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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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—Ahora mismo preferiría que tocaran el suelo —intento quejarme, pero no<br />

acabo de conseguirlo, porque no puedo dejar de reír.<br />

—Sus deseos son órdenes para mí, señorita Steele.<br />

Sin bajarme, me quita los dos zapatos y los deja caer ruidosamente sobre el<br />

suelo de baldosas. Se para junto al tocador, se vacía los bolsillos: la BlackBerry sin<br />

batería, las llaves, la cartera, el llavero. Desde este ángulo, solo puedo imaginar qué<br />

aspecto tendré en el espejo. Una vez que ha terminado, se dirige muy decidido hacia la<br />

inmensa ducha.<br />

—¡Christian! —le advierto a gritos, viendo claras ahora sus intenciones.<br />

Abre el grifo al máximo. ¡Dios…! Un chorro de agua helada me cae<br />

directamente sobre el trasero, y chillo; luego vuelvo a acordarme de que José está<br />

arriba y me callo. Aunque voy totalmente vestida, tengo mucho frío. El agua helada me<br />

empapa el traje, las bragas y el sujetador. Estoy calada y me entra otro ataque de risa.<br />

—¡No! —chillo—. ¡Bájame!<br />

Vuelvo a darle cachetes, más fuertes esta vez, y Christian me suelta dejando<br />

que me deslice por su cuerpo chorreante. Él tiene la camisa blanca pegada al torso y<br />

los pantalones del traje empapados. Yo también estoy calada, enardecida, aturdida y<br />

sin aliento, y él me mira sonriente, y está tan… increíblemente sexy.<br />

Se pone serio, sus ojos centellean, y vuelve a cogerme la barbilla y acerca<br />

mis labios a su boca. Es un beso tierno, acariciante, que me trastorna por completo. Ya<br />

no me importa estar totalmente vestida y chorreando en la ducha de Christian. Estamos<br />

los dos solos bajo la cascada de agua. Ha vuelto, está bien, es mío.<br />

Mis manos se dirigen involuntariamente a su camisa, que se pega a todos<br />

los músculos y tendones de su torso, mostrando el vello apelmazado bajo la tela blanca<br />

empapada. Yo le saco la camisa del pantalón de un tirón y él gime, pegado a mi boca,<br />

sin despegar sus labios de los míos. Cuando empiezo a desabrocharle la camisa, él<br />

comienza a bajar la cremallera de mi vestido lentamente. Sus labios son ahora más<br />

insistentes, más provocativos, su lengua invade mi boca… y mi cuerpo explota de<br />

deseo. Le abro la camisa de golpe. Los botones salen volando, rebotando contra las<br />

baldosas y repiqueteando por el suelo de la ducha. Mientras aparto la tela mojada de<br />

sus hombros y brazos, le empujo contra la pared, dificultando sus intentos de<br />

desnudarme.<br />

—Los gemelos —murmura, y levanta las muñecas, de donde cuelga la<br />

camisa lacia y empapada.<br />

Con dedos torpes le quito el primer gemelo de oro y después el otro, los<br />

dejo caer sobre el suelo de baldosas, y luego la camisa. Sus ojos buscan los míos a<br />

través de la cascada de agua. Su mirada es candente, carnal, como el agua ahora<br />

abrasadora. Cojo sus pantalones por la cinturilla, pero él menea la cabeza, me sujeta<br />

por los hombros y me da la vuelta de manera que quedo de espaldas. Termina de<br />

bajarme la cremallera, me aparta el pelo mojado del cuello y pasa la lengua desde la

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