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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>¿por qué queremos aventurarnos a per<strong>de</strong>r y no a ganar en esta empresa?; que el <strong>de</strong>clararla y elver a nuestras gargantas arrimado el cor<strong>de</strong>l o el cuchillo ha <strong>de</strong> ser todo uno; <strong>de</strong>más que, pormostrarnos enamorados, habremos <strong>de</strong> parecer, sobre <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cidos, traidores. ¿Tú no ves ladistancia que hay <strong>de</strong> un maestro <strong>de</strong> danzar, que enmendó su oficio con apren<strong>de</strong>r el <strong>de</strong> platero, auna hija <strong>de</strong> un rey, y la que hay <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sterrado murmurador a la que <strong>de</strong>secha y menospreciareinos? Mordámonos la lengua, y llegue nuestro arrepentimiento a do ha llegado nuestranecedad. A lo menos este mi papel se dará primero el fuego o al viento que a Policarpa.-Haz tú lo que quisieres <strong>de</strong>l tuyo -respondió Clodio-, que el mío, aunque no le dé a Auristela,le pienso guardar por honra <strong>de</strong> mi ingenio; aunque temo que, si no se le doy, toda la vida me ha<strong>de</strong> mor<strong>de</strong>r la conciencia <strong>de</strong> haber tenido este arrepentimiento, porque el tentar no todas lasveces daña.Estas razones pasaron entre los dos fingidos amantes, y atrevidos y necios <strong>de</strong> veras.Llegóse, en fin, el punto <strong>de</strong> hablar a solas Periandro con Auristela, y entró a verla conintención <strong>de</strong> darle el papel que había escrito; pero, así como la vio, olvidándose <strong>de</strong> todos losdiscursos y disculpas que llevaba prevenidas, le dijo:-Señora, mírame bien, que yo soy Periandro, que fui el que fue <strong>Persiles</strong>, y soy el que túquieres que sea Periandro. El nudo con que están atadas nuestras volunta<strong>de</strong>s nadie le pue<strong>de</strong><strong>de</strong>satar sino la muerte; y, siendo esto así, ¿<strong>de</strong> qué te sirve darme consejos tan contrarios a estaverdad? Por todos los cielos, y por ti misma, más hermosa que ellos, te ruego que no nombresmás a Sinforosa, ni imagines que su belleza ni sus tesoros han <strong>de</strong> ser parte a que yo olvi<strong>de</strong> lasminas <strong>de</strong> tus virtu<strong>de</strong>s y la hermosura incomparable tuya, así <strong>de</strong>l cuerpo como <strong>de</strong>l alma. Esta mía,que respira por la tuya, te ofrezco <strong>de</strong> nuevo, no con mayores ventajas que aquellas con que te laofrecí la vez primera que mis ojos te vieron, porque no hay cláusula que añadir a la obligación enque quedé <strong>de</strong> servirte, el punto que en mis potencias se imprimió el conocimiento <strong>de</strong> tusvirtu<strong>de</strong>s. Procura, señora, tener salud, que yo procuraré la salida <strong>de</strong> esta tierra, y dispondré lomejor que pudiere nuestro viaje: que, aunque Roma es el cielo <strong>de</strong> la tierra, no está puesta en elcielo, y no habrá <strong>trabajos</strong> ni peligros que nos nieguen <strong>de</strong>l todo el llegar a ella, puesto que loshaya para dilatar el camino; tente al tronco y a las ramas <strong>de</strong> tu mucho valor, y no imagines queha <strong>de</strong> haber en el mundo quien se le oponga.En tanto que Periandro esto <strong>de</strong>cía, le estaba mirando Auristela con ojos tiernos y conlágrimas <strong>de</strong> celos y compasión nacidas; pero, en fin, haciendo efeto en su alma las amorosasrazones <strong>de</strong> Periandro, dio lugar a la verdad que en ellas venía encerrada, y respondióle seis oocho palabras, que fueron:106-Sin hacerme fuerza, dulce amado, te creo; confiada te pido que con brevedad salgamos<strong>de</strong>sta tierra, que en otra quizá convaleceré <strong>de</strong> la enfermedad celosa que en este lecho me tiene.-Si yo hubiera dado, señora -respondió Periandro-, alguna ocasión a tu enfermedad, llevaraen paciencia tus quejas, y en mis disculpas hallaras tú el remedio <strong>de</strong> tus lástimas; pero, como no© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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