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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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tú… tú también. ¿Por qué no usaste la palabra de seguridad, Anastasia?<br />

Su tono ha cambiado, ahora es acusador.<br />

¿Qué? Vaya… cambio de rumbo.<br />

—Contéstame.<br />

—No lo sé. Estaba abrumada. Intenté ser lo que tú querías que fuera, intenté<br />

soportar el dolor, y se me fue de la cabeza. ¿Sabes…?, lo olvidé —susurro,<br />

avergonzada, y encojo los hombros a modo de disculpa.<br />

Quizá podríamos habernos evitado todo este drama.<br />

—¡Lo olvidaste! —me suelta horrorizado, se agarra a los lados de la mesa<br />

y me mira fijamente.<br />

Yo me marchito bajo esa mirada. ¡Maldita sea! Vuelve a estar furioso. La<br />

diosa que llevo dentro también me observa. ¿Ves dónde te has metido tú solita?<br />

—¿Cómo voy a confiar en ti? —dice ahora en voz baja—. ¿Podré confiar<br />

alguna vez?<br />

Llega el camarero con nuestro vino y nosotros seguimos mirándonos, ojos<br />

azules a grises. Ambos llenos de reproches no expresados, mientras el camarero saca<br />

el corcho con innecesaria ceremonia y sirve un poco de vino en la copa de Christian.<br />

Automáticamente, Christian la coge y bebe un sorbo.<br />

—Está bien —dice cortante.<br />

El camarero nos llena las copas con cuidado, deja la botella en la mesa y se<br />

retira a toda prisa. Christian no ha apartado la vista de mí en todo el rato. Yo soy la<br />

primera en rendirme, rompo el contacto visual, levanto mi copa y bebo un buen trago.<br />

Sin saborearlo apenas.<br />

—Lo siento —murmuro.<br />

De pronto me siento estúpida. Le dejé porque creía que éramos<br />

incompatibles, pero ¿me está diciendo que podría haberle parado?<br />

—¿Qué sientes?<br />

—No haber usado la palabra de seguridad.<br />

Él cierra los ojos, parece aliviado.<br />

—Podríamos habernos evitado todo este sufrimiento —musita.<br />

—Parece que tú estás bien.<br />

Más que bien. Pareces tú.<br />

—Las apariencias engañan —dice en voz baja—. Estoy de todo menos<br />

bien. Tengo la sensación de que el sol se ha puesto y no ha salido durante cinco días,<br />

Ana. Vivo en una noche perpetua.<br />

Me quita la respiración oír que lo reconoce. Oh, Dios, como yo.<br />

—Me dijiste que nunca te irías, pero en cuanto la cosa se pone dura, coges<br />

la puerta y te vas.<br />

—¿Cuándo dije que nunca me iría?<br />

—En sueños. Creo que fue la cosa más reconfortante que he oído en mucho

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