Logística: Matemáticas y Ejército I. - Universidad de Zaragoza

Fernando Martínez de Baños Carrillo
Coronel de Artillería en la Reserva
Componente de la XXXI Promoción
Bodas de Oro de la XXXI Promoción,
3ª Época.
El martes 10 de octubre de 1972, 297 caballeros
cadetes de la XXXI Promoción Juramos Bandera en el
entonces llamado “Patio del Caudillo” (hoy Patio de
Armas) de la Academia General Militar de Zaragoza.
Casi cuarenta años después, el 19 de mayo de 2012,
hemos vuelto a realizar el mismo acto redoblando nuestro
Juramente a la Enseña Nacional de “dar hasta la última
gota de nuestra sangre”, valor que repetimos cada vez que
cantamos el himno de la General cuando entonamos el “y
si morir por ti preciso fuera…”, por lo que encontramos
sentido a la muerte defendiendo nuestra Bandera y nuestra
Patria luchando por ellas con ardor y honor.
Nos presentamos en la General un ya lejano 11 de
septiembre de 1972, después de aprobar una muy dura
oposición, organizándonos en dos compañías y, dentro de
ellas, en diez secciones de clase. A lo largo de nuestros
dos años académicos tuvimos dos Generales Directores:
los Excmo,s. Srs. Don Antonio Balcázar Rubio de la
Torre y el Medalla Militar Individual, de cuando estuvo
en la División Azul, asesinado por ETA años más tarde,
Don Guillermo Quintana Lacaci. El coronel Jefe de
Estudios fue el Il-mo. Sr. Don Serafín Pardo Martínez y
nuestras compañías tácticas de primero fueron mandadas
4 ARMAS Y CUERPOS
por los comandantes Vicente Martín Pérez y Alfonso
Benítez Hernández. Cada compañía tenía tres secciones
al mando de un capitán: Aznar Gracia, Alonso Revilla,
Villavicencio Solá, Latorre Gazol, Jiménez Reigada y
Fernández Regueira, respectivamente. Mientras que los de
la Agrupación Táctica fueron los capitanes Vich Landa,
Santa Pau Corzán, Gayán Cubero, Cerdido Peñalver,
Torralba Gavín, Franco Martínez, Arriví García- Ramos,
Moreno Urarte, Ceballos Ledesama, Siguín Romero y
Delgado Valdés. Cada uno con su estilo de mando propio
que, sin duda, nos transmitieron a lo largo de tantísimas
horas de instrucción.
De todos nuestros profesores hay que decir, en honor
a la verdad, que fueron ellos, con la idiosincrasia que
emanaba del recinto académico: la dureza del plan de
estudios, el horario apretado que sufríamos, la disciplina,
las revistas, el orden cerrado, el tener permiso para ir
a Zaragoza solo los sábados por la tarde y domingos
y festivos (siempre de uniforme), la única hora que
disponíamos de tiempo libre al día, el estudio obligatorio
por la mañana y por la tarde, el Decálogo del Cadete
y las salidas continuas al campo de San Gregorio y las
maniobras, el “deme nota, Caballero”, las formaciones