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La Caída del Dragón y del Águila - World Center of Humanist Studies

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humanos, cuyas reivindicaciones han encontrado amplio eco en gobiernos y grupos de<br />

presión en todo el mundo. Sin embargo, muy pocos recuerdan hoy el repudio y<br />

aislamiento con el que en las Naciones Unidas se castigó aquella represión en la plaza<br />

de la Paz Celeste. “Por la plata baila el mono” dice un dicho popular en <strong>La</strong>tinoamérica y<br />

China no consiguió libertad pero sí plata y – como es sabido – hay monos en<br />

abundancia, dispuestos a tender alfombras rojas tapando hechos infames para halagar a<br />

dictadores y represores a cambio de crédito o inversión.<br />

Los activistas políticos no han sido los únicos perseguidos en esta sostenida cruzada<br />

políticamente conservadora, ocultada por furiosos avances en el campo económico.<br />

En la siguiente década ciertos nuevos aires religiosos han merecido la condena <strong>del</strong><br />

Estado – que sin embargo – se ha mostrado tolerante con variantes más tradicionalistas<br />

<strong>del</strong> espíritu, quizás por considerarlas más “opiáceas”, parafraseando a Marx.<br />

<strong>La</strong> exclusión sistemática de miembros <strong>del</strong> grupo Falun Gong no es casual y tiene<br />

íntima relación con otra huella histórica poderosamente inquietante en la mente de<br />

funcionarios imperiales. El ocaso de muchas dinastías chinas estuvo acompañado de<br />

tremendas revueltas inspiradas por personajes y formaciones envueltas en un misticismo<br />

revolucionario, que – como nota común – aseguraban poder restaurar el orden caído y<br />

recuperar aquel “mandato <strong>del</strong> cielo” cuya pérdida se manifestaba en la decadencia moral<br />

y social de esos momentos. Los Turbantes Amarillos en el período Han, la Sociedad<br />

Secreta <strong>del</strong> Loto Blanco en la época Yuan, los rebeldes seguidores de Wang Lun, la<br />

secta de los Boxers y el ejército de los Taiping a lo largo de la extendida dinastía Qing,<br />

son algunos de los múltiples ejemplos históricos de importantes asonadas contra ya<br />

vetustos gobiernos imperiales. Por otra parte, la búsqueda de un nuevo sentido<br />

trascendente constituye en sí mismo una contradicción al credo <strong>of</strong>icial y si éste<br />

comienza a ser practicado por millones de ciudadanos, evidencia cierta de que algo no<br />

anda bien en el alma china y que el pueblo comienza a explorar horizontes de redención<br />

diferentes de la ideología <strong>of</strong>icial.<br />

Ya en la primera década <strong>del</strong> nuevo siglo comienza a mostrarse un malestar diferente<br />

y por primera vez, es la clase obrera la que asume la vanguardia de la protesta. Los<br />

reclamos no tienen carácter político sino que versan sobre mejoras salariales y de<br />

condiciones de trabajo, al igual que las reivindicaciones obreras a lo largo y ancho <strong>del</strong><br />

planeta en una época desencantada de grandes sueños libertarios. Por su mismo<br />

contenido son manifestaciones de descontento dirigidas sobre todo contra las<br />

multinacionales explotadoras – precisamente invitadas a suelo chino por su fuerza de<br />

trabajo multitudinaria y a bajo costo -. Es sólo cuestión de tiempo que cierta visión<br />

estructural ligue la responsabilidad compartida entre empresas y gobierno respecto a<br />

esta moderna esclavitud a la que, sin embargo, aún aspiran miles de campesinos que no<br />

han logrado acceder a las ultramodernas instalaciones de las locomotoras fabriles<br />

chinas. Dicha mirada relacional verá entonces que la exclusión en China no es un caso<br />

accesorio o un efecto secundario sino que es intrínsecamente estructural. Lo que está<br />

dentro de los confines <strong>del</strong> <strong>Dragón</strong> debe estar debidamente controlado. Lo que disiente,<br />

aunque esté <strong>del</strong> mismo lado de la Gran Muralla, debe permanecer – en realidad – afuera.

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