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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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5<br />

Greta, ¿con quién está hablando el señor Grey?<br />

Mi rebelde cabellera empieza a picarme y quiere abandonar el edificio,<br />

mientras mi subconsciente me grita que le haga caso. Pero yo aparento bastante<br />

indiferencia.<br />

—Ah, es la señora Lincoln. Es la propietaria, junto con el señor Grey.<br />

Greta parece muy dispuesta a hablar.<br />

—¿La señora Lincoln?<br />

Creía que la señora Robinson estaba divorciada. Quizá haya vuelto a<br />

casarse con algún pobre infeliz.<br />

—Sí. No suele venir, pero hoy uno de nuestros especialistas está enfermo, y<br />

ella le sustituye.<br />

—¿Sabe usted el nombre de pila de la señora Lincoln?<br />

Greta levanta la vista, me mira ceñuda y frunce esos labios rosa brillante,<br />

censurando mi curiosidad. Maldita sea, puede que haya ido demasiado lejos.<br />

—Elena —dice de mala gana.<br />

Al verificar que mi sexto sentido no me ha abandonado, me invade una<br />

extraña sensación de alivio.<br />

¿Sexto sentido?, se burla mi subconsciente. ¡Sentido pedófilo!<br />

Ellos siguen inmersos en la conversación. Christian le cuenta algo<br />

apresuradamente a Elena. Ella parece preocupada, asiente, hace muecas y menea la<br />

cabeza. Alarga la mano y le acaricia el brazo con dulzura mientras se muerde el labio.<br />

Asiente de nuevo, me mira y me dedica una sonrisa tranquilizadora.<br />

Yo solo soy capaz de mirarla con cara de palo. Creo que estoy<br />

escandalizada. ¿Cómo se le ha ocurrido traerme aquí?<br />

Ella le susurra algo a Christian, que dirige la mirada brevemente hacia<br />

donde yo estoy, y luego se vuelve hacia Elena y contesta. Ella asiente y creo que le<br />

desea suerte, pero mi habilidad para leer los labios no es muy buena.<br />

Cincuenta vuelve con paso firme y la ansiedad marcada en el rostro.<br />

Maldita sea, claro. La señora Robinson vuelve a la trastienda y cierra la puerta.<br />

Christian frunce el ceño.<br />

—¿Estás bien? —pregunta, tenso y cauto.<br />

—La verdad es que no. ¿No has querido presentarme?<br />

Mi voz suena fría, dura.<br />

Él se queda con la boca abierta, como si hubiera tirado de la alfombra<br />

debajo de sus pies.

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