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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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—No quiero irme, nunca.<br />

Le beso el cuello, y él se inclina y me besa también con dulzura.<br />

Al cabo de un momento, se remueve un poco.<br />

—Ven… vamos a secarte, y luego a la cama. Yo estoy exhausto, y a ti<br />

parece que te hayan dado una paliza.<br />

Al oír estas palabras, me inclino hacia atrás y arqueo una ceja. Él ladea la<br />

cabeza y me sonríe con ironía.<br />

—¿Algo que decir, señorita Steele?<br />

Niego con la cabeza y me pongo de pie algo tambaleante.<br />

* * *<br />

Estoy sentada en la cama. Christian se ha empeñado en secarme el pelo… y<br />

lo hace bastante bien. Me desagrada pensar cómo adquirió esa habilidad, así que alejo<br />

la idea de mi mente. Son más de las dos de la madrugada, y estoy deseando dormir.<br />

Antes de meterse en la cama, Christian baja de nuevo la mirada hacia el llavero y<br />

vuelve a menear la cabeza sin dar crédito.<br />

—Es fantástico. El mejor regalo de cumpleaños que he tenido nunca. —Me<br />

mira fijamente, con ojos dulces y cariñosos—. Mejor que el póster firmado de<br />

Giuseppe DeNatale.<br />

—Te lo habría dicho antes, pero como se acercaba tu cumpleaños… ¿Qué<br />

le das a un hombre que lo tiene todo? Así que pensé en darme… yo.<br />

Deja el llavero en la mesita de noche y se acurruca a mi lado. Me acoge en<br />

sus brazos, me estrecha contra su pecho y se queda abrazado a mi espalda.<br />

—Es perfecto. Como tú.<br />

Sonrío, aunque él no puede verme.<br />

—Yo no soy perfecta, ni mucho menos, Christian.<br />

—¿Está sonriendo, señorita Steele?<br />

¿Cómo lo sabe?<br />

—Tal vez —respondo con una risita—. ¿Puedo preguntarte algo?<br />

—Claro —dice acariciándome el cuello con la nariz.<br />

—No llamaste mientras volvías de Portland. ¿Fue en realidad por culpa de<br />

José? ¿Te preocupaba que me quedara a solas con él?<br />

Christian no dice nada. Me doy la vuelta para verle la cara, y él me mira<br />

con los ojos muy abiertos, como si le estuviera reprochando algo.<br />

—¿Te das cuenta de lo ridículo que es eso? ¿De lo mal que nos lo has<br />

hecho pasar a tu familia y a mí? Todos te queremos mucho.<br />

Él parpadea un par de veces y después me dedica su sonrisa tímida.<br />

—No imaginaba que todos os preocuparíais tanto.<br />

Frunzo los labios.<br />

—¿Cuándo te entrará en esa cabeza tan dura que la gente te quiere?<br />

—¿Cabeza dura?

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