GRÁFICO 15 Gasto social por habitante, 1990-1991, 1996-1997 y 2002-2003 Gasto público social por habitante (dólares <strong>de</strong> 2000) 1.800 1.600 1.400 1.200 1.000 800 600 400 200 0 68 76 109 114 126 136 149 170 180 Nicaragua Ecuador Guatemala Paraguay Honduras Fuente CEPAL, base <strong>de</strong> datos sobre gasto social. Bolivia El Salvador a. La cifra inicial correspon<strong>de</strong> al promedio 1994-1995. b. Promedio simple <strong>de</strong> los países, excluidos Bolivia y El Salvador. Perú Rep. Dominicana Colombia (En dólares <strong>de</strong> 2000) 267 300 Jamaica 395 488 600 Trinidad y Tobago Venezuela México 481 Promedio simple 1990-1991 1996-1997 2002-2003 610 Promedio pon<strong>de</strong>rado 676 683 GRÁFICO 16 Gasto social con relación al producto interno bruto (18 países), 1990-1991, 1996-1997 y 2002-2003 Gasto público social como porcentaje <strong>de</strong>l PIB 30 25 20 15 10 5 0 5,5 5,7 Trinidad y Tobago Ecuador 6,5 Guatemala 7,1 7,4 El Salvador Rep. Dominicana Fuente CEPAL, base <strong>de</strong> datos sobre gasto social. 8,0 Perú 8,8 Nicaragua a. La cifra inicial correspon<strong>de</strong> al promedio 1994-1995. b. Promedio simple <strong>de</strong> los países, excluidos Bolivia y El Salvador. 9,0 9,6 10,5 Paraguay Jamaica México Venezuela (En porcentajes) 11,7 13,1 Honduras 13,5 13,6 14,8 Colombia Bolivia Chile 1990-1991 1996-1997 2002-2003 13,1 Promedio simple 15,1 Promedio pon<strong>de</strong>rado Brasil Panamá Panamá Costa Rica 763 774 Chile Brasil Costa Rica 1.071 Argentina Uruguay 1.283 Uruguay Argentina 20,9 19,4 17,3 18,6 19,1 DESARROLLO SOCIAL EN LOS PAÍSES IBEROAMERICANOS 33
ROLANDO FRANCO 34 GRÁFICO 17 América Latina (ocho países): distribución <strong>de</strong>l gasto social en los quintiles <strong>de</strong> hogares Cuantía toal <strong>de</strong>l gasto social 25 20 15 10 5 0 21,1% 5,3% 15,8% Quintil I Fuente CEPAL. (Volumen total <strong>de</strong>l gasto = 100) 20,1% 19,8% 7,1% 13,0% 8,7% 11,1% 18,5% 9,9% 20,5% 11,7% 8,7% 8,8% Quintil II Quintil III Quintil IV Quintil V Gasto en seguridad social Gasto social sin seguridad social Promedio simple correspondiente a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador y Uruguay. utilizados y el impacto que provocan sobre los beneficiarios <strong>de</strong> los programas. Se supone que el gasto social <strong>de</strong>bería ser un canal <strong>de</strong> redistribución <strong>de</strong>l ingreso. Sin embargo, no siempre es así. El gráfico 17 permite apreciar que cada uno <strong>de</strong> los quintiles <strong>de</strong> la distribución <strong>de</strong>l ingreso recibe más o menos la misma proporción <strong>de</strong> los recursos públicos, lo que <strong>de</strong>muestra que el gasto social no es suficientemente redistributivo. 48 Hay programas con impacto redistributivo elevado, como suce<strong>de</strong> con la educación básica y la salud primaria, la educación media, los programas nutricionales, etc. Pero otros, fundamentalmente, la educación universitaria y, sobre todo, la seguridad social favorecen a los estratos <strong>de</strong> mayores ingresos. 3. Eficiencia e impacto El resultado redistributivo <strong>de</strong>l gasto social es una medición incompleta. Indica que los recursos se han <strong>de</strong>stinado a una población objetivo <strong>de</strong> menores ingresos, pero nada indica respecto a si las políticas y programas que se financian con esos recursos y que se orientan a dicha población están alcanzando los objetivos que se propusieron. Aquí es necesario distinguir entre fines y medios. Los medios son la infraestructura construida o arrendada, los insu- mos y productos adquiridos, y los salarios pagados –a lo que se <strong>de</strong>stina el financiamiento–. Pero el que se disponga <strong>de</strong> esos medios no necesariamente implica que se estén alcanzando los objetivos <strong>de</strong> la política o el programa. No se hace política social para construir escuelas o pagarle a los maestros. Se incurre en esos costos para alcanzar el objetivo <strong>de</strong> la educación que es transmitir ciertos conocimientos y valores. Muchas mediciones <strong>de</strong> la calidad <strong>de</strong> la educación llevadas a cabo en países <strong>de</strong> la región muestran que se realizaron inversiones y gasto corriente en la compra <strong>de</strong> insumos y productos y que, pese a ello, los supuestos beneficiarios <strong>de</strong>l programa no han recibido o no han incorporado lo que pretendían los objetivos <strong>de</strong> la política educacional. En <strong>de</strong>finitiva, se pue<strong>de</strong> gastar mucho, y gastar mal. Los recursos pue<strong>de</strong>n ser malgastados, no utilizados eficientemente (por ejemplo, teniendo costos <strong>de</strong> administración <strong>de</strong>masiado elevados, pagando sobreprecios por los insumos y productos necesarios para el programa, etc.). Incluso cuando los recursos se utilizan eficientemente, nada asegura que los resultados <strong>de</strong>l programa no se vean afectados por factores «externos» que impidan obtener los resultados que se buscan. 49 Por lo mismo, conviene insistir que la única manera <strong>de</strong> verificar que el programa está logrando sus objetivos es la evaluación <strong>de</strong> impacto. Éste es un resultado que se da «fuera» <strong>de</strong>l programa y que, por tanto, no pue<strong>de</strong> conocerse simplemente analizando la contabilidad <strong>de</strong>l mismo. El impacto son los cambios que la intervención concreta busca provocar en la población objetivo. Esto sólo pue<strong>de</strong> conocerse comparando la situación <strong>de</strong> dicha población antes <strong>de</strong> que comience el programa (línea basal) y comparándola con la situación que ella tenga en algún momento posterior, luego <strong>de</strong> haber sido sometida durante un período <strong>de</strong> tiempo relevante al tipo <strong>de</strong> atención proporcionada por el programa. 4. Institucionalidad y autoridad social En muchos casos, las políticas antipobreza suelen ser una sumatoria <strong>de</strong> programas aislados, fragmentados y no coordinados. La organización sectorial que sigue predominando en lo social influye en esta situación. Esto exige refor-