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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>y, por hallarle ya muerto, se atrevió a sacar la espada. <strong>Los</strong> dos Antonios saltaron las zarzas, porver si verían quién hubiese sido el cruel y alevoso homicida; que, por ser la herida por lasespaldas, se mostraba que traidoras manos la habían hecho. No vieron a nadie, volviéronse a los<strong>de</strong>más, y la poca edad <strong>de</strong>l muerto y su gallardo talle y parecer les acrecentó la lástima. Miráronletodo, y halláronle, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> una ropilla <strong>de</strong> terciopelo pardo, sobre el jubón puesta una ca<strong>de</strong>na<strong>de</strong> cuatro vueltas <strong>de</strong> menudos eslabones <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong> la cual pendía un <strong>de</strong>voto crucifijo, asimismo<strong>de</strong> oro; allá entre el jubón y la camisa le hallaron, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una caja <strong>de</strong> ébano ricamentelabrada, un hermosísimo retrato <strong>de</strong> mujer, pintado en la lisa tabla, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cual, <strong>de</strong>menudísima y clara letra, vieron que traía escritos estos versos:Yela, encien<strong>de</strong>, mira y habla:¡milagros <strong>de</strong> hermosura,que tenga vuestra figuratanta fuerza en una tabla!Por estos versos conjeturó Periandro, que los leyó primero, que <strong>de</strong> causa amorosa <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>haber nacido su muerte. Miráronle las faldriqueras y escudriñáronle todos, pero no hallaron cosaque les diese indicio <strong>de</strong> quién era. Y, estando haciendo este escrutinio, parecieron, como sifueran llovidos, cuatro hombres con ballestas armadas, por cuyas insignias conoció luegoAntonio el padre, que eran cuadrilleros <strong>de</strong> la Santa Hermandad, uno <strong>de</strong> los cuales dijo a voces:-¡Teneos, ladrones, homicidas y salteadores! ¡No le acabéis <strong>de</strong> <strong>de</strong>spojar, que a tiempo soisvenidos en que os llevaremos adon<strong>de</strong> paguéis vuestro pecado!-Eso no, bellacos -respondió Antonio el mozo-: aquí no hay ladrón ninguno, porque todossomos enemigos <strong>de</strong> los que lo son.-Bien se os parece, por cierto -replicó el cuadrillero-, el hombre muerto, sus <strong>de</strong>spojos envuestro po<strong>de</strong>r, y su sangre en vuestras manos, que sirve <strong>de</strong> testigos vuestra maldad. Ladronessois, salteadores sois, homicidas sois; y, como tales ladrones, salteadores y homicidas, prestopagaréis vuestros <strong>de</strong>litos, sin que os valga la capa <strong>de</strong> virtud cristiana con que procuráis encubrirvuestras malda<strong>de</strong>s, vistiéndoos <strong>de</strong> peregrinos.A esto le dio respuesta Antonio el mozo con poner una flecha en su arco y pasarle con ellaun brazo, puesto que quisiera pasarle <strong>de</strong> parte a parte el pecho. <strong>Los</strong> <strong>de</strong>más cuadrilleros, oescarmentados <strong>de</strong>l golpe, o por hacer la prisión más al seguro, volvieron las espaldas, y, entrehuyendo y esperando, a gran<strong>de</strong>s voces apellidaron:179-¡Aquí <strong>de</strong> la Santa Hermandad! ¡Favor a la Santa Hermandad!© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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