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La Caída del Dragón y del Águila - World Center of Humanist Studies

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Por lo demás, la “legítima defensa” que se enarbolará como argumento de la<br />

creciente expansión, no hará sino perturbar los intereses de aquellos pueblos ahora bien<br />

cercanos a los destacamentos nominalmente “protectores” – pero en realidad, invasores.<br />

Con ello, se hará difícil para cualquier ciudadano comprender qué se quiere explicar con<br />

aquella “legitimidad”. A estas alturas, este ciudadano verá cómo las legiones <strong>del</strong> polo<br />

alejado incidirán radicalmente en el modo de vida de otros, apoyarán facciones,<br />

promoverán cambios de gobierno, ocuparán territorios o acaso se harán cargo de la<br />

administración completa <strong>del</strong> lugar, impondrán costumbres y credos, se apoderarán de<br />

las materias primas, de los avances técnicos y habrán con todo esto violentado, matado<br />

y dispuesto de los demás a su antojo como objetos de su insaciable y peligrosa avidez.<br />

En el caso de la relación de los británicos con China, en 1793 el emperador Qianlong<br />

respondía a la embajada comercial enviada por el Rey Jorge III negando todo interés<br />

chino en adquirir mercancías <strong>del</strong> exterior “bárbaro”, confiando en su propia capacidad<br />

de autoabastecerse ampliamente. China no negociaría con las potencias comerciales –<br />

<strong>of</strong>icio por otra parte indigno de emperadores entronados por voluntad divina – sino a<br />

través de muy contados concesionarios y con restringidas mercancías que generarían un<br />

fuerte desbalance comercial, dada la gran aceptación que ciertos productos chinos<br />

encontraban en el creciente consumo europeo. Pero ésta sería una situación inaceptable<br />

para los pujantes imperios, que no aceptarían tales negativas. En nombre de la libertad y<br />

el libre comercio, atacaron entonces al <strong>Dragón</strong> hasta conseguir su objetivo. Pero las<br />

grandes distancias, los abismos culturales, los paupérrimos ingresos de millones de<br />

campesinos y sobre todo, la enfermiza, voraz y tenebrosa lucha que entablaron esas<br />

potencias por el dominio de un mundo por primera vez abarcado en su totalidad, hizo<br />

que a la brutal apertura <strong>del</strong> candado imperial chino de cuatro siglos no siguiera una<br />

renovada dominación extranjera prolongada. El bando que emergería vencedor luego de<br />

la acostumbrada lucha mortífera entre facciones, instalaría una dictadura liderada por<br />

los cuadros <strong>del</strong> en 1921 fundado Partido Comunista de China, apoyado por entonces por<br />

la dictadura de similar signo que se había establecido en las regiones anteriormente<br />

gobernadas por la dinastía Romanov.<br />

Este régimen aliado - que con el tiempo devendría en un nuevo <strong>Águila</strong> soviética de<br />

pelambre rojiza volando hacia regiones muy alejadas de su tierra natal - también se<br />

había aprovechado en su victoria (poco antes de finalizada la primera Guerra Mundial)<br />

de la decadencia estructural y moral <strong>del</strong> zarismo y de su momentánea debilidad por las<br />

guerras sostenidas en el mismo encuadre <strong>del</strong> capitalismo colonialista comentado con<br />

anterioridad.<br />

Así en China, el imperialismo extranjero - que fuera tipificado por Mao como el<br />

principal enemigo <strong>del</strong> pueblo, al que debía combatirse incluso uniéndose a los rivales<br />

internos - terminó constituyéndose objetivamente - por el combate entre esas mismas<br />

fuerzas imperiales - en aliado fundamental de aquella revolución popular. <strong>La</strong>s <strong>Águila</strong>s<br />

se despedazaban entre ellas y el pueblo sometido por el <strong>Dragón</strong> emergía triunfante en la<br />

estela de aquel similarmente esforzado pueblo ruso - quien había cercenado la doble<br />

testa coronada <strong>del</strong> <strong>Águila</strong> Zarista en la segunda década de aquel siglo XX.

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