Logística: Matemáticas y Ejército I. - Universidad de Zaragoza

con la desbandada de los sublevados
y la detención de sus mandos.
Al hilo de los acontecimientos,
el General Director de la Academia
General Militar Francisco Franco
Bahamonde tomó la decisión, por
su propia iniciativa y después de ser
informado la tarde del día 12 por
Capitanía, de emplear al batallón de
Caballeros Cadetes como fuerza de
interposición, tomando posiciones a
lo largo de la carretera de Huesca. Su
objetivo era el cortar el avance de los
sublevados en su camino a la ciudad
de Zaragoza.
Quizás movió a Franco a tomar
dicha decisión el querer desmarcarse
de la conducta un tanto irregular de
su hermano Ramón y demostrar a
todos su adhesión a la Monarquía y
al Régimen establecido. El general
Franco conocía muy bien al capitán
Galán. Recordemos que lo tuvo a sus
órdenes directas en el tiempo que
éste estuvo destinado en la Legión en
Marruecos, por lo que seguramente
conocía sus verdaderas intenciones.
Franco quiso oponer a la
fuerza que traía Galán la disciplina
y la instrucción férrea que sus
cadetes estaban aprendido en la
General. Todos los profesores de
ella provenían del ejército de África
y habían enseñado a los alumnos la
mejor forma de combatir. En las filas
de los cadetes que desplegaron esa
noche se encontraba uno que mucho
tiempo más tarde fue protagonista
directo de la historia de España.
Era el caballero cadete de 2º curso
Manuel Gutiérrez Mellado, que en
correspondencia epistolar particular
con este autor le comentó:
“Un tema triste fue con motivo
de la sublevación de Jaca, que podía
suponer nuestra movilización para
hacer frente a las tropas que podían
venir contra Zaragoza. Al volver de
instrucción notamos que pasaba algo,
mandaron municionar a las unidades
con munición de guerra y estando
en estudio, antes habían doblado la
guardia, tocaron generala y entonces
comprendimos que esta vez era un
asunto grave. Afortunadamente la
guarnición de Zaragoza salió al
encuentro de las tropas de Jaca
por lo que la Academia no tuvo que
intervenir evitándose un desastre
pues la capacidad operativa de
nuestras unidades (dos compañías de
infantería, un escuadrón, una batería
y una compañía de transmisiones)
era muy grande.”
El toque de generala sonó a las
seis y media de la tarde mientras
los Cadetes estaban en estudio.
Muchas veces se ensayó lo que se
debía de hacer al oír el mencionado
toque para casos de alarma o de
inminente peligro. Era la mayoría
de las veces un motivo de algarabía,
según Gutiérrez Mellado, ya que el
alumno siempre prefería el campo y
la instrucción a las aulas.
Aquel día los mandos de la
Academia ya habían tomado ciertas
medidas antes de ordenar el toque,
como reforzar la guardia y otras más.
Una vez vestidos con el capote gris
sobre el mismo mono de faena, se
les ordenó sacar el taco de madera
de las cartucheras del correaje para
llenarlas con munición de guerra.
Formaron en el Patio del Rey (hoy
Patio de Armas) por Unidades
tácticas: dos compañías de fusiles,
la compañía de ametralladoras, la
batería ligera, el escuadrón y la
sección de transmisiones.
Una vez dadas las novedades
pertinentes al Coronel Jefe de
Estudios por el Comandante Sanz
de Aranar, se ordenó municionar,
enganchar, cargar y montar a todas
las Unidades.
82 ARMAS Y CUERPOS
El despliegue se realizó poco
después: el escuadrón se trasladó
a las proximidades de Zuera; las
compañías de fusiles a la carretera
de Huesca con la misión de cortarla;
la compañía de ametralladoras al
Vértice Sillero; la batería de Artillería
con granadas rompedoras a la Granja,
y la Sección de Transmisiones tendió
los enlaces y prepararon cargas
para efectuar voladuras en obras de
fábrica de la carretera.
Todo se desarrollaba en un
ambiente de combate y con gran
tensión. Poco a poco se fueron
conociendo las noticias de la
sublevación en Jaca y su intención de
llegar a Zaragoza. Se mantuvieron en
sus puestos toda la noche. Su espíritu
era muy elevado y cumplieron
perfectamente la misión, pues
mientras ellos estuvieron allí no
pasó nadie sin el control preciso. Se
paró y controló al General Dolla y
a las columnas que salieron hacia
Huesca; se paró a unos periodistas
que regresaban de Huesca; se paró
a dos ciclistas que transitaban por
el lugar, etc. Habían colocado un
tronco de árbol cruzando la carretera
por lo que era imposible el cruzarla
y usaron, entre otros instrumentos,
linternas tapadas con papel rojo para
no ser vistos en la oscuridad.
A eso de las nueve de la mañana
del día siguiente, 13, se dio la orden
de regresar a la Academia. Los
sublevados habían sido detenidos
en Cillas.