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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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Los ojos de Christian se fijan en mí durante un par de segundos, me<br />

observan de la cabeza a los pies, y detecto un centelleo de alivio en su mirada. Pero<br />

ese alivio desaparece en cuanto clava la vista en Leila y se queda inmóvil, centrado en<br />

ella, sin vacilar lo más mínimo. La observa con una intensidad que yo no había visto<br />

nunca, con ojos salvajes, enormes, airados y asustados.<br />

Oh, no… oh, no.<br />

Leila abre mucho los ojos y por un momento parece que recobra la cordura.<br />

Parpadea varias veces y sujeta el arma con más fuerza.<br />

Contengo el aliento, y mi corazón empieza a palpitar con tanta fuerza que<br />

oigo la sangre bombeando en mis oídos. ¡No, no, no!<br />

Mi mundo se sostiene precariamente en manos de esta pobre mujer<br />

destrozada. ¿Disparará? ¿A los dos? ¿Solo a Christian? Es una idea atroz.<br />

Pero después de una eternidad, durante la cual el tiempo queda en suspenso<br />

a nuestro alrededor, ella agacha un poco la cabeza y alza la mirada hacia él a través de<br />

sus largas pestañas con expresión contrita.<br />

Christian levanta la mano para indicarle a Taylor que no se mueva. El<br />

rostro lívido de este revela su furia. Nunca le había visto así, pero se mantiene inmóvil<br />

mientras Christian y Leila se miran el uno al otro.<br />

Me doy cuenta de que estoy conteniendo la respiración. ¿Qué hará ella?<br />

¿Qué hará él? Pero se limitan a seguir mirándose. Christian tiene una expresión cruda,<br />

cargada de una emoción que desconozco. Puede ser lástima, miedo, afecto… ¿o es<br />

amor? ¡No, por favor… amor, no!<br />

Él la fulmina con la mirada, y con una lentitud agónica, la atmósfera del<br />

apartamento cambia. La tensión ha aumentado de tal manera que percibo su conexión,<br />

la electricidad que hay entre ambos.<br />

¡No! De repente siento que yo soy la intrusa, la que interfiere entre ellos,<br />

que siguen mirándose fijamente. Yo soy una advenediza, una voyeur que espía una<br />

escena íntima y prohibida detrás de unas cortinas corridas.<br />

El brillo que arde en la mirada de Christian se intensifica y su porte cambia<br />

sutilmente. Parece más alto, y sus rasgos como más angulosos, más frío, más distante.<br />

Reconozco esa pose. Le he visto así antes… en su cuarto de juegos.<br />

De nuevo se me eriza todo el vello. Este es el Christian dominante, y parece<br />

muy a gusto en su papel. No sé si es algo innato o aprendido, pero, con el corazón<br />

encogido y el estómago revuelto, veo cómo responde Leila. Separa los labios, se le<br />

acelera la respiración y, por primera vez, el rubor tiñe sus mejillas. ¡No! Es angustioso<br />

presenciar esa visión fugaz del pasado de Christian.<br />

Finalmente, él articula una palabra en silencio. No sé cuál es, pero tiene un<br />

efecto inmediato en Leila. Ella cae de rodillas al suelo, con la cabeza gacha, y sus<br />

manos sueltan la pistola, que golpea con un ruido sordo el suelo de madera. Dios<br />

santo…

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