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escapar sus lágrimas, pequeñas flores de lilas cogidas<br />
en la noche pálida y malva. (Ah, sí, lo sé, su padre es<br />
médico en un barco, su madre era criolla. Es a ella a<br />
quien espera todas las noches en el atracadero el<br />
barco de vapor con ruedas en sus flancos, con todas<br />
las luces apagadas.)<br />
En ese momento, una fuerza extraña se apodera de<br />
las parejas deambulantes, los jóvenes y las muchachas<br />
que se encuentran a intervalos regulares. Cada<br />
joven se convierte en un Don Juan bello e irresistible,<br />
se supera a sí mismo, orgulloso y triunfante, y su mirada<br />
adquiere esa fuerza mortal bajo la que desfallecen<br />
los corazones de las muchachas. Y los ojos de éstas<br />
se hacen profundos, jardines con mil senderos se<br />
abren allí, parques-laberintos sombríos y susurrantes.<br />
Un brillo de fiesta dilata sus pupilas que se abren, se<br />
abandonan y dejan entrar a los vencedores en los senderos<br />
de sus jardines tenebrosos cuyos caminos simétricos,<br />
estrofas de una canzona 13 se alejan en todos<br />
los sentidos, confluyen, se encuentran en una triste<br />
rima, en plazas rosas, en torno a parterres circulares,<br />
o cerca de fuentes en las que los últimos rayos de sol<br />
poniente incendian el agua, para separarse de nuevo,<br />
dispersarse entre las masas negras de los bosques,<br />
espesuras del anochecer, cada vez más densas y<br />
susurrantes, donde ellos se separan, se pierden como<br />
en corredores complicados, entre colgaduras de terciopelo,<br />
en tranquilas alcobas. Atravesando el frescor<br />
de esos jardines oscuros entran insensiblemente en<br />
lugares solitarios, extraños, olvidados, en un susurro<br />
nuevo de los árboles, más sombrío, crespón de luto flotando,<br />
donde la oscuridad fermenta y el silencio se