La Caída del Dragón y del Águila - World Center of Humanist Studies
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infunden esperanza al borrascoso presente, se nos explica que esta joven generación es<br />
la más diversa culturalmente, la más habituada tecnológicamente y que exhibe<br />
comportamientos de trabajo en equipo, disímiles al individualismo que asolaba el<br />
mundo en los tiempos de sus infancias – tanto por fuera como en el entorno mismo <strong>del</strong><br />
mundo familiar de pocos o ningún hermano, vecino o cercano.<br />
<strong>La</strong> generación Y (como algunos la denominan con fervor euclidiano) es hasta vista<br />
con características “heroicas”, las cuales serían las necesarias para devolver gloria a esta<br />
nación en declive. Se trazan de esa manera paralelismos con la generación posterior a la<br />
última conflagración mundial, avizorando que estos nuevos ciudadanos podrían hacer<br />
re-emerger el poderío que el <strong>Águila</strong> consiguiera entonces.<br />
¿Será que el fracaso ha asolado el corazón de una generación en apariencia exitosa,<br />
la que está actualmente en el poder social, lo cual la impele a <strong>del</strong>egar de manera<br />
anticipada la gestión de un mundo caído? Es posible.<br />
Seguramente hay otras características en esa generación que hoy comienza a penetrar<br />
la vida pública y que han sido omitidas o poco advertidas por estos periodistas – todo en<br />
función de aquello que se quiere o no se quiere ver -. Por ejemplo, la inmensa aversión<br />
que despierta en la crecida juventud – americana o no - todo intento de manipulación<br />
por parte de un poder centralizado, corazón <strong>del</strong> sistema concentrador actual.<br />
Por ello es que desde el mismo sistema - a través de formadores de opinión, medios,<br />
ONG`s, tanques de prensamiento (no de pensamiento), encuestadoras y marketineros<br />
varios - se continuará con el intento de encauzar la renovación humana que encarna esta<br />
generación por el camino de la simple “innovación” externa, sin afectar la nefasta<br />
dirección de sinsentido que lleva el mundo consumista y destructor <strong>del</strong> <strong>Águila</strong> de las<br />
corporaciones.<br />
De esta manera, pasemos mejor a admirar los patios de juegos de las escuelas, los<br />
decorados de las habitaciones infantiles o la extraña transliteración lingüística de una<br />
infancia formada en códigos de cada vez más fantásticos y críticos dibujos animados.<br />
Acaso allí anide la historia futura.<br />
En esa escenografía bulliciosa y desbordante de los primeros años <strong>del</strong> nuevo milenio,<br />
encontramos a los herederos de un doble fracaso: al fracaso ampliamente conocido de<br />
los hoy abuelos de cabellos platinados – en otra vida pelilargos críticos de las<br />
costumbres de una sociedad conservadora con sed de progresos materiales – se ha<br />
sumado ahora un nuevo fracaso. Es el de los cínicos antisociales <strong>del</strong> liberalismo a<br />
ultranza, que veían en la privacidad y privatización el signo definitivo de la historia. Esa<br />
generación está dejando un mundo con tremendas desigualdades sociales, lo cual resultó<br />
sorprendente para aquellos que esperaban el publicitado “desborde de riqueza” desde la<br />
cúspide hacia abajo pero lógico para los que intentaron esclarecer a la gente acerca de<br />
aquella ingenuidad. Siguiendo con los logros de esa generación es de considerar el<br />
desorden en el que dejan la casa desde el punto de vista ecológico y la ineptitud de lidiar<br />
con la pr<strong>of</strong>undidad de la amalgama cultural que se va produciendo, externalizando el<br />
fenómeno como simple “globalización” y exacerbando el conflicto. Pero el punto donde<br />
esta generación – al menos la porción mayoritaria que ha defendido los siniestros<br />
valores <strong>del</strong> capital – exhibe su radical y definitivo fracaso es precisamente aquel campo<br />
que tanto le ha importado: el legado de endeble economía, en extremo dependiente de