You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
que ti<strong>en</strong>e que pregonar la voluntad de <strong>Dios</strong> <strong>en</strong> todo su espl<strong>en</strong>dor,<br />
incondicionalidad y severidad para que la persona<br />
conozca su medida, ha sido también agraciada con <strong>el</strong><br />
cometido d<strong>el</strong> perdón.<br />
De hecho, la Iglesia puede decir a las personas: «Qui<strong>en</strong><br />
quiera ser recto por sí mismo, qui<strong>en</strong> crea no necesitar <strong>el</strong><br />
perdón, se equivoca». Entonces surge la arrogancia, <strong>el</strong> orgullo<br />
por la propia eficacia y la propia edificación que, <strong>en</strong><br />
definitiva, es inhumano.<br />
Por eso es importante no poseer un ápice de ese orgullo.<br />
Yo tampoco necesito r<strong>en</strong>unciar al perdón. Al contrario,'<br />
cuando int<strong>en</strong>to asumir la voluntad de <strong>Dios</strong>, id<strong>en</strong>tificarla<br />
con la mía, sé que siempre obt<strong>en</strong>go <strong>el</strong> perdón. Soy un ser<br />
que ti<strong>en</strong>e la humildad de aceptar que necesito ser perdonado.<br />
En este s<strong>en</strong>tido, la humildad y la confianza son lo que<br />
de verdad humaniza a las personas.<br />
«<strong>Dios</strong> sí, Iglesia no» se ha convertido <strong>en</strong> un lema habitual.<br />
San Cipriano, obispo de Cartago (200-258), dijo a este respecto:<br />
«Fuera de la Iglesia no hay salvación», pues «qui<strong>en</strong><br />
no ti<strong>en</strong>e por madre a la Iglesia no puede t<strong>en</strong>er por padre a<br />
<strong>Dios</strong>». Estas palabras, ¿sigu<strong>en</strong> si<strong>en</strong>do válidas hoyf<br />
No, si las <strong>en</strong>t<strong>en</strong>demos como que todos los no cristianos están<br />
cond<strong>en</strong>ados al infierno. Pero significa que, <strong>en</strong> cierto<br />
modo, uno necesita a la madre aunque no la conozca, la<br />
comunidad que te alumbra la fe y te <strong>en</strong>trega a <strong>Dios</strong>.<br />
San Cipriano habla de la r<strong>el</strong>ación <strong>en</strong>tre <strong>Dios</strong> y la Iglesia<br />
<strong>en</strong> <strong>el</strong> contexto de la persecución. Alude a g<strong>en</strong>tes que abandonan<br />
la Iglesia por miedo al martirio y que, sin embargo,<br />
cre<strong>en</strong> seguir aferrados a Jesucristo, a <strong>Dios</strong>. A <strong>el</strong>los les dice<br />
que qui<strong>en</strong> abandona la comunidad viva, <strong>el</strong> cuerpo vivo,<br />
sale d<strong>el</strong> arca de Noé para <strong>en</strong>tregarse al diluvio. En este s<strong>en</strong>tido<br />
muestra la inseparabilidad de la fe <strong>en</strong> Jesucristo y <strong>en</strong> la<br />
Iglesia.<br />
60<br />
Dicho de otra manera: no puedo convertir a Cristo <strong>en</strong><br />
propiedad privada y pret<strong>en</strong>der t<strong>en</strong>erlo para mí solo. De<br />
Cristo, <strong>en</strong> cierto modo, también forma parte la incomodidad<br />
de su familia. La fe se nos da incluida <strong>en</strong> ese nosotros,<br />
de otro modo no existe. Cipriano no inv<strong>en</strong>tó teoría alguna<br />
sobre lo que <strong>Dios</strong> haría con los que no conocieran la Iglesia.<br />
También san Pablo, que tanto insiste <strong>en</strong> la Iglesia, dice<br />
que t<strong>en</strong>emos que comportarnos bi<strong>en</strong> d<strong>en</strong>tro de la Iglesia,<br />
lo que <strong>Dios</strong> hará con los de fuera, lo hará Él, los juzgará<br />
Él. Así que tampoco Pablo desarrolla teoría alguna sobre<br />
cómo acabará <strong>Dios</strong> con los demás. Sin embargo, afirma<br />
que aqu<strong>el</strong> que ha visto a Cristo no puede separarlo de la<br />
Iglesia, ti<strong>en</strong>e que vivirlo d<strong>en</strong>tro de <strong>el</strong>la.<br />
Esta cuestión ha mant<strong>en</strong>ido su palpitante actualidad a lo<br />
largo de dos mil años.<br />
Quizá pueda añadir unas palabras: hoy la situación ha<br />
cambiado aún más. Johann Baptist Metz dijo una vez que<br />
hoy estaba <strong>en</strong> vigor la fórmula: «<strong>Dios</strong>, no; r<strong>el</strong>igión, sí». Se<br />
desea t<strong>en</strong>er cualquier r<strong>el</strong>igión, esotérica o lo que sea. Pero<br />
se rechaza un <strong>Dios</strong> personal, que habla, que me conoce,<br />
que ha dicho algo concreto y se acerca a mí con una demanda<br />
concreta y que también me juzgará. Lo que ocurre<br />
es que la r<strong>el</strong>igión se aparta de <strong>Dios</strong>. No se quiere prescindir<br />
d<strong>el</strong> todo y se aspira a experim<strong>en</strong>tar de difer<strong>en</strong>tes maneras<br />
esa s<strong>en</strong>sación de lo distinto, esa peculiaridad de lo r<strong>el</strong>igioso.<br />
Pero si falta <strong>Dios</strong>, si falta <strong>el</strong> deseo de <strong>Dios</strong>, eso se<br />
convierte <strong>en</strong> última instancia <strong>en</strong> algo car<strong>en</strong>te de compromiso.<br />
En ese s<strong>en</strong>tido no nos hallamos tanto <strong>en</strong> una crisis r<strong>el</strong>igiosa<br />
-las r<strong>el</strong>igiones proliferan- como <strong>en</strong> una crisis de<br />
<strong>Dios</strong>.<br />
Esta mañana deseaba asistir a la misa de los monjes <strong>en</strong> la<br />
iglesia de Montecassino. Me había retrasado y t<strong>en</strong>ía mucha<br />
61