intentando apropiárnosla y exacerbamos el mal intentando<br />
destruirlo. 58<br />
Ahora bien, además de todo lo anterior, el error llamado avidya o marigpa implica<br />
la autoconciencia que hace que nuestros actos en su totalidad estén caracterizados por la<br />
autointerferencia, la obstrucción, la imprecisión y la imperfección. Como lo expresa el<br />
poemita inglés: 59<br />
55 Una planta de una determinada especie, o bien tiene una virtud curativa, o bien carece de ella. Si la posee, no hay que<br />
hacer nada para que dicha virtud tenga efecto; si no la tiene, no importa qué se hiciere a ese fin, no podría desarrollarla.<br />
Como bien señaló Alan Watts, el significado de «virtud» en el sentido de la palabra china te que aparece en el título <strong>del</strong><br />
Tao-te ching es semejante al que tiene el vocablo castellano en el ejemplo anterior; sin embargo, cabría agregar que, en el<br />
caso <strong>del</strong> término te que aparece en el título <strong>del</strong> famoso clásico chino, la virtud depende, no de la existencia <strong>del</strong> Tao, sino<br />
de la patencia de la vivencia desnuda de éste (que no es otra cosa que nuestra verdadera esencia o naturaleza): cuando el<br />
error llamado avidya o marigpa no esté ocultando el Tao, la virtud inherente a éste se manifestará espontáneamente; en<br />
cambio, cuando dicho error lo esté ocultando, nada de lo que hagamos por generar la virtud inherente al Tao podrá hacer<br />
que ella se manifieste. [Aunque la versión más antigua que se conoce <strong>del</strong> Tao-te Ching es la de Ma-Wang-Tui, titulada Tetao<br />
Ching (traducción de J. I. Preciado Ydoeta: Lao Zi, español 1.996, El libro <strong>del</strong> Tao; Buenos Aires-México, Alfaguara<br />
Bolsillo; traducción de Robert G. Henricks: Lao-Tzu, inglés 1.989, Te-Tao Ching. Nueva York, Ballantine Books), creo<br />
probable que Thomas Cleary tenga razón al afirmar que dicha versión, que también es más extensa que la tradicional,<br />
haya sido el producto de una adaptación cortesana <strong>del</strong> original.]<br />
56 Ravignant, Patrick (1972; español 1978), Los maestros espirituales contemporáneos. Barcelona, Plaza y Janés.<br />
57 Esto lo han impulsado las mismas instituciones de «justicia». Cfr. Foucault, Michel (1975, español, 1976), Vigilar y<br />
castigar. Nacimiento de la prisión. México, Siglo XXI Editores, S.A.<br />
58 Para un análisis más extenso de la dinámica que nos hace alejarnos de la virtud intentando apropiárnosla y exacerbar el<br />
mal intentando destruirlo, cfr. Capriles, Elías (1994), Individuo, sociedad, ecosistema. Ensayos sobre filosofía, política y<br />
mística. Mérida, Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. El tema se trata en el tercer ensayo de dicho<br />
libro, titulado «Teoría <strong>del</strong> valor. Crónica de una caída» (cfr. en particular la sección sobre el valor ético).<br />
59 La versión original de este poemita lee:<br />
«The centipede was happy, quite,<br />
until the toad for fun<br />
asked «Pray, which leg goes after which?»<br />
which brought his mind to such a pitch<br />
he fell demented in a ditch<br />
forgetting how to run.»<br />
Cfr. Watts, Alan (1956), The Way of Zen; Nueva York, Pantheon Books. Hay versión española: El camino <strong>del</strong><br />
zen (traducción de Juan Adolfo Vázquez); Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1961; Barcelona, Edhasa, 1977. 2a<br />
reimpresión 1984.