Logística: Matemáticas y Ejército I. - Universidad de Zaragoza

disciplina, a la vez que comprueba
que están en calma. En el trascurso
de estas visitas recibe una llamada
desde Sevilla de su jefe, el General
de la División Fernández Villa-
Abrille, pidiendo información sobre
la situación en la Plaza a lo que él
responde que es de normalidad.
Sobre las tres y media de la
tarde vuelve a recibir otra llamada
desde Sevilla en la que una voz
(que Campins no reconoció) le
“ordenaba”, tratándole de usted, que
declarara el estado de guerra antes
de una hora. Campins pidió que se
identificara y su interlocutor le dijo
inicialmente que le llamaba desde
la jefatura de la 2ª División. Es de
imaginar la extrañeza de Campins,
tanto por el tono prepotente y tipo
de orden que estaba recibiendo,
como por el hecho de que sólo hacía
unas horas que había hablado con
el General de la División y nada le
hacía sospechar tal devenir de los
acontecimientos. Ante su insistencia
en que no reconocía a quien le
hablaba, su interlocutor le dijo que
era el General Queipo de Llano, que
había tomado el mando de la División
e insistía en que proclamara el estado
de guerra. Campins, ante la gravedad
de lo que se estaba hablando, se
disculpó y le dijo que iba a cortar
la comunicación para devolver la
llamada y así comprobar la identidad
de quien le hablaba. Campins colgó el
teléfono y volvió a llamar varias veces
a Sevilla sin éxito y Queipo nunca
le perdonó lo que había interpretado
como un desplante.
Tras este incidente, el General
llamó al Ministerio para informar y el
Ministro Casares Quiroga le ordenó
que no declarase el estado de guerra,
pero no le informó (una vez más) de
lo que estaba pasando en Sevilla.
Por eso, lo que no podía imaginar
el General Campins era que mientras
tanto, en Sevilla, sede de la 2ª División
Orgánica a la que pertenecía la
Brigada que él mandaba, se habían ido
sucediendo unos acontecimientos que
habían llevado al General de División
Gonzalo Queipo de Llano, hasta ese
momento Inspector de Carabineros, a
hacerse con el mando de la División
poco después de las dos de la tarde de
ese 18 de julio y posteriormente a la
sublevación de Sevilla.
Así las cosas, inmediatamente
después de hablar por teléfono con
el Ministro, Campins llama a los
Coroneles de los Regimientos, León
y Muñoz, para informarles de ambas
conversaciones telefónicas. Durante
esta reunión (sobre las cuatro de la
tarde) recibe un telegrama oficial
del General Villa-Abrille como jefe
de la División en el que le ordenaba
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que al día siguiente (domingo 19
de julio) presidiera un acto de jura
de Bandera. Este telegrama se
redactó en Sevilla antes de que el
General Queipo arrebatara el mando
al General Villa-Abrille, pero el
operador no lo puso hasta las cuatro
de la tarde. Este error llevó al General
Campins a incrementar sus dudas
sobre la autenticidad de la llamada
anterior de Queipo a la vez que lo
sumió en la máxima confusión.
Acabada esta reunión con los
Coroneles, en la que ellos no le dicen
ni sugieren nada relevante, se va a ver
al Gobernador Civil para informarle
y decirle que, mientras hubiera orden
en la calle, él garantizaba el control
de la guarnición. El Gobernador
Civil, Torres Martínez, se quedó
muy satisfecho con la actitud de
Campins; pero tampoco le dio
ninguna información, que a buen
seguro la tenía.
Sobre las seis de la tarde y de
vuelta en la Comandancia, recibe
otra llamada de Sevilla. De nuevo
era Queipo de Llano, quien utilizando
un tono más cordial le informa de lo
que estaba sucediendo e insiste en
ordenarle que declare el estado de
guerra. Campins sigue negándose
alegando todo tipo de excusas
y tras colgar vuelve a informar
al Ministerio sin obtener nuevas