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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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¿Cuándo aprenderás que eso no es asunto tuyo?<br />

Me mira horrorizada con la boca abierta y se limpia la bebida pegajosa de<br />

la cara. Creo que está a punto de abalanzarse sobre mí, pero de pronto se queda<br />

paralizada cuando se abre la puerta.<br />

Christian aparece en el umbral. Tarda una fracción de segundo en hacerse<br />

cargo de la situación: yo, pálida y temblorosa; ella, empapada y lívida. Su hermoso<br />

rostro se ensombrece, crispado por la rabia, y se coloca entre ambas.<br />

—¿Qué coño estás haciendo, Elena? —dice en un tono glacial y<br />

amenazador.<br />

Ella levanta la vista hacia él y parpadea.<br />

—Ella no es buena para ti, Christian —susurra.<br />

—¿Qué? —grita él, y ambas nos sobresaltamos.<br />

No le veo la cara, pero todo su cuerpo está tenso e irradia animosidad.<br />

—¿Tú cómo coño sabes lo que es bueno para mí?<br />

—Tú tienes necesidades, Christian —dice ella en un tono más suave.<br />

—Ya te lo he dicho: esto no es asunto tuyo, joder —ruge.<br />

Oh, no… El furioso Christian ha asomado su no tan espantoso rostro. Va a<br />

oírle todo el mundo.<br />

—¿De qué va esto? —Christian se queda callado un momento, fulminándola<br />

con la mirada—. ¿Piensas que eres tú? ¿Tú? ¿Crees que tú eres la persona adecuada<br />

para mí? —dice en un tono más bajo, pero impregnado de desdén, y de pronto siento<br />

deseos de marcharme de aquí. No quiero presenciar este enfrentamiento íntimo. Pero<br />

estoy paralizada: mis extremidades se niegan a moverse.<br />

Elena traga saliva y parece como si se obligara a erguirse. Su postura<br />

cambia de forma sutil y se convierte en autoritaria. Da un paso hacia él.<br />

—Yo fui lo mejor que te pasó en la vida —masculla con arrogancia—.<br />

Mírate ahora. Uno de los empresarios más ricos y triunfadores de Estados Unidos,<br />

equilibrado, emprendedor… Tú no necesitas nada. Eres el amo de tu mundo.<br />

Él retrocede como si le hubieran golpeado, y la mira atónito y enfurecido.<br />

—Aquello te encantaba, Christian, no intentes engañarte a ti mismo. Tenías<br />

una tendencia autodestructiva de la cual te salvé yo, te salvé de acabar en la cárcel.<br />

Créeme, nene, hubieras acabado allí. Yo te enseñé todo lo que sabes, todo lo que<br />

necesitas.<br />

Christian se pone pálido, mirándola horrorizado, y cuando habla lo hace<br />

con voz queda y escéptica.<br />

—Tú me enseñaste a follar, Elena. Pero eso es algo vacío, como tú. No me<br />

extraña que Linc te dejara.<br />

Yo siento cómo la bilis me sube por la garganta. No debería estar aquí.<br />

Pero estoy petrificada, morbosamente fascinada, mientras ellos se destrozan el uno al<br />

otro.

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