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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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—¡Adjudicada! —grita triunfante.<br />

Entre un ensordecedor clamor de vítores y aplausos, Christian avanza, me<br />

da la mano y me ayuda a bajar del escenario. Me mira con semblante irónico mientras<br />

yo bajo, me besa el dorso de la mano, la coloca alrededor de su brazo y me conduce<br />

fuera de la carpa.<br />

—¿Quién era ese? —pregunto.<br />

Me mira.<br />

—Alguien a quien conocerás más tarde. Ahora quiero enseñarte una cosa.<br />

Disponemos de treinta minutos antes de que termine la subasta. Después tenemos que<br />

regresar para poder disfrutar de ese baile por el que he pagado.<br />

—Un baile muy caro —musito en tono reprobatorio.<br />

—Estoy seguro de que valdrá la pena, hasta el último centavo.<br />

Me sonríe maliciosamente. Oh, tiene una sonrisa maravillosa, y vuelvo a<br />

sentir ese dolor que florece con plenitud en mis entrañas.<br />

Estamos en el jardín. Yo creía que iríamos a la casita del embarcadero, y<br />

siento una punzada de decepción al ver que nos dirigimos hacia la gran pérgola, donde<br />

ahora se está instalando la banda. Hay por lo menos veinte músicos, y unos cuantos<br />

invitados merodeando por el lugar, fumando a hurtadillas. Pero como toda la acción<br />

está teniendo lugar en la carpa, nadie se fija mucho en nosotros.<br />

Christian me lleva a la parte de atrás de la casa y abre una puerta<br />

acristalada que da a un salón enorme y confortable que yo no había visto antes. Él<br />

atraviesa la sala desierta hacia una gran escalinata con una elegante barandilla de<br />

madera pulida. Me toma de la mano que tenía enlazada en su brazo y me conduce al<br />

segundo piso, y luego por el siguiente tramo de escaleras hasta el tercero. Abre una<br />

puerta blanca y me hace pasar a un dormitorio.<br />

—Esta era mi habitación —dice en voz baja, quedándose junto a la puerta y<br />

cerrándola a sus espaldas.<br />

Es amplia, austera, con muy poco mobiliario. Las paredes son blancas, al<br />

igual que los muebles; hay una espaciosa cama doble, una mesa y una silla, y estantes<br />

abarrotados de libros y diversos trofeos, al parecer de kickboxing. De las paredes<br />

cuelgan carteles de cine: Matrix, El club de la luch, El show de Truman, y dos pósters<br />

de luchadores. Uno se llama Giuseppe DeNatale; nunca he oído hablar de él.<br />

Lo que más llama mi atención es un panel de corcho sobre el escritorio,<br />

cubierto con miles de fotos, banderines de los Mariners y entradas de conciertos. Es un<br />

fragmento de la vida del joven Christian. Dirijo de nuevo la mirada hacia el<br />

impresionante y apuesto hombre que ahora está en el centro de la habitación. Él me<br />

mira con aire misterioso, pensativo y sexy.<br />

—Nunca había traído a una chica aquí —murmura.<br />

—¿Nunca? —susurro.<br />

Niega con la cabeza.

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