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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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—Doce —murmura en voz baja y ronca.<br />

Vuelve a acariciarme el trasero, baja la mano hasta mi sexo y hunde<br />

lentamente dos dedos en mi interior, y los mueve en círculo, una y otra y otra vez,<br />

torturándome.<br />

Lanzo un gruñido cuando siento que mi cuerpo me domina, y llego al<br />

clímax, y luego otra vez, convulsionándome alrededor de sus dedos. Es tan intenso,<br />

inesperado y rápido…<br />

—Muy bien, nena —musita satisfecho.<br />

Me desata las muñecas, manteniendo los dedos dentro de mí mientras sigo<br />

tumbada sobre él, jadeando, agotada.<br />

—Aún no he acabado contigo, Anastasia —dice, y se mueve sin retirar los<br />

dedos.<br />

Desliza mis rodillas hasta el suelo, de manera que ahora estoy inclinada y<br />

apoyada sobre la cama. Se arrodilla en el suelo detrás de mí y se baja la cremallera.<br />

Saca los dedos de mi interior, y escucho el familiar sonido cuando rasga el paquetito<br />

plateado.<br />

—Abre las piernas —gruñe, y yo obedezco.<br />

Y, de un golpe, me penetra por detrás.<br />

—Esto va a ser rápido, nena —murmura, y, sujetándome las caderas, sale<br />

de mi interior y vuelve a entrar con ímpetu.<br />

—Ah —grito, pero la plenitud es celestial.<br />

Impacta directamente contra el vientre dolorido, una y otra vez, y lo alivia<br />

con cada embestida dura y dulce. La sensación es alucinante, justo lo que necesito. Y<br />

me echo hacia atrás para unirme a él en cada embate.<br />

—Ana, no —resopla, e intenta inmovilizarme.<br />

Pero yo le deseo tanto que me acoplo a él en cada embestida.<br />

—Mierda, Ana —sisea cuando se corre, y el atormentado sonido me lanza<br />

de nuevo a una espiral de orgasmo sanador, que sigue y sigue, haciendo que me<br />

retuerza y dejándome exhausta y sin respiración.<br />

Christian se inclina, me besa el hombro y luego sale de mí. Me rodea con<br />

sus brazos, apoya la cabeza en mitad de mi espalda, y nos quedamos así, los dos<br />

arrodillados junto a la cama. ¿Cuánto? ¿Segundos? Minutos incluso, hasta que se calma<br />

nuestra respiración. El dolor en el vientre ha desaparecido, y lo que siento es una<br />

serenidad satisfecha y placentera.<br />

Christian se mueve y me besa la espalda.<br />

—Creo que me debe usted un baile, señorita Steele —musita.<br />

—Mmm —contesto, saboreando la ausencia de dolor y regodeándome en<br />

esa sensación.<br />

Él se sienta sobre los talones y tira de mí para colocarme en su regazo.<br />

—No tenemos mucho tiempo. Vamos.

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