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mismo en el sentido propio del término, apenas un<br />
doble alejado de su verdadera persona, muy disminuido<br />
y en un estado de profunda postración. Mas, si<br />
nos atenemos a los hechos, había que admitir que él<br />
era, digamos, su propio pariente, incluso quizás él<br />
mismo, en la medida en que eso era todavía posible<br />
tanto tiempo después de su muerte. Sin duda le era<br />
difícil, para esa resurrección en cera, entrar exactamente<br />
en su piel. A pesar de todo, se había necesariamente<br />
deslizado en él en esta ocasión algo nuevo,<br />
amenazador, algo extraño, que procedía de la locura<br />
del genial maníaco que había concebido, y eso sólo<br />
podía llenar a Bianka de terror. Si un hombre gravemente<br />
enfermo recuerda poco a aquél que ha sido<br />
antes, ¿qué decir de un resucitado a pesar de sí<br />
mismo? ¿Cómo se comportaba ahora frente a ese<br />
ser salido de su sangre? Con una fingida alegría, forzando<br />
la nota, representaba su comedia de emperador-bufón,<br />
sonriente y soberbio. ¿Había sido llevado a<br />
tanta simulación como consecuencia de las miradas<br />
que le echaban en ese hospital las figuras de cera<br />
donde vivían todos bajo la amenaza de los rigores del<br />
asilo, tenía tanto miedo de los vigilantes que lo espiaban<br />
desde todos los rincones? Penosamente salido<br />
de una locura, propia, curado y finalmente salvado,<br />
¿temía ser precipitado de nuevo en el desorden, en<br />
el caos?<br />
Cuando mi mirada se encontró de nuevo con Bianka, vi<br />
que había ocultado su rostro en un pañuelo. <strong>La</strong> institutriz<br />
le rodeaba los hombros con un brazo, sus ojos de<br />
esmalte, vacíos, brillaban. Yo no podía soportar más el<br />
dolor de Bianka, los sollozos me oprimían la garganta,<br />
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