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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>podían distinguir los ojos lo que <strong>de</strong>ntro estaba, que era un altar con tres <strong>de</strong>votas imágenes: launa, <strong>de</strong>l Autor <strong>de</strong> la vida, ya muerto y crucificado; la otra, <strong>de</strong> la Reina <strong>de</strong> los cielos y <strong>de</strong> la señora<strong>de</strong> la alegría, triste y puesta en pie <strong>de</strong>l que tiene los pies sobre todo el mundo; y la otra, <strong>de</strong>lamado dicípulo que vio más, estando durmiendo, que vieron cuantos ojos tiene el cielo en susestrellas. Hincáronse <strong>de</strong> rodillas, y, hecha la <strong>de</strong>bida oración con <strong>de</strong>voto respeto, les llevó Renatoa una estancia que estaba junto a la ermita, a quien se entraba por una puerta que junto al altarse hacía. Finalmente, pues las menu<strong>de</strong>ncias no pi<strong>de</strong>n ni sufren relaciones largas, se <strong>de</strong>jarán <strong>de</strong>contar las que allí pasaron, ansí <strong>de</strong> la pobre cena como <strong>de</strong>l estrecho regalo, que sólo se alargabaen la bondad <strong>de</strong> los ermitaños, <strong>de</strong> quien se notaron los pobres vestidos, la edad, que tocaba enlos márgenes <strong>de</strong> la vejez; la hermosura <strong>de</strong> Eusebia, don<strong>de</strong> todavía resplan<strong>de</strong>cían las muestras <strong>de</strong>haber sido rara en todo estremo. Auristela, Transila y Constanza se quedaron en aquellaestancia, a quien sirvieron <strong>de</strong> camas secas espadañas con otras yerbas, más para dar gusto alolfato que a otro sentido alguno. <strong>Los</strong> hombres se acomodaron en la ermita, en diferentespuestos, tan fríos como duros y tan duros como fríos.Corrió el tiempo como suele, voló la noche, y amaneció el día claro y sereno; <strong>de</strong>scubrióse lamar, tan cortés y bien criada que parecía que estaba convidando a que la gozasen volviéndose aembarcar; y sin duda alguna se hiciera así si el piloto <strong>de</strong> la nave no subiera a <strong>de</strong>cir que no sefiasen <strong>de</strong> las muestras <strong>de</strong>l tiempo, que, puesto que prometían serenidad tranquila, los efetoshabían <strong>de</strong> ser muy contrarios. Salió con su parecer, pues todos se atuvieron a él; que, en el arte<strong>de</strong> la marinería, más sabe el más simple marinero que el mayor letrado <strong>de</strong>l mundo. Dejaron susherbosos lechos las damas, y los varones su duras piedras, y salieron a ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquella cumbrela amenidad <strong>de</strong> la pequeña isla, que sólo podía bojar hasta doce millas, pero tan llena <strong>de</strong> árbolesfrutíferos, tan fresca por muchas aguas, tan agradable por las yerbas ver<strong>de</strong>s, y tan olorosa porlas flores, que en un igual grado y a un mismo tiempo podía satisfacer a todos cinco sentidos.Pocas horas se había entrado por el día, cuando los dos venerables ermitaños llamaron a sushuéspe<strong>de</strong>s, y, tendiendo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la ermita ver<strong>de</strong>s y secas espadañas, formaron sobre el suelouna agradable alfombra, quizá mas vistosa que las que suelen adornar los palacios <strong>de</strong> los reyes.Luego tendieron sobre ella diversidad <strong>de</strong> frutas, así ver<strong>de</strong>s como secas, y pan no tan recienteque no semejase bizcocho, coronando la mesa asimismo <strong>de</strong> vasos <strong>de</strong> corcho con maestríalabrados, <strong>de</strong> fríos y líquidos cristales llenos. El adorno, las frutas, las puras y limpias aguas, que, apesar <strong>de</strong> la parda color <strong>de</strong> los corchos, mostraban su claridad, y la necesidad juntamente, obligóa todos, y aun les forzó, por mejor <strong>de</strong>cir, a que alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa se sentasen. Hiciéronlo así,y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la tan breve como sabrosa comida, Arnaldo suplicó a Renato que les contase suhistoria y la causa que a la estrecheza <strong>de</strong> tan pobre vida le había conducido. El cual, como eracaballero, a quien es aneja siempre la cortesía, sin que segunda vez se lo pidiesen, <strong>de</strong>sta maneracomenzó el cuento <strong>de</strong> su verda<strong>de</strong>ra historia:153© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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