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de que, bu<strong>en</strong>o, <strong>en</strong>tonces es que Él no es <strong>el</strong> Salvador. En este<br />
mom<strong>en</strong>to se bifurcan los dos caminos: uno conduce a la<br />
negación, <strong>el</strong> otro a la Pasión.<br />
¿Es símbolo o realidad?<br />
Hoy, muchos exégetas que cre<strong>en</strong> <strong>en</strong> las leyes naturales y<br />
consideran imposible algo así, están t<strong>en</strong>tados de tomar esta<br />
comida como una mera repres<strong>en</strong>tación simbólica, y de hecho,<br />
<strong>el</strong> cont<strong>en</strong>ido simbólico es muy amplio. Pero no deberíamos<br />
cerc<strong>en</strong>ar con excesiva precipitación las posibilidades de<br />
<strong>Dios</strong>. En la Iglesia también se dan f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>os parecidos.<br />
Hace poco estuve <strong>en</strong> Turín, donde uno de los ancianos<br />
padres nos contó cómo <strong>en</strong> vida de Don Bosco acontecieron<br />
<strong>en</strong> dos ocasiones sucesos muy parecidos. En una, por un<br />
descuido, no había sufici<strong>en</strong>tes hostias consagradas. A pesar<br />
de que había acudido un número <strong>en</strong>orme de comulgantes,<br />
g<strong>en</strong>te jov<strong>en</strong>, ap<strong>en</strong>as quedaban diez o veinte hostias.<br />
Don Bosco, sin alterarse, dijo: «Estad tranquilos y repartid,<br />
que llegarán para todos». Y así fue.<br />
En la otra, tras un duro día de trabajo promete a los chicos<br />
que todos recibirán castañas asadas. Así que dice a su<br />
madre que las prepare. Pero ésta le <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de mal y sólo asa<br />
una cantidad que ap<strong>en</strong>as alcanza para diez chicos. La madre,<br />
al reparar <strong>en</strong> su error, se queda horrorizada. Pero él se<br />
limita a decir: «No te preocupes, reparte y llegarán, incluso<br />
sobrarán». Y de hecho, así ocurrió también <strong>en</strong> esta ocasión.<br />
Un gran número de testigos lo pres<strong>en</strong>ciaron.<br />
En este s<strong>en</strong>tido no deberíamos negar a <strong>Dios</strong> de antemano<br />
que alguna vez pueda hacer lo que normalm<strong>en</strong>te no sucede.<br />
232<br />
JESÚS Y LAS MUJERES<br />
Jesús superó con frecu<strong>en</strong>cia las barreras conv<strong>en</strong>cionales.<br />
Frecu<strong>en</strong>ta de manera ost<strong>en</strong>tosa a pecadores y pobres. Y manti<strong>en</strong>e<br />
una r<strong>el</strong>ación muy especial y abierta con las mujeres.<br />
Jesús «no era un asceta, sino muy aficionado a las alegrías<br />
de la vida», opina <strong>el</strong> especialista judío <strong>en</strong> la Biblia Schalom<br />
B<strong>en</strong>-Cborin. Sea como fuere, las mujeres <strong>en</strong>contraban muy<br />
fascinante al Hijo d<strong>el</strong> Hombre. ¿No es posible imaginar <strong>en</strong><br />
Jesús también una r<strong>el</strong>ación erótico-sexual?<br />
Lo erótico-sexual no forma parte de su manera de amar.<br />
Aquí Jesús pert<strong>en</strong>ece s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te a otro ord<strong>en</strong>. Sin embargo,<br />
sus r<strong>el</strong>aciones, descritas <strong>en</strong> los evang<strong>el</strong>ios, demuestran<br />
que era realm<strong>en</strong>te capaz de una amistad profunda y<br />
humana y también de verdadero amor. Y también es cierto<br />
que las mujeres precisam<strong>en</strong>te ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una especial s<strong>en</strong>sibilidad<br />
para captar lo nuevo, lo distinto, lo grande, lo misterioso<br />
que aparece <strong>en</strong> Él, y que Jesús las admite de manera<br />
especial <strong>en</strong> su compañía.<br />
Fr<strong>en</strong>te a la costumbre judía de la época, que consideraba<br />
a las mujeres seres de segundo rango, Jesús inicia una<br />
especie de emancipación de la mujer. Debido a su posición<br />
social, las mujeres pert<strong>en</strong>ecían a esa categoría de lo humilde,<br />
a la que <strong>Dios</strong> garantiza su especial cariño e inclinación.<br />
Con <strong>el</strong>lo despierta también <strong>el</strong> carisma de las mujeres. En <strong>el</strong><br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con Él, <strong>en</strong>tran sobre todo <strong>en</strong> nuestro campo de<br />
visión las dos mujeres de Betania. Nos muestran cómo desde<br />
<strong>en</strong>tonces las mujeres han de ser soportes vivos de la<br />
construcción de la Iglesia.<br />
Fueron las mujeres las que acompañaron fi<strong>el</strong>m<strong>en</strong>te a Jesús<br />
basta debajo de la cruz. Al contrario que <strong>el</strong>las, todos sus<br />
discípulos habían escapado hacía mucho. De María Mag-<br />
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