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La Caída del Dragón y del Águila - World Center of Humanist Studies

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<strong>La</strong>zos de familia resistentes como las fibras de la seda<br />

Entre los valores predicados por el confucianismo, como decíamos anteriormente,<br />

destaca la importancia de honrar a las generaciones precedentes. Sin duda que este<br />

sentido de pertenencia familiar ha sido un poderoso factor en la unificación civilizatoria.<br />

Tal práctica, que desde la mirada actual podría ser catalogada de anticuada, autoritaria y<br />

restrictiva, conlleva desde otro punto de vista una acumulación de proceso y la<br />

construcción de un tejido social potente, resistente a los avatares de las coyunturas.<br />

Aquel culto a los antepasados también se practicaba en la religión doméstica de la<br />

Antigua Roma y aún en épocas <strong>del</strong> Imperio, conviviendo con la religión <strong>of</strong>icial. En los<br />

hogares de Roma se veneraba a distintos espíritus. El espíritu “bueno” de los<br />

antepasados era simbolizado por los manes, los dioses protectores <strong>del</strong> hogar eran los<br />

lares y había también demonios malignos a los que había que temer y respetar. Los<br />

romanos recordaban a sus muertos mediante pequeñas estatuillas que colocaban en<br />

sitios precisos. Así la palabra “lar” es aún hoy en la lengua castellana sinónimo de<br />

hogar, recordando aquella creencia.<br />

En China, este sentido de pertenencia familiar no sólo está anclada en el culto<br />

confuciano sino que encuentra también raíces en la típica organización agraria. <strong>La</strong> base<br />

social china durante toda su historia ha estado compuesta por pequeños villorrios cuyo<br />

núcleo era la familia o mejor dicho, el clan familiar.<br />

Una clara muestra de la fortaleza de esta imponente ramificación nos la da el sistema<br />

de nombres utilizado por los chinos. Como bien se sabe, el nombre propio chino se<br />

antepone al nombre individual, mostrando de inmediato la pertenencia familiar de cada<br />

persona. Clasificaciones consultadas listan unos 700 nombres propios y hasta existen<br />

fuentes – quizás algo radicales - que aseguran que con 20 nombres familiares se puede<br />

abarcar a la mayor parte de la población. Otras estadísticas toman los primeros cien<br />

nombres propios y afirman que un 85% de la población porta ese apellido. Los tres<br />

nombres más comunes son Li, Wang y Zhang que en conjunto representan el apellido<br />

de 300 millones de personas, sin duda las familias más grandes <strong>del</strong> mundo.<br />

Aún siendo cautelosos y tomando la opción más conservadora, englobar a este<br />

pueblo en 700 nombres quiere decir que estadísticamente ¡cada chino tiene<br />

aproximadamente un millón ochocientos cincuenta mil parientes!, lo cual es<br />

seguramente un dolor de cabeza a la hora de elegir y comprar regalos en cada festividad<br />

o de recordar las fechas de cumpleaños de cada uno….<br />

Sin duda que la relación familiar no ha sido la única fuente de nominación y al igual<br />

que otros pueblos, también han incidido en el repertorio de nombres la pertenencia a un<br />

lugar, a una etnia, a un feudo o a una pr<strong>of</strong>esión. Y para completar la confusión, digamos<br />

que era habitual que una misma persona, sobre todo en las clases nobles, tuviera varios<br />

nombres, según se trate <strong>del</strong> nombre de cortesía, un pseudónimo, nombre póstumo, <strong>del</strong><br />

templo o de la era a la cual el individuo pertenecía. A ello se agrega, en tiempos<br />

actuales, que un niño posee un nombre escolar, un adolescente un “nick” y en esferas de<br />

negocios es habitual que un chino posea también un nombre “occidental”.<br />

Pero más allá de todo este enredo, es innegable que la familia, cuya cadena de<br />

ampliación y sucesión era entendida desde los primeros tiempos imperiales por vía

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