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segundo%20libro%20Cincuenta%20sombras%20oscuras

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esultado de tanto sexo, y de bailar y andar todo el día por ahí con unos carísimos<br />

zapatos de tacón alto. Salgo a rastras de la cama y voy hacia el suntuoso cuarto de baño<br />

totalmente equipado, mientras repaso mentalmente los acontecimientos del día anterior.<br />

Cuando salgo, me pongo uno de los extraordinariamente sedosos albornoces que están<br />

colgados en una barra dorada del baño.<br />

Leila, la chica que se parece a mí: esa es la imagen más perturbadora que<br />

suscita todo tipo de conjeturas en mi cerebro, eso y su fantasmagórica presencia en el<br />

dormitorio de Christian. ¿Qué buscaba? ¿A mí? ¿A Christian? ¿Para hacer qué? ¿Y por<br />

qué diablos ha destrozado mi coche?<br />

Christian dijo que me proporcionaría otro Audi, como el de todas sus<br />

sumisas. No me gusta esa idea. Pero, como fui tan generosa con el dinero que él me<br />

dio, ya no puedo hacer nada.<br />

Entro en el salón principal de la suite: ni rastro de Christian. Finalmente le<br />

localizo en el comedor. Me siento a la mesa, agradeciendo el impresionante desayuno<br />

que tengo delante. Christian está leyendo los periódicos del domingo y bebiendo café.<br />

Ya ha terminado de desayunar. Me sonríe.<br />

—Come. Hoy necesitas estar fuerte —bromea.<br />

—¿Y eso por qué? ¿Vas a encerrarme en el dormitorio?<br />

La diosa que llevo dentro se despierta bruscamente, desaliñada y con pinta<br />

de acabar de practicar sexo.<br />

—Por atractiva que resulte la idea, tenía pensado salir hoy. A tomar un<br />

poco el aire.<br />

—¿No es peligroso? —pregunto en tono ingenuo, intentando que mi voz no<br />

suene irónica, sin conseguirlo.<br />

Christian cambia de cara y su boca se convierte en una fina línea.<br />

—El sitio al que vamos, no. Y este asunto no es para tomárselo en broma<br />

—añade con severidad, entornando los ojos.<br />

Me ruborizo y bajo la vista a mi desayuno. Después de todo lo que pasó<br />

ayer y de lo tarde que nos acostamos, no tengo ganas ahora de que me riñan. Me como<br />

el desayuno en silencio y de mal humor.<br />

Mi subconsciente me mira y menea la cabeza. Cincuenta no bromea con mi<br />

seguridad; a estas alturas ya debería saberlo. Tengo ganas de mirarle con los ojos en<br />

blanco para hacerle ver que está exagerando pero me contengo.<br />

De acuerdo, estoy cansada y molesta. Ayer tuve un día muy largo y he<br />

dormido poco. Y además, ¿por qué él tiene que estar fresco como una rosa? La vida es<br />

tan injusta…<br />

Llaman a la puerta.<br />

—Esa será la doctora —masculla Christian, y es evidente que sigue<br />

ofendido por mi irónico comentario.<br />

Se levanta bruscamente de la mesa.

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