Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Budismo y dzogchén 41<br />
miente: al mentir, su conciencia rechaza por un instante el ente humano que dice la mentira, y este rechazo<br />
produce una sutil contracción que es detectada por el aparato. 82 Puesto que, como hemos visto, el rechazo es<br />
la fuente <strong>del</strong> dolor, todo acto que, por considerarse «malo», provoque el rechazo de la conciencia, creará<br />
propensiones para el rechazo y por lo tanto para experimentar dolor en el futuro. Sin embargo, toda acción intencional<br />
autoconsciente afirma y sostiene la ilusión de un agente-perceptor separado que constituye el núcleo<br />
<strong>del</strong> error llamado avidya o marigpa, manteniendo el samsara; además, puesto que es imposible para el agenteperceptor<br />
aparentemente separado aceptar indefinidamente su experiencia, la aceptación tarde o temprano<br />
dará lugar al rechazo, con lo cual el ascenso a «reinos superiores» resultará en un posterior descenso a los<br />
«inferiores». Esto puede permitirnos entender claramente por qué la superación definitiva <strong>del</strong> sufrimiento no<br />
se alcanza por medio de abandonar los malos karmas y acumular los buenos, sino por medio de la superación<br />
de la acción misma —o sea, de todo karma—.<br />
Incluso en el budismo hinayana se establece un contraste entre la vía de los<br />
falsificadores, que construyen una torre de Babel a fin de alcanzar el cielo, y la vía de<br />
quienes descubren lo auténtico destruyendo lo falso (o sea, lo producido, lo creado, lo<br />
nacido) a fin de hacer patente la base increada e incondicionada de todo. El Athasalini —un<br />
texto <strong>del</strong> hinayana— nos dice: 83<br />
«Mientras que las actitudes saludables y las prácticas meditativas confinadas a (las tres esferas de<br />
experiencia de la existencia signada por el error llamado avidya o marigpa, que son la de la sensualidad, la de<br />
la forma y la sin forma) construyen y hacen crecer el nacimiento y la muerte en un ciclo sin fin y por lo tanto<br />
se las designa como prácticas constructivas, ello no sucede con esta meditación. Tal como si una persona<br />
fuese a erigir un muro de dieciocho cúbitos de altura, mientras que otra tomase una mandarria y rompiese y<br />
demoliese todo lo que se fuese erigiendo a medida que se erigiese, asimismo esta meditación tiene por objeto<br />
romper y demoler la muerte y el nacimiento —construidos por medio de actitudes saludables y prácticas<br />
meditativas que funcionan dentro de (las tres esferas de experiencia de la existencia signada por el error)— a<br />
través de provocar una deficiencia en aquellas condiciones que tienden a producir nacimiento y muerte, y por<br />
lo tanto a esta meditación también se la designa como «la demoledora» (apachayagami).»<br />
Aunque la forma de demoler el nacimiento y la muerte que propone el texto como<br />
medio para establecernos en la esfera intemporal de lo no-nacido, increado e indestructible,<br />
es «a través de provocar una deficiencia en aquellas condiciones que tienden a producir<br />
nacimiento y muerte», las imágenes con las que se ilustra esto dan la impresión de que hay<br />
que destruir o eliminar intencionalmente lo falso, por medio de la acción —lo cual<br />
afirmaría y sostendría al ilusorio sujeto mental que parece ser un centro separado y<br />
autónomo de percepción, pensamiento y acción y que constituye el núcleo <strong>del</strong> error<br />
llamado avidya o marigpa—. Por qué toda acción destinada a eliminar el error no hará más<br />
que mantener dicho error es algo que deja bien claro la historia de cómo Hui-neng (en<br />
cantonés Wei-lang; en japonés Eno) se transformó en el sexto patriarca <strong>del</strong> budismo ch’an<br />
o zen en China.<br />
El quinto patriarca, Hun-jen, ya había reconocido las cualidades de Hui-neng, pero<br />
ocultaba este reconocimiento a fin de evitar que, por envidia o celos, otros perjudicasen a<br />
82 Lo que nos hace crear causas que tendrán efectos es que, en el momento de actuar, hacemos al ente designado por<br />
nuestro nombre, objeto de nuestra propia conciencia, y reconocemos dicho objeto como un sujeto que está realizando un<br />
acto bueno, malo o neutro. Al juzgarnos desde el punto de vista de nuestra propia referencia moral como autores de un<br />
acto bueno, malo o neutro, nos aceptamos a nosotros mismos, nos rechazamos a nosotros mismos o permanecemos<br />
indiferentes hacia nosotros mismos, creando con ello una autoimagen y unas propensiones buenas, malas o neutras<br />
(propensiones para aceptar y experimentar placer, para rechazar y experimentar dolor o para permanecer indiferentes y<br />
experimentar una sensación neutra). Cabe agregar, además, que la autoimagen determina la conducta <strong>del</strong> individuo: si ella<br />
es buena éste tenderá a obrar bien, si es mala tenderá a obrar mal, etc.<br />
83 Buda Shakyamuni, Athasalini; en Guenther, Herbert V. (1969), Philosophy and Psychology in the Abhidharma. Delhi,<br />
Motilal Banarsidass. Del Athasalini hay traducción al inglés en dos volúmenes.