Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
El escritor judío Franz Werf<strong>el</strong> prometió que, si se salvaba<br />
de los nazis, inmortalizaría la vida de Bernadette <strong>en</strong> una<br />
nov<strong>el</strong>a, y cumplió su promesa. En torno a la propia Bernadette<br />
muy pronto volvió a hacerse <strong>el</strong> sil<strong>en</strong>cio. «Fíjese», dijo<br />
antes de morir, «mi historia es muy s<strong>en</strong>cilla. La Virg<strong>en</strong> se<br />
sirvió de mí. Después me dejaron <strong>en</strong> un rincón. Ése es ahora<br />
mi sitio, ahí soy f<strong>el</strong>iz, ahí me quedaré.»<br />
La historia de Lourdes me resulta muy conmovedora.<br />
Y Werf<strong>el</strong>, que la contó con una profunda implicación íntima,<br />
contribuyó mucho a acercárm<strong>el</strong>a, al igual que a otros<br />
muchos. Aunque por solidaridad con <strong>el</strong> pueblo judío él no<br />
quisiera hacerse católico, es evid<strong>en</strong>te que con Bernadette<br />
vio a María íntimam<strong>en</strong>te y creyó y confió <strong>en</strong> <strong>el</strong>la.<br />
Yo diría que no debemos tratar de explicar todo esto.<br />
Esa jov<strong>en</strong> s<strong>en</strong>cilla, que <strong>en</strong> sí misma sólo t<strong>en</strong>ía una gran pureza<br />
interior, <strong>en</strong> <strong>el</strong> siglo d<strong>el</strong> racionalismo, rodeada de un<br />
racionalismo muy crudo e incluso anticlerical, pero también<br />
de una autoridad eclesiástica escéptica que <strong>en</strong> principio<br />
actuaba con fundada caut<strong>el</strong>a, logró colocar <strong>en</strong> ese ambi<strong>en</strong>te<br />
espiritual algo frío, más bi<strong>en</strong> gélido, <strong>el</strong> rostro de la<br />
madre de <strong>Dios</strong>. Y <strong>en</strong> la señal d<strong>el</strong> agua viva, curativa, demuestra<br />
<strong>en</strong> cierto modo la señal de María por la fuerza<br />
salvadora de la creación, que es nuevam<strong>en</strong>te despertada<br />
por <strong>el</strong>la.<br />
Que precisam<strong>en</strong>te o justam<strong>en</strong>te ese contexto racionalista,<br />
<strong>en</strong> <strong>el</strong> que un alma s<strong>en</strong>cilla se convierte <strong>en</strong> vid<strong>en</strong>te, vu<strong>el</strong>va<br />
a hacer palpable <strong>el</strong> cristianismo como una r<strong>el</strong>igión d<strong>el</strong><br />
corazón y una realidad salvadora, constituye una gran señal.<br />
De ahí que sea completam<strong>en</strong>te normal y muy positivo<br />
que las personas <strong>en</strong>tr<strong>en</strong> allí una y otra vez <strong>en</strong> contacto con<br />
<strong>el</strong> misterio de Cristo. Esa agua curativa las remite de nuevo<br />
al agua curativa d<strong>el</strong> bautismo, al manantial radicalm<strong>en</strong>te<br />
nuevo que nos ha regalado <strong>Dios</strong>.<br />
294<br />
SOBRE LA CARIDAD<br />
El evang<strong>el</strong>io dice: «¿De qué sirve, hermanos míos, que algui<strong>en</strong><br />
diga: "T<strong>en</strong>go fe", si faltan las obras? ¿Acaso podrá<br />
salvarle la fe?». Mateo escribe que <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre <strong>en</strong><br />
su justicia c<strong>el</strong>estial llevará la cu<strong>en</strong>ta y un día hará balance.<br />
Porque: «Lo que habéis hecho a uno de mis hermanos más<br />
humildes, me lo habéis hecho a mí». Según esto la fe <strong>en</strong> sí misma<br />
está muerta, la Iglesia derivó d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io las siete<br />
obras de caridad, que son: Dar de comer al hambri<strong>en</strong>to,<br />
dar de beber al sedi<strong>en</strong>to, vestir al desnudo, dar posada al<br />
peregrino, redimir al cautivo, visitar a los <strong>en</strong>fermos y <strong>en</strong>terrar<br />
a los muertos.<br />
La primera cita procede de la Epístola de Santiago, que ti<strong>en</strong>e<br />
un int<strong>en</strong>so tinte judeocristiano. Y es que Santiago era<br />
obispo de Jerusalén. En la historia de la Iglesia, él repres<strong>en</strong>ta<br />
ese cristianismo que valora que la fe se <strong>en</strong>carne <strong>en</strong> la<br />
vida, que la fe dé fruto, que se acredite <strong>en</strong> la acción.<br />
La segunda cita procede d<strong>el</strong> propio evang<strong>el</strong>io. Nos informa<br />
de la parábola d<strong>el</strong> juicio, cuando <strong>el</strong> Señor se id<strong>en</strong>tifica<br />
con <strong>el</strong> necesitado y dice: «Me <strong>en</strong>contráis a mí mismo <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />
necesitado». Y de aquí surgió finalm<strong>en</strong>te una palabra que<br />
ha pr<strong>en</strong>dido con fuerza <strong>en</strong> la historia de la Iglesia. Las personas<br />
compr<strong>en</strong>dieron que, justo cuando hallamos a los despreciados,<br />
a los que sufr<strong>en</strong>, a los pobres, Cristo nos espera<br />
<strong>en</strong> <strong>el</strong>los. En la parábola, <strong>el</strong> Señor habla finalm<strong>en</strong>te de distintas<br />
modalidades de caridad: «Estaba desnudo, y me vestísteis;<br />
estaba <strong>en</strong>fermo, y me visitasteis; estaba <strong>en</strong> la cárc<strong>el</strong>, y<br />
vinisteis a verme...». Con esto ofrece una pequeña tipología<br />
de los necesitados, que repres<strong>en</strong>tan a Cristo <strong>en</strong> <strong>el</strong> <strong>mundo</strong>.<br />
Tomemos una de esas obras: «Vestir al desnudo». Seguro<br />
que no alude a donativos de ropa usada.<br />
ZQÍ