You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
tismo que esa apar<strong>en</strong>te piedad o incluso sabiduría pase por<br />
alto su misión completam<strong>en</strong>te. Y también aquí vu<strong>el</strong>ve a dirigirse<br />
a todas las g<strong>en</strong>eraciones. Ya se sabe que Lut'ero aplicó<br />
esas acusaciones directam<strong>en</strong>te a la jerarquía católica dici<strong>en</strong>do<br />
que lo mismo cabía decir de <strong>el</strong>la.<br />
Indudablem<strong>en</strong>te, las cosas no pued<strong>en</strong> simplificarse tanto.<br />
Pero, de hecho, todos los que están al servicio de la palabra<br />
de <strong>Dios</strong> ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que s<strong>en</strong>tirse conmovidos por tales<br />
palabras y preguntarse una y otra vez si no cabe decir lo<br />
mismo de <strong>el</strong>los. Hay un pequeño libro d<strong>el</strong> Padre de la Iglesia<br />
y abad san Máximo, apodado <strong>el</strong> Confesor. En dicha<br />
obra pronuncia ante sus monjes un sermón estremecedor.<br />
Dice que esas palabras son mucho más aplicables a nosotros<br />
que a los fariseos de <strong>en</strong>tonces. Nosotros, si vivimos<br />
toda esa perversión, reducción y falsificación de la piedad,<br />
somos peores que <strong>el</strong>los, porque hemos recibido una luz<br />
mayor.<br />
Y por lo que se refiere a los escribas, <strong>el</strong>los conoc<strong>en</strong> la Escritura<br />
al dedillo, son exégetas, especialistas <strong>en</strong> la Escritura,<br />
capaces de decir de memoria qué profeta dijo algo y<br />
cuándo. Pero es un conocimi<strong>en</strong>to muerto. Se limitan a desm<strong>en</strong>uzar<br />
la Escritura <strong>en</strong> sus <strong>el</strong>em<strong>en</strong>tos sin hallar la vitalidad<br />
que <strong>en</strong>cierra. Aquí se hace visible <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro de las<br />
interpretaciones especializadas. Se sabe todo, pero se trata<br />
a la Escritura como a una pieza de laboratorio, igual que a<br />
un esqu<strong>el</strong>eto d<strong>el</strong> que se <strong>el</strong>imina todo para disecarlo. Pero,<br />
pese al conocimi<strong>en</strong>to minucioso, se está muy lejos de su<br />
m<strong>en</strong>saje. Las personas s<strong>en</strong>cillas, por <strong>el</strong> contrario, compr<strong>en</strong>d<strong>en</strong><br />
con frecu<strong>en</strong>cia <strong>el</strong> auténtico m<strong>en</strong>saje mejor que esos expertos<br />
que se han vu<strong>el</strong>to ciegos y sordos a lo es<strong>en</strong>cial.<br />
Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te Jesús también es un hombre impaci<strong>en</strong>te.<br />
Una vez ord<strong>en</strong>a a su primer apóstol Pedro que camine sobre<br />
<strong>el</strong> mar. «¡V<strong>en</strong>!», le grita. Y Pedro va. Sale de la barca<br />
y, <strong>en</strong> efecto, logra algo auténticam<strong>en</strong>te imposible, caminar<br />
224<br />
sobre las aguas. Aunque sólo hasta que le atemoriza <strong>el</strong><br />
vi<strong>en</strong>to que se int<strong>en</strong>sifica <strong>en</strong> esos instantes. Comi<strong>en</strong>za a<br />
hundirse <strong>en</strong> <strong>el</strong> agua. Jesús m<strong>en</strong>ea la cabeza: «Hombre de<br />
poca fe, ¿por qué has dudado?».<br />
Jesús saca a la luz lo que ha sucedido <strong>en</strong> <strong>el</strong> alma de Pedro.<br />
Algo parecido acontece durante otra torm<strong>en</strong>ta <strong>en</strong> <strong>el</strong> mar,<br />
cuando los discípulos están desesperados de que Jesús no<br />
se mueva, ni siquiera cuando la barca está ll<strong>en</strong>a de agua.<br />
Y, tras levantarse y salvarlos, dice: «Cómo habéis podido<br />
dudar».<br />
Jesús presupone que sus discípulos t<strong>en</strong>ían que conocerle.<br />
Que debían saber que no los dejaría hundirse. Les demuestra<br />
de ese modo que su fe <strong>en</strong> lo que Él es y lo que <strong>el</strong>los han<br />
conocido y aceptado, <strong>en</strong> realidad es todavía tan mínima<br />
que un soplo de vi<strong>en</strong>to es capaz de disiparla.<br />
En la esc<strong>en</strong>a descrita, Pedro ya no mira a Jesús, sino a<br />
los <strong>el</strong>em<strong>en</strong>tos terr<strong>en</strong>ales. Lógicam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>tonces cualquier<br />
cálculo de probabilidades arrojará como resultado<br />
que, si está andando sobre <strong>el</strong> agua, se hundirá <strong>en</strong> <strong>el</strong> acto.<br />
Pero con <strong>el</strong>lo ha dejado fuera de juego lo auténticam<strong>en</strong>te<br />
importante: la llamada de Jesús, que es <strong>el</strong> Señor. Gracias<br />
a Él y a su poder logrará también v<strong>en</strong>cer a la muerte <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />
<strong>mundo</strong>.<br />
Esta parábola es asimismo muy profunda. Si lo analizamos<br />
a la luz de los <strong>el</strong>em<strong>en</strong>tos de probabilidad de los f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os<br />
naturales y de todo lo apreh<strong>en</strong>dible, <strong>el</strong> cristianismo<br />
parece extremadam<strong>en</strong>te improbable. Y si nos dejamos cautivar<br />
por la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia d<strong>el</strong> mom<strong>en</strong>to, por <strong>el</strong> vi<strong>en</strong>to que silba<br />
<strong>en</strong> nuestros oídos, <strong>en</strong>tonces la fe se hundirá. En consecu<strong>en</strong>cia,<br />
deberíamos decir con Pedro: «¡Es imposible seguir!».<br />
Si lo hacemos, hemos perdido la verdadera ancla que consiste<br />
<strong>en</strong> nutrirnos de la r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> que supera la fuerza<br />
de gravedad, la fuerza de gravedad de la muerte, la fuerza<br />
de gravedad de la historia y sus imposibles. Fe significa re-<br />
2.25