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ELPMUNDOEDICION:

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EL FINAL DE UN PONTIFICADO / LA OPINION<br />

El Santo Padre<br />

de Polonia<br />

La primera vez que vi al Papa Juan<br />

Pablo II en persona fue en 1987, a no<br />

muchos metros de la casa de Lech<br />

Walesa, en el antiguo aeropuerto de<br />

Gdansk, donde se habían congregado<br />

un millón de personas para una<br />

misa multitudinaria. Los comunistas<br />

estaban todavía en el poder. Vi banderas<br />

del sindicato Solidaridad, entonces<br />

ilegal, agitadas al viento por<br />

encima de las cabezas de la muchedumbre,<br />

así como pancartas de Checoslovaquia,<br />

Lituania y Ucrania.<br />

La Europa central y oriental estaba<br />

ávida de cambios y, a pesar de las<br />

amenazas y de las prohibiciones de<br />

Varsovia y Moscú, se había reunido<br />

toda ella con el Papa. Después de celebrada<br />

la misa, aquella multitud numerosísima<br />

emprendió la marcha<br />

hacia la ciudad, en la que había apostados<br />

vehículos blindados de la policía<br />

listos para entrar en acción.<br />

La primera peregrinación del Papa<br />

a Polonia, en 1979, también había<br />

tenido una enorme repercusión a lo<br />

largo y ancho de Europa central y del<br />

En las huelgas de Gdansk<br />

de 1980, los trabajadores<br />

usaban su imagen como<br />

escudo contra las cargas<br />

este. En la plaza más importante de<br />

Varsovia, Juan Pablo II rogó a Dios<br />

con las palabras «¡Baje tu espíritu sobre<br />

nosotros y cambie la faz de la tierra,<br />

de esta tierra!» y recomendó al<br />

pueblo «¡No tengáis miedo!». Ser<br />

conscientes de que en el Vaticano<br />

había un «Papa polaco» constituía<br />

para el pueblo polaco una fuente de<br />

energía renovada y proporcionó el<br />

impulso necesario para el nacimiento<br />

del movimiento de Solidaridad.<br />

En 1980, durante las masivas<br />

huelgas de Gdansk, yo me situaba a<br />

la entrada de los astilleros y veía el<br />

retrato del Papa, festoneado con flo-<br />

STEFAN CHWIN<br />

«A la Iglesia se le presenta un campo inmenso».<br />

Eran palabras de Pablo VI en 1971<br />

y que siempre son válidas. La muerte de<br />

Juan Pablo II abre de nuevo la pregunta sobre<br />

los retos que se le presentan y ante los<br />

que se presenta esta nueva etapa de la vida<br />

de la Iglesia. Hablamos de Iglesia como realidad<br />

divino humana, heredera y transmisora<br />

del misterio de Cristo, no como jerarquía,<br />

sino como toda la comunidad viva de<br />

creyentes (laicos, consagrados, sacerdotes<br />

y obispos). Así, la Iglesia es la única realidadvivaquepermaneceidénticayalaque,<br />

en su peregrinar en la Historia, se le llama a<br />

responder de modo global y particularizado<br />

en cada nueva situación. En ese sentido es<br />

una cuasi persona, un sujeto perpetuo de<br />

responsabilidad, y por ello, lejos de esconder<br />

la cabeza, hay que otear el horizonte. Es<br />

un don saber discernir lo que hoy necesita<br />

la Iglesia (dentro de sí) y lo que el mundo<br />

espera, aunque sea de modo inconsciente,<br />

como respuesta a sus angustias y reclamos.<br />

Lo que aquí se apunta quiere ser eso: indicaciones<br />

breves de lo más nuclear.<br />

El ser de la Iglesia, en todos sus miembros,<br />

está permanentemente exigiendo mayor<br />

transparencia institucional y personal<br />

del tesoro que los velos humanos impiden<br />

ver. Por eso el primer reto será siempre<br />

res, con que se adornaba la puerta.<br />

Los trabajadores de Gdansk lo utilizaban<br />

como un escudo mágico que<br />

los protegía de las cargas de las<br />

Fuerzas de Seguridad comunistas.<br />

Lech Walesa no se cansaba de repetirqueélnoseconsiderabaasímismo<br />

más que un alumno del Papa.<br />

Por otra parte, el programa de Solidaridad<br />

no habría salido adelante de<br />

no haber sido por las enseñanzas del<br />

Papa sobre la sociedad civil.<br />

Cuando Karol Wojtyla salió elegido<br />

Papa en 1978, los polacos consideraron<br />

que se daba así cumplimiento<br />

a una predicción del siglo XIX, debida<br />

a poetas polacos del romanticismo,<br />

de que un día habría un «Papa<br />

eslavo». Ahora bien, no menos importante<br />

era para los polacos su manera<br />

de actuar, tan poco habitual en<br />

un gran dignatario de la Iglesia. Wojtyla<br />

los cautivaba con su sentido del<br />

humor, con su afición a la natación y<br />

al esquí, con sus gestos y, por encima<br />

de todo, con su manifiesto respeto<br />

por los pueblos del planeta.<br />

Muy pocas personas se referían a<br />

Juan Pablo II como el «Papa»; la mayoría<br />

de ellas lo llamaba el «Santo<br />

Padre». Efectivamente, era un padre<br />

para la nación. Los polacos tenían<br />

con él una relación muy estrecha, como<br />

si se tratara de un miembro de la<br />

familia, de un vecino o de un amigo:<br />

una relación de absoluto respeto y,<br />

en ocasiones, de una intimidad casi<br />

extrema. Los polacos admiraban a<br />

Juan Pablo II y le querían.<br />

No obstante, eso no significa que<br />

siguieran siempre al pie de la letra<br />

todas sus palabras. Después de la<br />

victoria sobre el comunismo, el impacto<br />

de sus enseñanzas disminuyó<br />

de manera notable. En el corazón de<br />

los polacos Juan Pablo II seguía siendo<br />

el guardián del mundo y de Polonia,<br />

pero ya había perdido esa capacidad<br />

de ejercer una influencia enorme<br />

en la vida diaria de los polacos.<br />

Durante su Pontificado se disparó<br />

la tasa de divorcios y la actitud de los<br />

polacos, incluidos los católicos prac-<br />

EL MUNDO, MIERCOLES 6 DE ABRIL DE 2005<br />

transparentar más clara y convincentemente<br />

a Jesucristo. Ello exige el anclaje de<br />

las personas en Jesús vivo, enraizamiento<br />

que sólo es posible por una intensa contemplación<br />

viva de Dios mediante la oración.<br />

Ese, quizá, ha sido el gran secreto del<br />

llorado Papa. Desde esa raíz primordial deberán<br />

abordarse todos los desafíos internos<br />

y externos que no son pocos: más vida<br />

de santidad, como fe, esperanza y caridad<br />

vivientes y menos programas, documentos<br />

y planes pastoral estériles que no nazcan<br />

de esa contemplación.<br />

En muchos casos la presencia y acción<br />

de los laicos está todavía por estrenar debido<br />

a que un clericalismo fosilizante no ha<br />

entendido todavía la doctrina conciliar del<br />

Vaticano II. La grave crisis de las órdenes<br />

religiosas tradicionales en la Iglesia, que<br />

cubren un horizonte de amplitud mundial<br />

no se ha colmado todavía con la consolidación<br />

de las nuevas realidades. Aquí se hace<br />

más necesario que nunca el verdadero espíritu<br />

de comunión interna en la Iglesia por<br />

MUNDO<br />

Niños polacos, frente a un póster gigante de Juan Pablo II, ayer en Cracovia. /AFP<br />

ticantes, hacia cuestiones como las<br />

relaciones sexuales prematrimoniales<br />

y el control de natalidad, fue haciéndose<br />

cada vez más liberal, al<br />

igual que ocurría en los países vecinos.<br />

Los polacos se sentían más fascinados<br />

por la personalidad del Papa<br />

que por sus encíclicas.<br />

Sin embargo, algunas de sus ideas<br />

sí que llegaron a calar en el corazón<br />

del pueblo y yo creo que se han instalado<br />

para siempre. El Papa reforzó<br />

en esta parte de Europa el espíritu de<br />

unidad, de perdón, de diálogo y de<br />

transigencia. Muchos polacos consideran<br />

que su mayor logro han sido<br />

Una Iglesia desafiada<br />

PABLO CERVERA<br />

los encuentros ecuménicos que organizó<br />

en Asís. Consiguió reunir en<br />

ellos a representantes de muchas religiones<br />

y exhortarnos a que no discutiéramos,<br />

a que rezáramos juntos.<br />

No menos importante fue su mensaje<br />

a las naciones del bloque del Este,<br />

la idea de que era posible encontrar<br />

medios pacíficos de resistencia a<br />

un sistema tan despiadado como el<br />

comunismo. Hasta disidentes checos<br />

ateos como Vaclav Havel encontraron<br />

una inspiración común con el<br />

Papa. Los cambios pacíficos de régimen<br />

en la Europa central y oriental,<br />

unos levantamientos populares sin<br />

el cual el otro es algo mío y lo propio, sin<br />

ánimos excluyentes, es también una riqueza<br />

para los demás. Queda en este sendero<br />

mucho trecho que recorrer.<br />

La Iglesia deberá continuar profundizando<br />

su libertad respecto de los poderes y<br />

criterios de este mundo. Si ello la empobrece<br />

materialmente, sin duda la ganancia testimonial<br />

y la fecundidad de sumisión justificarán<br />

esa libertad.<br />

Externamente la Iglesia en Occidente se<br />

ve rodeada por una «apostasía silenciosa»,<br />

un laicismo crecientemente beligerante ante<br />

los cuales la reacción adecuada no es el<br />

endurecimiento intransigente, sino la propuesta<br />

alegre, humilde, convencida, clara e<br />

inteligible del don de la Verdad recibida: la<br />

persona de Cristo. Ello implica que se hagan<br />

presente en los areópagos de la cultura,<br />

los medios de comunicación social y la educación<br />

todo tipo de miembros en la Iglesia.<br />

Todavía anida mucho miedo que debemos<br />

desterrar. La certeza de la propuesta nada<br />

tiene que ver con fanatismo pero tampoco<br />

31<br />

derramamiento de sangre, en contraste<br />

con lo ocurrido en Georgia y<br />

en los Balcanes, también hay que<br />

anotárselos a la actitud del Papa, por<br />

no hablar de sus contactos con Mijail<br />

Gorbachov.<br />

Tampoco cabe duda alguna de<br />

que el referéndum sobre la adhesión<br />

a la Unión Europea podría haber tenido<br />

un resultado diferente si el Papa<br />

no hubiera declarado con absoluta<br />

firmeza que Polonia y sus vecinos tenían<br />

que convertirse en miembros de<br />

la Unión. Muchos polacos católicos<br />

tenían sus dudas, temerosos de los<br />

riesgos de secularización que venían<br />

de Occidente. En este caso, la voz del<br />

Papa demostró ser decisiva.<br />

Sin duda alguna, ha habido sectores<br />

de la sociedad polaca que han sido<br />

críticos con la declaración del Papa<br />

en la que admitió las culpas de la<br />

Iglesia para con los judíos. Sin embargo,<br />

su categórico rechazo de las<br />

cruzadas y de la conversión por la<br />

fuerza, sus esfuerzos por contribuir<br />

a purificar la memoria colectiva y su<br />

condena explícita de toda forma de<br />

antisemitismo han pasado a constituir<br />

en Polonia una herencia duradera<br />

que ha influido poderosamente en<br />

los intelectuales polacos.<br />

Ese es precisamente el Papa que<br />

más les gustaba a los polacos, un<br />

gran caudillo religioso que no predicaba<br />

el odio religioso. Era un católico<br />

al que no le importaba rezar ante<br />

el Muro de las Lamentaciones y que<br />

era capaz de visitar la Mezquita<br />

Omeya de Damasco. Lo único que lamentan<br />

los polacos es que no tuviera<br />

éxito en sus intentos de diálogo con<br />

la Iglesia Ortodoxa, que rechazó todos<br />

sus esfuerzos por conseguirlo.<br />

Su heroica ancianidad también le<br />

ha hecho acreedor de una gran admiración.<br />

En el momento de su<br />

muerte, las lágrimas asomaron al<br />

rostro de los polacos y se encendieron<br />

velas en miles de ventanas. La<br />

única vez que había ocurrido algo semejante<br />

había sido durante los trágicos<br />

días de 1981 que siguieron a la<br />

declaración del Estado de excepción.<br />

Estas velas arderán en todos los<br />

rincones de Polonia hasta que el Papa<br />

sea enterrado. Al verlas desde mi<br />

ventana en Gdansk, me ha parecido<br />

que eran no sólo cirios de duelo, sino<br />

también faros de esperanza.<br />

Stefan Chwin es autor de la novela Death<br />

in Danzig(Muerte en Danzig).<br />

debe plegarse a la trampa del relativismo.<br />

Sabedores de portar la verdad plena, ello no<br />

obsta para la necesaria escucha y descubrimiento<br />

de elementos de verdad allá donde<br />

los haya. En está línea todavía habrá que<br />

caminar largamente en el diálogo con otras<br />

confesiones y religiones con las cuales nos<br />

unen la defensa de los grandes problemas<br />

de nuestra época: paz, vida, familia, libertad,<br />

Derechos Humanos...<br />

La grave injusticia social mundial es un<br />

atentado contra el Evangelio. Por eso, junto<br />

a la proclamación de la dignidad inalienable<br />

de cada persona, las iglesias de las<br />

naciones prósperas deberán implicarse cada<br />

vez más en preparar nuevos caminos de<br />

justicia y desarrollo. No podemos permitir<br />

lo que pasa en el mundo: hambre, incultura,<br />

falta de higiene... La vía de la caridad<br />

como ejercicio cotidiano personal y global<br />

hará que el ser de la Iglesia penetre ámbitos<br />

que de otra forma nunca serán accesibles.<br />

Hacer amable y apetecible a otros el<br />

cristianismo pasa, no por la adaptación que<br />

renuncia al propio ser, sino por la presentación<br />

bella y atractiva, personal y vital de<br />

este tesoro.<br />

Pablo Cervera es director de Pastoral de la Fundación<br />

Universitaria San Pablo-CEU.<br />

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