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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>Capí tulo Diez y OchoDon<strong>de</strong> Mauricio sabe por la astrologí a un mal suceso que lesavino en el marEn la nave don<strong>de</strong> vinieron Mauricio y Ladislao, los capitanes y soldados que trajeron aRosamunda y a Clodio, se embarcaron todos aquellos que salieron <strong>de</strong> la mazmorra y prisión <strong>de</strong> laisla Bárbara, y en el navío <strong>de</strong> Arnaldo se acomodaron Mauricio, Transila, Ricla y Constanza, y losdos Antonios, padre y hijo; Ladislao, Mauricio y Transila, sin consentir Arnaldo que se quedasenen tierra Clodio y Rosamunda; Rutilio se acomodó con Arnaldo.Hicieron agua aquella noche, recogiendo y comprando <strong>de</strong>l huésped todos los bastimentosque pudieron; y, habiendo mirado los puntos más convenientes para su partida, dijo Mauricioque si la buena suerte les escapaba <strong>de</strong> una mala que les amenazaba muy propincua, tendríabuen suceso su viaje; y que el tal peligro, puesto que era <strong>de</strong> agua, no había <strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r, sisucediese, por borrasca ni tormenta <strong>de</strong>l mar ni <strong>de</strong> tierra, sino por una traición mezclada y aunforjada <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong> <strong>de</strong>shonestos y lascivos <strong>de</strong>seos. Periandro, que siempre andaba sobresaltadocon la compañía <strong>de</strong> Arnaldo, vino a temer si aquella traición había <strong>de</strong> ser fabricada por elpríncipe para alzarse con la hermosa Auristela, pues la había <strong>de</strong> llevar en su navío; pero opúsosea todo este mal pensamiento la generosidad <strong>de</strong> su ánimo, y no quiso creer lo que temía, porparecerle que, en los pechos <strong>de</strong> los valerosos príncipes, no <strong>de</strong>ben hallar acogida alguna lastraiciones; pero no por esto <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> pedir y rogar a Mauricio mirase muy bien <strong>de</strong> qué parte lespodía venir el daño que les amenazaba. Mauricio respondió que no lo sabía, puesto que le teníapor cierto, aunque templaba su rigor con que ninguno <strong>de</strong> los que en él se hallasen había <strong>de</strong>per<strong>de</strong>r la vida, sino el sosiego y la quietud, y habían <strong>de</strong> ver rompidos la mitad <strong>de</strong> sus disinios, susmás bien encaminadas esperanzas. A lo que Periandro le replicó que <strong>de</strong>tuviesen algunos días lapartida: quizá con la tardanza <strong>de</strong>l tiempo se mudarían o se templarían los influjos rigurosos <strong>de</strong>las estrellas.-No -replicó Mauricio-, mejor es arrojarnos en las manos <strong>de</strong>ste peligro, pues no llega a quitarla vida, que no intentar otro camino que nos lleve a per<strong>de</strong>rla.-Ea, pues -dijo Periandro-, echada está la suerte, partamos en buen hora, y haga el cielo loque or<strong>de</strong>nado tiene, pues nuestra diligencia no lo pue<strong>de</strong> escusar.62Satisfizo Arnaldo al huésped magníficamente con muchos dones el buen hospedaje, y unosen unos navíos, y otros en otros, cada cual según y como vio que más le convenía, <strong>de</strong>jó el puerto<strong>de</strong>sembarazado y se hizo a la vela. Salió el navío <strong>de</strong> Arnaldo adornado <strong>de</strong> ligeras flámulas yban<strong>de</strong>retas, y <strong>de</strong> pintados y vistosos gallar<strong>de</strong>tes. Al zarpar los hierros y tirar las áncoras, disparóasí la gruesa como la menuda artillería, rompieron los aires los sones <strong>de</strong> las chirimías y los <strong>de</strong>otros instrumentos músicos y alegres, oyéronse las voces <strong>de</strong> los que <strong>de</strong>cían, reiterándolo amenudo:© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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