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<strong>Revista</strong> <strong>de</strong> <strong>Temas</strong> <strong>Nicaragüenses</strong> <strong>No</strong>. <strong>12</strong> (Abril 2009)<br />
nesto Mays Vallenilla. Y naturalmente, la historia, la forma como el hombre americano entien<strong>de</strong> su<br />
historia, ha sido y sigue siendo una <strong>de</strong> las claves para esta toma <strong>de</strong> conciencia. ¿Dón<strong>de</strong> pone el acento<br />
el americano al actuar en la triple dimensión que forma la historia? ¿Es un conservador, un expectante<br />
o un revolucionario permanente?<br />
La respuesta a estas dos preguntas ha dado origen a la conciencia <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> dos actitu<strong>de</strong>s<br />
que en América tienen su fuente en una bifurcación <strong>de</strong> la cultura europea u occi<strong>de</strong>ntal. Las dos<br />
Américas, la liberal y la occi<strong>de</strong>ntal, tienen su origen en la cultura europea; pero en una etapa <strong>de</strong> la<br />
misma en que estaba a discusión la permanencia o abandono <strong>de</strong>l pasado, como es el caso <strong>de</strong> Francia<br />
y su ruptura con la monarquía y el advenimiento <strong>de</strong> la Revolución Francesa. La asunción <strong>de</strong>l futuro<br />
en un presente que era, a su vez, prolongación <strong>de</strong> un pasado siempre vivo; o la plena eliminación <strong>de</strong>l<br />
pasado en un presente que aspiraba a ser distinto.<br />
Esto que plantea Leopoldo Zea, me trae a la mente una famosa frase <strong>de</strong>l filósofo racionalista<br />
alemán, Gottfried W. Leibniz (1646-1716), que dice: “Lo presente, producto <strong>de</strong> lo pasado, engendra<br />
a su vez lo futuro”.<br />
Los partidarios <strong>de</strong> una y <strong>de</strong> otra actitud trataban <strong>de</strong> dirimir el problema, no sólo disputando<br />
sobre el porvenir <strong>de</strong> la cultura europea, sino tratando, también, <strong>de</strong> llevar sus respectivas soluciones a<br />
un mundo virgen <strong>de</strong> historia, a la América.<br />
América, continente fuera <strong>de</strong> la historia, <strong>de</strong> la única historia que estaba dispuesto a reconocer<br />
el europeo, no poseía otra dimensión que la <strong>de</strong>l futuro, la <strong>de</strong>l futuro <strong>de</strong> ese hombre que la había <strong>de</strong>scubierto<br />
y conquistado, incorporándola así a su historia. Unos, los partidarios <strong>de</strong> la prolongación <strong>de</strong>l<br />
pasado, tratarán <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> ese futuro que era América una ampliación <strong>de</strong>l mundo que se empeñaban<br />
en conservar. Los otros, los partidarios <strong>de</strong> un futuro sin ligar con el pasado, tratarán a su vez <strong>de</strong><br />
hacer <strong>de</strong> América una utopía permanente, un mundo en el que el progreso alcanzado no fuese siempre<br />
sino un punto <strong>de</strong> partida hacia el futuro por alcanzar. La América española prolongaba su mundo,<br />
su cultura, su pasado y se dolía ante cualquier <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> sus nexos con España; los anglosajones,<br />
por el contrario, se <strong>de</strong>sprendían <strong>de</strong>l pasado sin remordimiento. Los primeros, los españoles<br />
criollos en América, prolongaban el or<strong>de</strong>n que habían recibido <strong>de</strong> la madre patria y que trataban<br />
<strong>de</strong> conservar; los otros, los anglosajones, trataban <strong>de</strong> crear un nuevo or<strong>de</strong>n cuya fortaleza había <strong>de</strong><br />
crecer en el futuro. Mientras uno sólo trataba <strong>de</strong> afianzar su ser, la herencia ibérica; el otro se preocupaba<br />
por crearlo. Uno ponía toda su fe en lo que ya era, mientras el otro ponía su esperanza en<br />
lo que podía llegar a ser. Tanto el uno como el otro originaron el modo <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>l hombre que le ha<br />
dado existencia con su acción.<br />
Un modo <strong>de</strong> ser diverso en una América y en la otra, en la América ibera y en la América sajona<br />
u occi<strong>de</strong>ntal. El pueblo estadouni<strong>de</strong>nse que se sabe here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la cultura occi<strong>de</strong>ntal y, por en<strong>de</strong>,<br />
expresión <strong>de</strong> su más alto <strong>de</strong>sarrollo. Y por el otro lado, el modo <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> la América ibera <strong>de</strong>tenido<br />
en un presente expectante. De tal manera que el latinoamericano fuese un ser <strong>de</strong> extraña configuración;<br />
un ser que se niega a ser lo que es para ser algo distinto; un ser que sólo se caracteriza por<br />
lo que quiere llegar a ser. Un ser en permanente espera <strong>de</strong> llegar a ser. La América en su totalidad, la<br />
sajona y la ibera, se apoya en el futuro, sólo que el hombre sajón ha hecho <strong>de</strong>l pasado un instrumento<br />
<strong>de</strong>l futuro; mientras el ibero, no queriendo contar con ese pasado, se apoya en el presente, en<br />
don<strong>de</strong> ha <strong>de</strong> advenir el futuro; lo espera día a día, segundo a segundo. En cambio, el sajón, realiza su<br />
futuro día a día, el latino lo espera. El latinoamericano, según lo ha <strong>de</strong>finido Edmundo O’Gorman,<br />
es un “Ser como otros para ser sí mismos”. La historia <strong>de</strong> este hombre, el latinoamericano, sería la<br />
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