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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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seguridad. —Frunce el ceño—. ¿Verdad?<br />

—Supongo que no —murmuro. Madre mía… ¿cómo voy a saberlo?—. Te<br />

lo prometo.<br />

Busca en mi rostro alguna señal de que a mi convicción le falte coraje, y yo<br />

me siento nerviosa, pero excitada también. Me hace muy feliz hacer esto, ahora que sé<br />

que él me quiere. Para mí es muy sencillo, y ahora mismo no quiero pensarlo<br />

demasiado.<br />

Poco a poco aparece una enorme sonrisa en su cara. Empieza a<br />

desabrocharme la camisa y sus diestros dedos terminan enseguida, pero no me la quita.<br />

Se inclina y coge el taco.<br />

Oh, Dios ¿qué va a hacer con eso? Me estremezco de miedo.<br />

—Juega muy bien, señorita Steele. Debo decir que estoy sorprendido. ¿Por<br />

qué no metes la bola negra?<br />

Se me pasa el miedo y hago un pequeño mohín, preguntándome por qué<br />

tiene que sorprenderse este cabrón sexy y arrogante. La diosa que llevo dentro está<br />

calentando en segundo plano, haciendo sus ejercicios en el suelo… con una sonrisa<br />

henchida de satisfacción.<br />

Yo coloco la bola blanca. Christian da una vuelta alrededor de la mesa y se<br />

pone detrás de mí cuando me inclino para hacer mi tirada. Pone la mano sobre mi<br />

muslo derecho y sus dedos me recorren la pierna, arriba y abajo, hasta el culo y<br />

vuelven a bajar con una leve caricia.<br />

—Si sigues haciendo eso, fallaré —musito con los ojos cerrados,<br />

deleitándome en la sensación de sus manos sobre mí.<br />

—No me importa si fallas o no, nena. Solo quería verte así: medio vestida,<br />

recostada sobre mi mesa de billar. ¿Tienes idea de lo erótica que estás en este<br />

momento?<br />

Enrojezco, y la diosa que llevo dentro sujeta una rosa entre los dientes y<br />

empieza a bailar un tango. Inspiro profundamente e intento no hacerle caso, y me<br />

coloco para tirar. Es imposible. Él me acaricia el trasero, una y otra vez.<br />

—Superior izquierda —digo en voz baja, y le doy a la bola.<br />

Él me pega un cachete, fuerte, directamente sobre las nalgas.<br />

Es algo tan inesperado que chillo. La blanca golpea la negra, que rebota<br />

contra el almohadillado de la tronera y se sale. Christian vuelve a acariciarme el<br />

trasero.<br />

—Oh, creo que has de volver a intentarlo —susurra—. Tienes que<br />

concentrarte, Anastasia.<br />

Ahora jadeo, excitada por este juego. Él se dirige hacia el extremo de la<br />

mesa, vuelve a colocar la bola negra, y luego hace rodar la blanca hacia mí. Tiene un<br />

aspecto tan carnal, con sus ojos oscuros y una sonrisa maliciosa… ¿Cómo voy a<br />

resistirme a este hombre? Cojo la bola y la alineo, dispuesta a tirar otra vez.

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