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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>La tormenta creció <strong>de</strong> manera que agotó la ciencia <strong>de</strong> los marineros, la solicitud <strong>de</strong>l capitány, finalmente, la esperanza <strong>de</strong> remedio en todos. Ya no se oían voces que mandaban hágase estoo aquello, sino gritos <strong>de</strong> plegarias y votos que se hacían y a los cielos se enviaban; y llegó a tantoesta miseria y estrecheza que Transila no se acordaba <strong>de</strong> Ladislao, Auristela <strong>de</strong> Periandro; queuno <strong>de</strong> los efetos po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> la muerte es borrar <strong>de</strong> la memoria todas las cosas <strong>de</strong> la vida, y,pues llega a hacer que no se sienta la pasión celosa, téngase por dicho que pue<strong>de</strong> lo imposible.No había allí reloj <strong>de</strong> arena que distinguiese las horas, ni aguja que señalase el viento, ni buentino que atinase el lugar don<strong>de</strong> estaban. Todo era confusión, todo era grita, todo suspiros y todoplegarias. Desmayó el capitán, abandonáronse los marineros, rindiéronse las humanas fuerzas, ypoco a poco el <strong>de</strong>smayo llamó al silencio, que ocupó las voces <strong>de</strong> los más <strong>de</strong> los míseros que sequejaban.Atrevióse el mar insolente a pasearse por cima <strong>de</strong> la cubierta <strong>de</strong>l navío, y aun a visitar lasmás altas gavias, las cuales también ellas, casi como en venganza <strong>de</strong> su agravio, besaron lasarenas <strong>de</strong> su profundidad. Finalmente, al parecer <strong>de</strong>l día -si se pue<strong>de</strong> llamar día el que no traeconsigo claridad alguna-, la nave se estuvo queda y estancó, sin moverse a parte alguna, que esuno <strong>de</strong> los peligros, fuera <strong>de</strong>l <strong>de</strong> anegarse, que le pue<strong>de</strong> suce<strong>de</strong>r a un bajel; finalmente,combatida <strong>de</strong> un huracán furioso, como si la volvieran con algún artificio, puso la gavia mayor enla hondura <strong>de</strong> las aguas y la quilla <strong>de</strong>scubrió a los cielos, quedando hecha sepultura <strong>de</strong> cuantosen ella estaban.¡Adiós, castos pensamientos <strong>de</strong> Auristela; adiós, bien fundados disinios; sosegaos, pasos tanhonrados como santos, no esperéis otros mauseolos ni otras pirámi<strong>de</strong>s ni agujas que las que osofrecen esas mal breadas tablas! Y vos, ¡oh Transila!, ejemplo claro <strong>de</strong> honestidad, en los brazos<strong>de</strong> vuestro discreto y anciano padre podéis celebrar las bodas, si no con vuestro esposo Ladislao,a lo menos con la esperanza, que ya os habrá conducido a mejor tálamo. Y tú, ¡oh Ricla!, cuyos<strong>de</strong>seos te llevaban a tu <strong>de</strong>scanso, recoge en tus brazos a Antonio y a Constanza, tus hijos, yponlos en la presencia <strong>de</strong>l que agora te ha quitado la vida para mejorártela en el cielo.En resolución, el volcar <strong>de</strong> la nave y la certeza <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> los que en ella iban puso lasrazones referidas en la pluma <strong>de</strong>l autor <strong>de</strong>sta gran<strong>de</strong> y lastimosa historia, y ansimismo puso lasque se oirán en el siguiente capítulo.85© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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