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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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eacción?<br />

—Sigo enfadada contigo, pero nada más —susurro—. Tenemos que hablar<br />

de muchas cosas.<br />

—Lo sé. Nos vemos a las siete y media.<br />

Jack sale de su despacho.<br />

—Tengo que dejarte. Hasta luego.<br />

Cuelgo.<br />

Miro a Jack, que se acerca con aire despreocupado hacia mí.<br />

—Necesito que hagas un par de cambios. Ya te he vuelto a enviar el<br />

informe.<br />

Mientras guardo el documento, se inclina sobre mí, muy cerca…<br />

incómodamente cerca. Me roza el brazo con el suyo. ¿Por accidente? Yo retrocedo,<br />

pero él finge no darse cuenta. Su otra mano descansa en el respaldo de mi silla y me<br />

toca la espalda. Yo me incorporo para no apoyarme en el respaldo.<br />

—Páginas dieciséis y veintitrés, y ya estará —murmura con la boca a unos<br />

centímetros de mi oreja.<br />

Su proximidad me produce una sensación desagradable en la piel, pero<br />

procuro ignorarla. Abro el documento y empiezo a introducir los cambios, nerviosa. Él<br />

sigue inclinado sobre mí, y todos mis sentidos están en alerta máxima. Resulta muy<br />

molesto e incómodo, y por dentro estoy chillando: ¡Apártate!<br />

—En cuanto esto esté hecho, ya se podrá imprimir. Ya organizarás eso<br />

mañana. Gracias por quedarte hasta tarde para terminarlo, Ana.<br />

Su voz es suave, amable, como si estuviera acechando a un animal herido.<br />

Se me revuelve el estómago.<br />

—Creo que lo mínimo que puedo hacer es recompensarte con una copa<br />

rápida. Te la mereces.<br />

Me coloca detrás de la oreja un mechón de pelo que se ha desprendido del<br />

recogido, y me acaricia suavemente el lóbulo.<br />

Yo me encojo, apretando los dientes, y aparto la cabeza. ¡Maldita sea!<br />

Christian tenía razón. No me toques.<br />

—De hecho, esta noche no puedo.<br />

Ni ninguna otra noche, Jack.<br />

—¿Solo una rápida? —intenta persuadirme.<br />

—No, no puedo. Pero gracias.<br />

Jack se sienta en el borde de mi mesa y frunce el ceño. En el interior de mi<br />

cabeza suena con fuerza una alarma. Estoy sola en la oficina. No puedo marcharme.<br />

Inquieta, echo un vistazo al reloj. Faltan cinco minutos para que llegue Christian.<br />

—Yo creo que formamos un gran equipo, Ana. Siento no haber podido<br />

conseguir lo del viaje a Nueva York. No será lo mismo sin ti.<br />

Seguro que no. Sonrío débilmente, porque no se me ocurre qué decir. Y por

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