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Budismo y dzogchén 23<br />
pues, avidya y marigpa tienen el sentido de «ocultación»: ellos indican el error o la<br />
<strong>del</strong>usión que nos hace ignorar la verdadera y única naturaleza de todos los sujetos y objetos<br />
y en general de la totalidad <strong>del</strong> universo, en la medida en que produce la ilusión de que<br />
dichos sujetos y objetos son substanciales, existentes independientemente, incondicionados,<br />
absolutamente verdaderos y susceptibles de proporcionar satisfacción.<br />
El error o la <strong>del</strong>usión que indican los términos avidya y marigpa es la causa primaria<br />
<strong>del</strong> duhkha, porque es cuando nos sentimos separados de la plenitud <strong>del</strong> continuo de<br />
energía que es el universo, que experimentamos la carencia de plenitud constituida por el<br />
duhkha. Según la Teoría de Campo de Einstein, el universo es un campo único de energía,<br />
un continuo sin espacios vacíos ni interrupciones que puede ser caracterizado como<br />
absoluta plenitud. Por su parte, las hipótesis físicas más recientes —tales como las Teorías<br />
de Superunificación o la Teoría Holonómica de David Bohm, y así sucesivamente— no<br />
hacen más que llevar a su extremo esta visión <strong>del</strong> universo como continuo libre de<br />
multiplicidad, carente de divisiones intrínsecas o substanciales, y privado de interrupciones<br />
o espacios vacíos —una visión que, de ser correcta, implicaría que nuestra percepción <strong>del</strong><br />
cosmos como una multiplicidad de substancias constituye un error. 45<br />
Ahora bien, no sólo el mundo material ha sido reducido por la física a un continuo<br />
único de energía. Puesto que no hay en el universo ninguna substancia distinta o separada<br />
de dicho continuo de energía, también el sujeto mental que erróneamente se experimenta<br />
como si estuviese a una distancia <strong>del</strong> mundo material (e incluso <strong>del</strong> cuerpo humano en el<br />
que se siente encapsulado), es parte indivisible de ese mismo continuo. Así, pues, cuando<br />
nos sentimos separados de nuestros objetos y, en general, de ese continuo de plenitud que<br />
es el universo, somos víctimas <strong>del</strong> error o la <strong>del</strong>usión que los budistas llaman avidya o<br />
marigpa. Y es cuando dicho error hace que nos sintamos separados de la plenitud <strong>del</strong><br />
mencionado continuo —o sea, de lo que somos en verdad—, que surge en nosotros la experiencia<br />
de carencia de plenitud, insatisfacción, frustración y recurrente dolor y sufrimiento<br />
que constituye el duhkha.<br />
shes, que implica algo cognitivo—. Cabe señalar que a esta gnosis no-dual la he llamado en otros textos «gnosis anoica»<br />
porque en dicha gnosis no interviene la mente (noia) entendida como dualidad noético-noemática —o sea, como dualidad<br />
entre el sujeto mental y el objeto mental— y como valorización-absolutización <strong>del</strong>usoria.<br />
45 Las ciencias producen teorías, aunque por lo general se crea que ellas descubren verdades; como lo mostró Thomas<br />
Kuhn, para sostenerse, todo paradigma científico requiere que se ignore un cierto número de datos observados; cuando el<br />
número de datos que es necesario excluir se hace demasiado grande, se impone la necesidad de encontrar un nuevo<br />
paradigma. En consecuencia, no debemos emplear las teorías de la física como la prueba de la veracidad de las enseñanzas<br />
budistas, pues aquéllas distan mucho de ser verdades objetivas e incontrovertibles.<br />
Sin embargo, los físicos están convencidos de haber demostrado que el «universo físico» no se encuentra en sí<br />
mismo dividido: para Einstein, éste es un campo único de energía; para Bohm, es esencialmente un «orden implicado» o<br />
«plegado» en el cual no hay espacio ni tiempo (los cuales son indispensables para que haya separaciones y para que<br />
podamos distinguir entre distintos entes). Las divisiones entre los entes son el resultado de la actividad de la mente, la cual<br />
(en términos de la teoría de Bohm, una vez que el orden implicado es «espaciotemporalizado» como «orden explicado» o<br />
«desplegado») reconoce las formas que permanecen en el tiempo (las cuales a su vez, según la Teoría de Campo de<br />
Einstein, no están constituidas siempre por la misma «materia-energía» y, en consecuencia, no son sustancias en el sentido<br />
aristotélico), las asocia a conceptos relacionados con la funcionalidad de dichas formas, y las separa <strong>del</strong> resto de los entes<br />
—en términos sartreanos— «nadificando» su entorno para percibirlas como entes separados.<br />
En estos términos, la confusión, el error o la ilusión que padecemos radicaría en que, al percibir los entes,<br />
sentimos que ellos son en sí mismos separados (de nosotros y de los demás entes), que ellos son en sí mismos los<br />
contenidos de los pensamientos en términos de los cuales los entendemos y que ellos tienen en sí mismos un valor<br />
positivo, negativo o neutro. Es esto lo que nos hace girar en el círculo de aceptación, rechazo e indiferencia —o paraíso,<br />
purgatorio y limbo [el último de los cuales puede corresponder al tiryagioni gati o loka: el reino de los que se conoce en<br />
sánscrito como tiryak (el) y en tibetano como dündró (dud-’gro)]— que constituye el samsara.