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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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graduación apropiado. Tú me compraste un Audi.<br />

—¿De verdad quieres discutir esto?<br />

—No.<br />

—Bien… pues aquí tienes las llaves.<br />

Las deja sobre la cómoda.<br />

—¡No me refería a esto!<br />

—Fin de la discusión, Anastasia. No me presiones.<br />

Le miro airada y entonces se me ocurre una cosa. Cojo el sobre y lo parto<br />

en dos trozos, y luego en dos más, y lo tiro a la papelera. Ah, qué bien sienta esto.<br />

Christian me observa impasible, pero sé que acabo de prender la mecha y<br />

que debería retroceder. Él se acaricia la barbilla.<br />

—Desafiante como siempre, señorita Steele —dice con sequedad.<br />

Gira sobre sus talones y se va a la otra habitación. Esta no es la reacción<br />

que esperaba. Yo me imaginaba una catástrofe a gran escala. Me miro al espejo,<br />

encojo los hombros y decido hacerme una cola de caballo.<br />

Me pica la curiosidad. ¿Qué estará haciendo Cincuenta? Le sigo a la otra<br />

habitación, y veo que está hablando por teléfono.<br />

—Sí, veinticuatro mil dólares. Directamente.<br />

Me mira, sigue impasible.<br />

—Bien… ¿El lunes? Estupendo… No, eso es todo, Andrea.<br />

Cuelga el teléfono.<br />

—Ingresado en tu cuenta, el lunes. No juegues conmigo.<br />

Está enfurecido, pero no me importa.<br />

—¡Veinticuatro mil dólares! —casi grito—. ¿Y tú cómo sabes mi número<br />

de cuenta?<br />

Mi ira coge a Christian por sorpresa.<br />

—Yo lo sé todo de ti, Anastasia —dice tranquilamente.<br />

—Es imposible que mi coche costara veinticuatro mil dólares.<br />

—En principio te daría la razón, pero tanto si vendes como si compras, la<br />

clave está en conocer el mercado. Había un lunático por ahí que quería ese cacharro, y<br />

estaba dispuesto a pagar esa cantidad de dinero. Por lo visto, es un clásico. Pregúntale<br />

a Taylor si no me crees.<br />

Lo fulmino con la mirada y él me responde del mismo modo, dos tontos<br />

tozudos y enfadados desafiándose con los ojos.<br />

Y entonces lo noto: el tirón, esa electricidad entre nosotros, tangible, que<br />

nos arrastra a ambos. De pronto él me agarra y me empuja contra la puerta, con su boca<br />

sobre la mía, reclamándome con ansia. Con una mano en mi trasero apretándome contra<br />

su entrepierna, y con la otra en la nuca tirándome del pelo y la cabeza hacia atrás. Yo<br />

enredo los dedos en su cabello y me aferro a él con fuerza. Con la respiración<br />

entrecortada, Christian presiona su cuerpo contra el mío, me aprisiona. Le siento. Me

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