<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>lóbrega escuridad no les <strong>de</strong>jó ver particularmente lo que en él había. Y, estándole así mirando,llegó un hombre anciano, todo asimismo cubierto <strong>de</strong> luto, el cual les dijo:-Señores, <strong>de</strong> aquí a dos horas, que habrá entrado una <strong>de</strong> la noche, si gustáis <strong>de</strong> ver a laseñora Ruperta sin que ella os vea, yo haré que la veáis, cuya vista os dará ocasión <strong>de</strong> que osadmiréis, así <strong>de</strong> su condición como <strong>de</strong> su hermosura.-Señor -respondió Periandro-, este nuestro criado que aquí está nos convidó a queviniésemos a ver una maravilla, y hasta ahora no hemos visto otra que la <strong>de</strong> este aposentocubierto <strong>de</strong> luto, que no es maravilla ninguna.-Si volvéis a la hora que digo -respondió el enlutado-, tendréis <strong>de</strong> qué maravillaros, porquehabréis <strong>de</strong> saber que en este aposento se aloja la señora Ruperta, mujer que fue, apenas hace un año, <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Lamberto <strong>de</strong> Escocia, cuyo matrimonioa él le costó la vida y a ella verse en términos <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rla cada paso, a causa que ClaudinoRubicón, caballero <strong>de</strong> los principales <strong>de</strong> Escocia, a quien las riquezas y el linaje hicieron soberbio,y la condición algo enamorado, quiso bien a mi señora, siendo doncella, <strong>de</strong> la cual, si no fueaborrecido, a lo menos fue <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñado, como lo mostró el casarse con el con<strong>de</strong> mi señor. Estapresta resolución <strong>de</strong> mi señora la bautizó Rubicón, en <strong>de</strong>shonra y menosprecio suyo, como si lahermosa Ruperta no hubiera tenido padres que se lo mandaran y obligaciones precisas que leobligaran a ello, junto con ser más acertado ajustarse las eda<strong>de</strong>s entre los que se casan: que, sipue<strong>de</strong> ser, siempre los años <strong>de</strong>l esposo con el número <strong>de</strong> diez han <strong>de</strong> llevar ventaja a los <strong>de</strong> lamujer, o con algunos más, porque la vejez los alcance en un mismo tiempo. Era Rubicón varónviudo y que tenía hijo <strong>de</strong> casi veinte y un años, gentilhombre en estremo, y <strong>de</strong> mejorescondiciones que el padre; tanto que, si él se hubiera opuesto a la cátedra <strong>de</strong> mi señora, hoyviviera mi señor el con<strong>de</strong> y mi señora estuviera más alegre. «Sucedió, pues, que, yendo miseñora Ruperta a holgarse con su esposo a una villa suya, acaso y sin pensar, en un <strong>de</strong>spoblado,encontramos a Rubicón con muchos criados suyos que le acompañaban. Vio a mi señora, y suvista <strong>de</strong>spertó el agravio que a su parecer se le había hecho; y fue <strong>de</strong> suerte que en lugar <strong>de</strong>lamor nació la ira, y <strong>de</strong> la ira el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer pesar a mi señora; y, como las venganzas <strong>de</strong> losque bien se han querido sobrepujan a las ofensas hechas, Rubicón, <strong>de</strong>spechado, impaciente yatrevido, <strong>de</strong>senvainando la espada, corrió al con<strong>de</strong> mi señor, que estaba inocente <strong>de</strong>ste caso, sinque tuviese lugar <strong>de</strong> prevenirse <strong>de</strong>l daño que no temía; y, envainándosela en el pecho, dijo: ``Túme pagarás lo que no me <strong>de</strong>bes; y si esta es crueldad, mayor la usó tu esposa para conmigo,pues no una vez sola, sino cien mil, me quitan la vida sus <strong>de</strong>s<strong>de</strong>nes''.»A todo esto me hallé yo presente; oí las palabras, y vi con mis ojos y tenté con las manos laherida; escuché los llantos <strong>de</strong> mi señora, que penetraron los cielos; volvimos a dar sepultura alcon<strong>de</strong>, y, al enterrarle, por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> mi señora, se le cortó la cabeza, que en pocos días, concosas que se le aplicaron, quedó <strong>de</strong>scarnada y en solamente los huesos; mandóla mi señoraponer en una caja <strong>de</strong> plata, sobre la cual puestas sus manos, hizo este juramento. Peroolvídaseme por <strong>de</strong>cir cómo el cruel Rubicón, o ya por menosprecio, o ya por más crueldad, o237© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com
<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>quizá con la turbación <strong>de</strong>scuidado, se <strong>de</strong>jó la espada envainada en el pecho <strong>de</strong> mi señor, cuyasangre aun hasta agora muestra estar casi reciente en ella. Digo, pues, que dijo estas palabras:``Yo, la <strong>de</strong>sdichada Ruperta, a quien han dado los cielos sólo nombre <strong>de</strong> hermosa, hagojuramento al cielo, puestas las manos sobre estas dolorosas reliquias, <strong>de</strong> vengar la muerte <strong>de</strong> miesposo con mi po<strong>de</strong>r y con mi industria, si bien aventurase en ello una y mil veces esta miserablevida que tengo, sin que me espanten <strong>trabajos</strong>, sin que me falten ruegos hechos a quien puedafavorecerme; y, en tanto que no llegare a efeto este mi justo, si no cristiano, <strong>de</strong>seo, juro que mivestido será negro, mis aposentos lóbregos, mis manteles tristes y mi compañía la mismasoledad. A la mesa estarán presentes estas reliquias, que me atormenten el alma; esta cabezaque me diga, sin lengua, que vengue su agravio; esta espada, en cuya no enjuta sangre meparece que veo a la que, alterando la mía, no me <strong>de</strong>je sosegar hasta vengarme''.»Esto dicho, parece que templó sus continuas lágrimas, y dio algún vado a sus dolientessuspiros. Hase puesto en camino <strong>de</strong> Roma para pedir en Italia a sus príncipes favor y ayudacontra el matador <strong>de</strong> su esposo, que aun todavía la amenaza, quizá temeroso; que suele ofen<strong>de</strong>run mosquito más <strong>de</strong> lo que pue<strong>de</strong> favorecer un águila.» Esto, señores, veréis, como he dicho, <strong>de</strong>aquí a dos horas; y si no os <strong>de</strong>jare admirados, o yo no habré sabido contarlo, o vosotros tendréisel corazón <strong>de</strong> mármol.Aquí dio fin a su plática el enlutado escu<strong>de</strong>ro, y los peregrinos, sin ver a Ruperta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>luego se comenzaron a admirar <strong>de</strong>l caso.238© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com