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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong><strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su cuerpo; no esperes a que me rinda, que no ha <strong>de</strong> confesar mi lengua la culpa que notengo. Pecados sí tengo yo que merecen mayores castigos, pero no quiero añadirles este <strong>de</strong>levantarme testimonio a mí mismo; y así, más quiero morir con honra que vivir <strong>de</strong>shonrado''. ``Sino te rin<strong>de</strong>s, Renato -respondió mi contrario-, esta punta llegará hasta el celebro, y hará que contu sangre firmes y confirmes mi verdad y tu pecado''.»Llegaron en esto los jueces, y tomáronme por muerto, y dieron a mi enemigo el lauro <strong>de</strong> lavitoria. Sacáronle <strong>de</strong>l campo en hombros <strong>de</strong> sus amigos, y a mí me <strong>de</strong>jaron solo, en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>lquebranto y <strong>de</strong> la confusión, con más tristeza que heridas, y no con tanto dolor como yopensaba; pues no fue bastante a quitarme la vida, ya que no me la quitó la espada <strong>de</strong> mienemigo. Recogiéronme mis criados; volvíme a la patria; ni en el camino ni en ella teníaatrevimiento para alzar los ojos al cielo, que me parecía que sobre sus párpados cargaba el peso<strong>de</strong> la <strong>de</strong>shonra y la pesadumbre <strong>de</strong> la infamia; <strong>de</strong> los amigos que me hablaban, pensaba que meofendían; el claro cielo para mí estaba cubierto <strong>de</strong> obscuras tinieblas; ni un corrillo acaso sehacía en las calles, <strong>de</strong> los vecinos <strong>de</strong>l pueblo, <strong>de</strong> quien no pensase que sus pláticas no naciesen<strong>de</strong> mi <strong>de</strong>shonra; finalmente, yo me hallé tan apretado <strong>de</strong> mis melancolías, pensamientos yconfusas imaginaciones, que, por salir <strong>de</strong>llas, o a lo menos aliviarlas, o acabar con la vida,<strong>de</strong>terminé salir <strong>de</strong> mi patria; y, renunciando mi hacienda en otro hermano menor que tengo, enun navío, con algunos <strong>de</strong> mis criados, quise <strong>de</strong>sterrarme y venir a estas setentrionales partes abuscar lugar don<strong>de</strong> no me alcanzase la infamia <strong>de</strong> mi infame vencimiento y don<strong>de</strong> el silenciosepultase mi nombre.»Hallé esta isla acaso; contentóme el sitio, y con el ayuda <strong>de</strong> mis criados levanté esta ermitay encerréme en ella. Despedílos; diles or<strong>de</strong>n que cada un año viniesen a verme, para queenterrasen mis huesos. El amor que me tenían, las promesas que les hice y los dones que les diles obligaron a cumplir mis ruegos, que no los quiero llamar mandamientos. Fuéronse, y<strong>de</strong>járonme entregado a mi soledad, don<strong>de</strong> hallé tan buena compañía en estos árboles, en estasyerbas y plantas, en estas claras fuentes, en estos bulliciosos y frescos arroyuelos, que <strong>de</strong> nuevome tuve lástima a mí mismo <strong>de</strong> no haber sido vencido muchos tiempos antes, pues con aqueltrabajo hubiera venido antes al <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> gozallos. ¡Oh soledad alegre, compañía <strong>de</strong> lostristes! ¡Oh silencio, voz agradable a los oídos, don<strong>de</strong> llegas, sin que la adulación ni la lisonja teacompañen! ¡Oh qué <strong>de</strong> cosas dijera, señores, en alabanza <strong>de</strong> la santa soledad y <strong>de</strong>l sabrososilencio! Pero estórbamelo el <strong>de</strong>ciros primero cómo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un año volvieron mis criados ytrujeron consigo a mi adorada Eusebia, que es esta señora ermitaña que veis presente, a quienmis criados dijeron en el término que yo quedaba, y ella, agra<strong>de</strong>cida a mis <strong>de</strong>seos y condolida <strong>de</strong>mi infamia, quiso, ya que no en la culpa, serme compañera en la pena, y, embarcándose conellos, <strong>de</strong>jó su patria y padres, sus regalos y sus riquezas, y lo más que <strong>de</strong>jó fue la honra, pues la<strong>de</strong>jó al vano discurso <strong>de</strong>l vulgo, casi siempre engañado, pues con su huida confirmaba su yerro yel mío.»Recebíla como ella esperaba que yo la recibiese, y la soledad y la hermosura, que habían <strong>de</strong>encen<strong>de</strong>r nuestros comenzados <strong>de</strong>seos, hicieron el efeto contrario, merced al cielo y a la155© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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