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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>Capí tulo Diez y SieteLa ira, según se dice, es una revolución <strong>de</strong> la sangre que está cerca <strong>de</strong>l corazón, la cual sealtera en el pecho con la vista <strong>de</strong>l objeto que agravia, y tal vez con la memoria; tiene por últimofin y para<strong>de</strong>ro suyo la venganza, que, como la tome el agraviado, sin razón o con ella, sosiega.Esto nos lo dará a enten<strong>de</strong>r la hermosa Ruperta, agraviada y airada, y con tanto <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>vengarse <strong>de</strong> su contrario que, aunque sabía que era ya muerto, dilataba su cólera por todos sus<strong>de</strong>cendientes, sin querer <strong>de</strong>jar, si pudiera, vivo ninguno <strong>de</strong>llos; que la cólera <strong>de</strong> la mujer no tienelímite.Llegóse la hora <strong>de</strong> que la fueron a ver los peregrinos, sin que ella los viese, y viéronlahermosa en todo estremo, con blanquísimas tocas, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cabeza casi le llegaban a lospies, sentada <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una mesa, sobre la cual tenía la cabeza <strong>de</strong> su esposo en la caja <strong>de</strong> plata,la espada con que le habían quitado la vida y una camisa que ella se imaginaba que aún noestaba enjuta <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> su esposo. Todas estas insignias dolorosas <strong>de</strong>spertaron su ira, lacual no tenía necesidad que nadie la <strong>de</strong>spertase, porque nunca dormía; levantóse en pie, y,puesta la mano <strong>de</strong>recha sobre la cabeza <strong>de</strong>l marido, comenzó a hacer y a revalidar el voto yjuramento que dijo el enlutado escu<strong>de</strong>ro. Llovían lágrimas <strong>de</strong> sus ojos, bastantes a bañar lasreliquias <strong>de</strong> su pasión; arrancaba suspiros <strong>de</strong>l pecho, que con<strong>de</strong>nsaban el aire cerca y lejos;añadía al ordinario juramento razones que le agravaban, y tal vez parecía que arrojaba por losojos, no lágrimas, sino fuego, y por la boca, no suspiros, sino humo: tan sujeta la tenía su pasióny el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vengarse. ¿Veisla llorar, veisla suspirar, veisla no estar en sí, veisla blandir laespada matadora, veisla besar la camisa ensangrentada, y que rompe las palabras con sollozos?;pues esperad no más <strong>de</strong> hasta la mañana, y veréis cosas que os <strong>de</strong>n sujeto para hablar en ellasmil siglos, si tantos tuviése<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vida.En mitad <strong>de</strong> la fuga <strong>de</strong> su dolor estaba Ruperta, y casi en los umbrales <strong>de</strong> su gusto, porquemientras se amenaza <strong>de</strong>scansa el amenazador, cuando se llegó a ella uno <strong>de</strong> sus criados, como sise llegara una sombra negra, según venía cargado <strong>de</strong> luto, y en mal pronunciadas palabras ledijo:-Señora, Croriano el galán, el hijo <strong>de</strong> tu enemigo, se acaba <strong>de</strong> apear agora con algunoscriados. Mira si quieres encubrirte, o si quieres que te conozca, o lo que sería bien que hagas,pues tienes lugar para pensarlo.-Que no me conozca -respondió Ruperta-; y avisad a todos mis criados que por <strong>de</strong>scuido nome nombren, ni por cuidado me <strong>de</strong>scubran.Y, esto diciendo, recogió sus prendas, y mandó cerrar el aposento y que ninguno entrase ahablalla.Volviéronse los peregrinos al suyo, quedó ella sola y pensativa, y no sé cómo se supo quehabía hablado a solas estas o otras semejantes razones:239© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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