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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>Capí tulo Diez y SieteToda esta tardanza <strong>de</strong>l cuento <strong>de</strong> Periandro se <strong>de</strong>claraba tan en contrario <strong>de</strong>l gusto <strong>de</strong>Policarpo, que ni podía estar atento para escucharle, ni le daba lugar a pensar maduramente loque <strong>de</strong>bía hacer para quedarse con Auristela. Sin perjuicio <strong>de</strong> la opinión que tenía <strong>de</strong> generoso y<strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ro, pon<strong>de</strong>raba la calidad <strong>de</strong> sus huéspe<strong>de</strong>s, entre los cuales se le ponía <strong>de</strong>lanteArnaldo, príncipe <strong>de</strong> Dinamarca, no por elección, sino por herencia; <strong>de</strong>scubría en el modo <strong>de</strong>proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Periandro, en su gentileza y brío, algún gran personaje, y en la hermosura <strong>de</strong>Auristela el <strong>de</strong> alguna gran señora. Quisiera buenamente lograr sus <strong>de</strong>seos a pie llano, sin ro<strong>de</strong>osni invenciones, cubriendo toda dificultad y todo parecer contrario con el velo <strong>de</strong>l matrimonio;que, puesto que su mucha edad no lo permitía, todavía podía disimularlo, porque en cualquiertiempo es mejor casarse que abrasarse.Acuciaba y solicitaba sus pensamientos los que solicitaban y aquejaban a la embaidoraCenotia, con la cual se concertó que, antes <strong>de</strong> dar otra audiencia a Periandro, se pusiese en efetosu disinio; que fue que <strong>de</strong> allí a dos noches tocasen un arma fingida en la ciudad y se pegasefuego al palacio por tres o cuatro partes, <strong>de</strong> modo que obligase a los que en él asistían a ponerseen cobro, don<strong>de</strong> era forzoso que interviniese la confusión y el alboroto, en medio <strong>de</strong>l cualprevino gente que robasen al bárbaro mozo Antonio y a la hermosa Auristela, y asimismo or<strong>de</strong>nóa Policarpa, su hija, que, conmovida <strong>de</strong> lástima cristiana, avisase a Arnaldo y a Periandro elpeligro que les amenazaba, sin <strong>de</strong>scubrilles el robo, sino mostrándoles el modo <strong>de</strong> salvarse, queera que acudiesen a la marina, don<strong>de</strong> en el puerto hallarían una saetía que los acogiese.Llegóse la noche, y, a las tres horas <strong>de</strong>lla, comenzó el arma, que puso en confusión yalboroto a toda la gente <strong>de</strong> la ciudad. Comenzó a resplan<strong>de</strong>cer el fuego, en cuyo ardor seaumentaba el que Policarpo en su pecho tenía. Acudió su hija, no alborotada, sino con reposo, adar noticia a Arnaldo y a Periandro <strong>de</strong> los disinios <strong>de</strong> su traidor y enamorado padre, que seestendían a quedarse con Auristela y con el bárbaro mozo, sin quedar con indicios que leinfamasen. Oyendo lo cual, Arnaldo y Periandro llamaron a Auristela, a Mauricio, Transila,Ladislao, a los bárbaros padre y hijo, a Ricla, a Constanza y a Rutilio, y, agra<strong>de</strong>ciendo a Policarpasu aviso, se hicieron todos un montón, y, puestos <strong>de</strong>lante los varones, siguiendo el consejo <strong>de</strong>Policarpa, hallaron paso <strong>de</strong>sembarazado hasta el puerto, y segura embarcación en la saetía, cuyopiloto y marineros estaban avisados y cohechados <strong>de</strong> Policarpo, que, en el mismo punto queaquella gente que, al parecer, huida se embarcase, se hiciesen al mar, y no parasen con ellahasta Inglaterra, o hasta otra parte más lejos <strong>de</strong> aquella isla.146Entre la confusa gritería y el continuo vocear ¡al arma, al arma!; entre los estallidos <strong>de</strong>l fuegoabrasador, que, como si supiera que tenía licencia <strong>de</strong>l dueño <strong>de</strong> aquellos palacios para que losabrasase, andaba encubierto Policarpo, mirando si salía cierto el robo <strong>de</strong> Auristela, y asimismosolicitaba el <strong>de</strong> Antonio la hechicera Cenotia; pero, viendo que se habían embarcado todos, sinquedar ninguno, como la verdad se lo <strong>de</strong>cía y el alma se lo pronosticaba, acudió a mandar quetodos los baluartes, y todos los navíos que estaban en el puerto, disparasen la artillería contra el© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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