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La Caída del Dragón y del Águila - World Center of Humanist Studies

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Y las barreras cayeron. <strong>La</strong> tecnología se había introducido con fuerza barriendo<br />

anticuadas industrias pesadas. <strong>La</strong> introducción de nuevos materiales, de nuevos<br />

procesos de fabricación y de nuevas formas organizativas revolucionó la economía en<br />

todos sus aspectos. Con el enorme endeudamiento que se produjo en ese mundo<br />

sediento de renovaciones, se producía una concentración inédita de capital en manos<br />

financieras, sedientas a su vez de ganancias suculentas y – sobre todo – rápidas. Así<br />

como durante el siglo XIX y XX el mundo agrícola, obediente prisionero de los ciclos<br />

naturales, había dado paso al industrioso mundo fabril, cuyos tiempos y volúmenes<br />

parecían ser un reflejo más ajustado de la voluntad humana, la pesada seguridad <strong>del</strong><br />

hierro y <strong>del</strong> carbón darían paso a una volátil vorágine, cada vez más alejada de toda<br />

realidad productiva.<br />

Y todo iba bien, hasta que llegaron los Hombres de la Bolsa. Claro que éstos nunca<br />

se habían ido y que habían sido fuertes actores en todas las décadas anteriores. Sin<br />

embargo, ya no eran los Estados en bancarrota los grandes clientes, ya no era la<br />

necesidad de ampliar producción, la banca necesitaba nuevos negocios, nuevos<br />

territorios por invadir para las grandes sumas de dinero que se apiñaban en sus<br />

contabilidades usureras. El resto es muy conocido: a la sobrevaluación de las<br />

propiedades por actividades especulativas con securitizaciones hipotecarias, siguió un<br />

reventón de la burbuja y el desplome <strong>del</strong> consumo. Otra vez asomaba el gran fracaso <strong>del</strong><br />

año 1929 en la memoria colectiva <strong>del</strong> pueblo norteamericano. Otra vez se acudía –<br />

como en tiempos <strong>del</strong> New Deal pero con televisión a color – al Estado a por ayuda, en<br />

esta oportunidad para evitar quiebras en corporaciones financieras. Otra vez, el sentir<br />

popular votaba a quien prometía mayor gasto fiscal en cuestiones sociales. Nuevamente<br />

el nivel de desempleo había aumentado considerablemente, rondando el 10% de la<br />

población activa.<br />

A estas alturas, el <strong>Águila</strong> ha perdido mucho plumaje. Su posición preeminente en la<br />

industria y en el comercio internacional ha cedido un gran terreno a la manufactura<br />

oriental, que no sólo ha logrado mejores precios en razón de menores costos sino que ha<br />

aumentado considerablemente su volumen y calidad productiva. El déficit comercial se<br />

ha vuelto crónico. <strong>La</strong> deuda fiscal – mayoritariamente también en manos orientales – ha<br />

aumentado a un nivel sin precedente, niveles que difícilmente el FMI avalaría, si se<br />

tratara de cualquier otro país, claro. <strong>La</strong> ecuación es a largo plazo insostenible, es el plan<br />

Marshall al revés: hoy son algunos Estados con fuertes excedentes como China, Japón o<br />

Arabia Saudita, los que sostienen a un país que – teniendo por lejos el mayor producto<br />

bruto interno <strong>del</strong> mundo – es incapaz de solventar sus gastos de Estado, entre otras<br />

cosas por su enorme maquinaria bélica.<br />

Por otra parte, si bien muchas empresas quieren introducir sus bienes en EEUU, la<br />

pérdida de poder adquisitivo y el multilateralismo generalizado hacen que busquen<br />

ubicarlos en muchos otros lugares. En especial el <strong>Dragón</strong> es el nuevo gran mercado de<br />

consumo favorecido por todos. El dólar ha dejado ya de ser moneda indiscutida y<br />

aunque todavía prevalente en el comercio internacional, va siendo reemplazada por<br />

sistemas varios de intercambio por fuera de los rieles trazados por la arquitectura<br />

financiera de Bretton Woods.<br />

Está claro que hay en curso una “guerra fría” de competencia por la preeminencia<br />

tecnológica. Los viejos poderes pretenden trazar a través de nuevas tecnologías, nuevas<br />

fronteras de desigualdad para renovar la dependencia y el control – en esta oportunidad

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