Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Tras su muerte, Jesús se les aparece a los apóstoles <strong>en</strong> Jerusalén.<br />
Sobre esto <strong>el</strong> Evang<strong>el</strong>io según san Juan nos dice lo sigui<strong>en</strong>te:<br />
«La paz sea con vosotros. Como <strong>el</strong> Padre me <strong>en</strong>vió,<br />
así os <strong>en</strong>vío yo a vosotros». Y tras pronunciar estas palabras,<br />
sopló sobre <strong>el</strong>los y les dijo: «Recibid al Espíritu Santo».<br />
Seguro que ni uno solo de los <strong>en</strong>tonces pres<strong>en</strong>tes se imaginó<br />
ni por lo más remoto lo que acababa de com<strong>en</strong>zar.<br />
Es una esc<strong>en</strong>a impresionante que concreta la misión de los<br />
doce tras la resurrección. Los apóstoles se conviert<strong>en</strong> <strong>en</strong><br />
portadores d<strong>el</strong> Espíritu Santo, que prosigue <strong>en</strong> <strong>el</strong>los la misión<br />
d<strong>el</strong> propio Jesucristo. De hecho, <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to nadie<br />
podía imaginar <strong>en</strong> qué llegaría a convertirse algún día.<br />
La mayoría p<strong>en</strong>saba que <strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> <strong>mundo</strong> era inmin<strong>en</strong>te.<br />
Estaban conv<strong>en</strong>cidos de que <strong>el</strong> tiempo se había cumplido y<br />
a la historia le quedaba poco camino que recorrer. A los<br />
apóstoles les bastaba con saber que ahora llevaban d<strong>en</strong>tro<br />
al espíritu de Cristo y t<strong>en</strong>ían que difundir fuera de las fronteras<br />
de Isra<strong>el</strong> esa paz que Él les había traído, esas novedades<br />
que les había <strong>en</strong>señado.<br />
Tras la resurrección, ocurrió una historia curiosa. Sucedió<br />
una noche, cuando Pedro y Juan y algunos otros habían<br />
ido a pescar al lago Tiberíades. Los ánimos no debían de<br />
ser bu<strong>en</strong>os porque las redes quedaron vacías. Cuando, al<br />
amanecer, llegan a la orilla, se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran a Jesús. Los discípulos<br />
no le reconoc<strong>en</strong>, a pesar de que Él les habla como<br />
a bu<strong>en</strong>os compañeros. El maestro dice literalm<strong>en</strong>te: «Muchachos,<br />
¿no t<strong>en</strong>éis algo de pescado?». Y les aconseja:<br />
«Echad la red a la derecha de la barca y <strong>en</strong>contraréis». Por<br />
alguna razón sigu<strong>en</strong> <strong>el</strong> consejo y muy pronto la red está tan<br />
repleta que nadie logra sacarla d<strong>el</strong> agua. «Es <strong>el</strong> Señor»,<br />
compr<strong>en</strong>de Juan. Pedro se tira al agua, nada hasta la orilla,<br />
los discípulos le sigu<strong>en</strong> con la barquita. Habían pescado<br />
153 peces grandes sin que la red se rompiera.<br />
328<br />
Esta historia <strong>en</strong>cierra un simbolismo tan rico que nos impide<br />
analizarlo aquí <strong>en</strong> detalle. Es la pesca milagrosa. Los<br />
hombres habían trabajado <strong>en</strong> vano toda la noche y como<br />
pescadores expertos que eran, les resultaba imp<strong>en</strong>sable pescar<br />
cuando ya se había hecho de día. No obstante, <strong>en</strong>viados<br />
por Jesús, obedec<strong>en</strong> su palabra y vu<strong>el</strong>v<strong>en</strong> a salir, y <strong>en</strong>tonces<br />
se les concede ese don abundantísimo.<br />
Los eruditos no han logrado des<strong>en</strong>trañar todavía <strong>el</strong> significado<br />
exacto de la cifra 153, que Juan consigna con tanto<br />
cuidado. Algunos quisieron ver <strong>en</strong> dicho número la cifra de<br />
Pedro. Sea como fuere, es <strong>el</strong> símbolo de la abundancia. Una<br />
promesa que trasci<strong>en</strong>de <strong>el</strong> mom<strong>en</strong>to. Demuestra lo poco capaz<br />
que es <strong>el</strong> esfuerzo humano para sacar d<strong>el</strong> mar de este<br />
<strong>mundo</strong> los peces y convertirlos <strong>en</strong> personas vivas para <strong>Dios</strong>.<br />
Pero, al mismo tiempo, promete que siempre sucederá lo inverosímil,<br />
que la Iglesia siempre podrá ser sacada d<strong>el</strong> océano<br />
de lo efímero con la red de Cristo, y que reunirá gran<br />
cantidad de personas <strong>en</strong> esa red de Pedro, <strong>el</strong> pescador.<br />
La esc<strong>en</strong>a continúa. En un fuego preparan la comida, com<strong>en</strong><br />
juntos pescado y pan, y de pronto Jesús se dirige a Simón<br />
Pedro. «Simón», dice, «hijo de Jonás, ¿me amas más<br />
que éstos?» Pedro, desconcertado, se limita a responder:<br />
«Sí, Señor. Tú sabes que te quiero». Una vez, y otra, hasta<br />
tres veces, le pregunta Jesús lo mismo a su primer apóstol,<br />
y siempre recibe la misma respuesta: «Sí, Señor. Tú sabes<br />
que te quiero». Al final, Pedro lo dice incluso un poco <strong>en</strong>ojado:<br />
«Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero».<br />
Tras este preámbulo, Jesús hace un extraño <strong>en</strong>cargo <strong>en</strong> tres<br />
frases también: «Apaci<strong>en</strong>ta mis corderos», y de nuevo:<br />
«Apaci<strong>en</strong>ta mis ovejas», y al final: «Apaci<strong>en</strong>ta mis ovejas».<br />
¿Qué quiere decir exactam<strong>en</strong>te?<br />
Los apóstoles pescan peces gracias a Él, pero es Él qui<strong>en</strong> les<br />
da de comer. Es decir, que al final <strong>el</strong> esfuerzo humano es<br />
329