La Caída del Dragón y del Águila - World Center of Humanist Studies
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El Maestro nunca habló de milagros, violencia, desórdenes o espíritus.<br />
Analectas, 7:21<br />
<strong>La</strong>s enseñanzas de Kǒngzǐ, o Kong Fu Tse, (literalmente “maestro Kong”), más<br />
conocido en Occidente por Confucio, tuvieron una influencia decisiva en China.<br />
No es posible (ni tampoco es nuestro interés aquí) realizar una ponderación siquiera<br />
aproximada acerca de la doctrina confuciana. Tal imposibilidad guarda relación no sólo<br />
con la distancia en el tiempo y los contextos culturales, que suponen sin duda<br />
modificaciones severas de los contenidos conceptuales, sino también con la barrera<br />
idiomática – sólo franqueable parcialmente a través de múltiples y diversas traducciones<br />
desde una lengua que también ha mutado -. Además, como es el caso de todos aquellos<br />
antiguos sabios, lo que ha llegado hasta nosotros es absolutamente fragmentario, debido<br />
no sólo a las variaciones que impone la tradición y transmisión oral, sino a los<br />
posteriores ordenamientos, recopilaciones, modificaciones, mutilaciones y<br />
destrucciones a las que fueron sometidos los textos originales de esos Maestros, desde<br />
siempre preocupados por develar sentidos y orientar las acciones humanas hacia ellos.<br />
Si agregamos a estas dificultades, la impertinente cortedad e impericia de nuestro<br />
estudio sobre tan vastas materias, estaríamos casi impelidos a callar sobre ello de<br />
inmediato. Tal como se lee en un pasaje <strong>del</strong> “Analectas”, obra primordial <strong>del</strong><br />
Confucianismo, ante la interpelación de un discípulo sobre cómo podría avanzar una<br />
vez que Confucio había decidido callar, éste respondió: “¿Acaso habla el Cielo? Sin<br />
embargo, las cuatro estaciones continúan y las cien criaturas siguen naciendo. ¿Acaso<br />
habla el Cielo?”<br />
Sin embargo, desde el punto de vista que estamos considerando, es menester señalar<br />
cómo ciertos tópicos predicados por Confucio y sus principales seguidores en las dos<br />
centurias que siguieron a la muerte <strong>del</strong> Maestro (aproximadamente hacia mitad <strong>del</strong> siglo<br />
V antes <strong>del</strong> punto de partida <strong>del</strong> calendario gregoriano), fueron aprovechados por el<br />
flamante imperio Han – pocos años después <strong>del</strong> nacimiento <strong>del</strong> <strong>Dragón</strong> Imperial durante<br />
la breve dinastía Qin o Ch’in – y por las sucesivas dictaduras imperantes, a fin de<br />
consolidar sus aspiraciones de poder centralistas.<br />
Los valores centrales confucianos que sirvieron a estos designios - y que por tanto<br />
fueron acentuados durante los siguientes dos mil años - pueden resumirse en la<br />
obediencia a los ritos y costumbres, la aceptación de premisas emanadas de la autoridad<br />
– a su vez responsable de velar por el conjunto – y el precepto de honrar y continuar el<br />
mandato de las generaciones precedentes.<br />
Confucio puso también el máximo énfasis en la ética que debía poseer un gobernante<br />
que él imaginaba como un conductor virtuoso, en cuyo espejo pudiera mirarse su pueblo<br />
en sus acciones cotidianas. Virtudes tales como lealtad, probidad, preocupación por el<br />
bienestar de los gobernados, constituían temas centrales de aquella ética, que el Maestro<br />
tomaba de tiempos pasados, en especial de la figura <strong>del</strong> Archiduque de Zhou, dinastía<br />
que gobernó China en los tiempos de Confucio y a la que sucedieron varios siglos de<br />
guerras entre reinos en combate por el poder central. Este período histórico es<br />
asemejado por diversos estudiosos a la situación de Europa en el medioevo, si bien esto<br />
ocurría 10 siglos antes.