11.05.2013 Views

Dios en el mundo

Dios en el mundo

Dios en el mundo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

trando la directriz fundam<strong>en</strong>tal. Porque cuando no se obra<br />

así, la creatividad nihilista d<strong>el</strong> individuo se convierte muy<br />

pronto <strong>en</strong> una copia que se somete a las normas g<strong>en</strong>erales<br />

y que sólo obra según los dictados de la época y sus posibilidades.<br />

Abandonar <strong>el</strong> m<strong>en</strong>saje específico de la fe no nos hace<br />

más originales sino cada vez más uniformados a la baja según<br />

las modas de la época. Esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia a la uniformidad<br />

la percibimos <strong>en</strong> la vida moderna. Por eso, <strong>en</strong> mi opinión,<br />

hoy es más importante que nunca ver que las constantes de<br />

la rev<strong>el</strong>ación y de la fe también son hitos d<strong>el</strong> camino que<br />

me suministran los puntos de apoyo para llegar arriba y<br />

que al mismo tiempo me aportan luz para desplegar mi<br />

destino completam<strong>en</strong>te personal.<br />

JESÚS COMO NORMA<br />

Jesús siempre quería mostrar <strong>el</strong> camino a la g<strong>en</strong>te; los puntos<br />

de apoyo correctos para una vida pl<strong>en</strong>a a los que usted<br />

acaba de referirse. Una vez subió a una montaña, y su sermón<br />

abrió, <strong>en</strong> cierto modo, un nuevo capítulo. Desde luego<br />

que <strong>en</strong>tonces debió de causar un efecto demoledor. Se<br />

dice: «Cuando Jesús acabó estos discursos, la g<strong>en</strong>te quedaba<br />

asombrada de su doctrina; porque la <strong>en</strong>señaba como algui<strong>en</strong><br />

que ti<strong>en</strong>e autoridad y no como sus escribas».<br />

No hay duda de que <strong>el</strong> sermón de la montaña ocupa un<br />

lugar simbólico. En él, Jesús se pres<strong>en</strong>ta como <strong>el</strong> nuevo<br />

Moisés. Y <strong>en</strong> lugar d<strong>el</strong> monte Sinaí, ahora es esta montaña<br />

de las bi<strong>en</strong>av<strong>en</strong>turanzas la nueva cumbre desde la que<br />

dará indicaciones a las personas. Para <strong>el</strong>lo se apoya primero<br />

<strong>en</strong> la estructura d<strong>el</strong> decálogo, pero <strong>en</strong> <strong>el</strong> sermón de<br />

la montaña lo profundiza, lo r<strong>en</strong>ueva, lo <strong>en</strong>sancha, le añade<br />

nuevas exig<strong>en</strong>cias. Más aún: Con este sermón irrumpe<br />

2.64<br />

<strong>en</strong> una nueva etapa de la humanidad, que es posible porque<br />

<strong>Dios</strong> se une a los hombres.<br />

Jesús declaró públicam<strong>en</strong>te: «Mi doctrina no es mía, sino<br />

d<strong>el</strong> que me ha <strong>en</strong>viado. Si alguno quiere cumplir su voluntad,<br />

verá si mi doctrina es de <strong>Dios</strong> o si yo hablo por mi<br />

cu<strong>en</strong>ta».<br />

Él no sólo se sitúa al mismo niv<strong>el</strong> que Moisés, lo que para<br />

los oy<strong>en</strong>tes seguro que no fue fácil de asimilar, sino que habla<br />

desde la altura d<strong>el</strong> auténtico legislador, de <strong>Dios</strong> mismo.<br />

Jesús habla con poder divino. «Os ha sido dicho», o lo que<br />

es lo mismo, «<strong>Dios</strong> os ha dicho», así habla él, y prosigue:<br />

«Pero yo os digo...». En este s<strong>en</strong>tido, <strong>el</strong> sermón de la montaña<br />

es, <strong>en</strong> muchos aspectos, la expresión más vigorosa de<br />

su reivindicación divina; de su exig<strong>en</strong>cia de que ahora la<br />

ley d<strong>el</strong> Antiguo Testam<strong>en</strong>to experim<strong>en</strong>ta su más profunda<br />

explicación y su vig<strong>en</strong>cia universal, no por interv<strong>en</strong>ción<br />

humana, sino gracias al mismo <strong>Dios</strong>.<br />

Las personas lo captan. Y percib<strong>en</strong> también con mucha<br />

fuerza, digamos, <strong>el</strong> doble aspecto d<strong>el</strong> sermón de la montaña:<br />

que este m<strong>en</strong>saje trae consigo una nueva intimidad,<br />

una nueva madurez y bondad, una liberación de lo superficial<br />

y externo, y al mismo tiempo una nueva dim<strong>en</strong>sión<br />

de la exig<strong>en</strong>cia. Una exig<strong>en</strong>cia tan descomunal que casi<br />

aplasta a la persona si se queda sola.<br />

Cuando ahora se dice: «Yo ya no os digo solam<strong>en</strong>te:<br />

"No puedes cometer adulterio, sino que ni siquiera puedes<br />

mirar a la mujer con deseo"» cuando se dice: «No sólo no<br />

matarás, sino que ni siquiera puedes guardar r<strong>en</strong>cor al prójimo»;<br />

y cuando se dice: «No basta con <strong>el</strong> ojo por ojo y<br />

di<strong>en</strong>te por di<strong>en</strong>te, sino que cuando algui<strong>en</strong> te pegue <strong>en</strong> una<br />

mejilla, ofréc<strong>el</strong>e la otra», somos confrontados con una exig<strong>en</strong>cia<br />

que, aunque ti<strong>en</strong>e una grandeza que provoca admiración,<br />

parece desmesurada para <strong>el</strong> ser humano. O por lo<br />

265

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!