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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>Capí tulo Se ptimoAndaba el rey Policarpo alborozado con sus amorosos pensamientos, y <strong>de</strong>seoso a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>saber la resolución <strong>de</strong> Auristela, tan confiado y tan seguro que había <strong>de</strong> correspon<strong>de</strong>r a lo que<strong>de</strong>seaba que ya consigo mismo trazaba las bodas, concertaba las fiestas, inventaba las galas, yaun hacía merce<strong>de</strong>s en esperanza <strong>de</strong>l veni<strong>de</strong>ro matrimonio; pero, entre todos estos disinios, notomaba el pulso a su edad, ni igualaba con discreción la disparidad que hay <strong>de</strong> diez y siete años asetenta; y, cuando fueran sesenta, es también gran<strong>de</strong> la distancia: ansí halagan y lisonjean loslascivos <strong>de</strong>seos las volunta<strong>de</strong>s, así engañan los gustos imaginados a los gran<strong>de</strong>s entendimientos,así tiran y llevan tras sí las blandas imaginaciones a los que no se resisten en los encuentrosamorosos.Con diferentes pensamientos estaba Sinforosa, que no se aseguraba <strong>de</strong> su suerte, por sercosa natural que quien mucho <strong>de</strong>sea, mucho teme; y las cosas que podían poner alas a suesperanza, como eran su valor, su linaje y hermosura, esas mismas se las cortaban, por serpropio <strong>de</strong> los amantes rendidos pensar siempre que no tienen partes que merezcan ser amadas<strong>de</strong> los que bien quieren. Andan el amor y el temor tan apareados que, a doquiera que volváis lacara, los veréis juntos; y no es soberbio el amor, como algunos dicen, sino humil<strong>de</strong>, agradable ymanso; y tanto, que suele per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho por no dar a quien bien quiere pesadumbre; ymás, que, como todo amante tiene en sumo precio y estima la cosa que ama, huye <strong>de</strong> que <strong>de</strong> suparte nazca alguna ocasión <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rla.Todo esto, con mejores discursos que su padre, consi<strong>de</strong>raba la bella Sinforosa, y, entretemor y esperanza puesta, fue a ver a Auristela, y a saber <strong>de</strong>lla lo que esperaba y temía. En fin sevio Sinforosa con Auristela, y sola, que era lo que ella más <strong>de</strong>seaba; y era tanto el <strong>de</strong>seo quetenía <strong>de</strong> saber las nuevas <strong>de</strong> su buena o mala andanza que, así como entró a verla, sin que lahablase palabra, se la puso a mirar ahincadamente, por ver si en los movimientos <strong>de</strong> su rostro ledaba señales <strong>de</strong> su vida o muerte.Entendióla Auristela, y a media risa, quiero <strong>de</strong>cir, con muestras alegres, le dijo:108-Llegaos, señora, que a la raíz <strong>de</strong>l árbol <strong>de</strong> vuestra esperanza no ha puesto el temor segurpara cortar. Bien es verdad que vuestro bien y el mío se han <strong>de</strong> dilatar algún tanto, pero en finllegarán, porque, aunque hay inconvenientes que suelen impedir el cumplimiento <strong>de</strong> los justos<strong>de</strong>seos, no por eso ha <strong>de</strong> tener la <strong>de</strong>sesperación fuerzas para no esperalle. Mi hermano dice queel conocimiento que tiene <strong>de</strong> tu valor y hermosura, no solamente le obliga, pero que le fuerza aquererte, y tiene a bien y a merced particular la que le haces en querer ser suya; pero, antes quevenga a tan dichosa posesión, ha menester <strong>de</strong>fraudar las esperanzas que el príncipe Arnaldotiene <strong>de</strong> que yo he <strong>de</strong> ser su esposa; y sin duda lo fuera yo, si el serlo tú <strong>de</strong> mi hermano no loestorbara; que has <strong>de</strong> saber, hermana mía, que así puedo vivir yo sin Periandro como pue<strong>de</strong> vivirun cuerpo sin alma: allí tengo <strong>de</strong> vivir don<strong>de</strong> él viviere, él es el espíritu que me mueve y el almaque me anima; y, siendo esto así, si él se casa en esta tierra contigo, ¿cómo podré yo vivir en la© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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