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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>Capí tulo De cimoLas peregrinaciones largas siempre traen consigo diversos acontecimientos, y, como ladiversidad se compone <strong>de</strong> cosas diferentes, es forzoso que los casos lo sean. Bien nos lo muestraesta historia, cuyos acontecimientos nos cortan su hilo, poniéndonos en duda dón<strong>de</strong> será bienanudarle; porque no todas las cosas que suce<strong>de</strong>n son buenas para contadas, y podrían pasar sinserlo y sin quedar menoscabada la historia: acciones hay que, por gran<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> callarse, yotras que, por bajas, no <strong>de</strong>ben <strong>de</strong>cirse; puesto que es excelencia <strong>de</strong> la historia que cualquieracosa que en ella se escriba pue<strong>de</strong> pasar, al sabor <strong>de</strong> la verdad que trae consigo; lo que no tienela fábula, a quien conviene guisar sus acciones con tanta puntualidad y gusto, y con tantaverisimilitud que, a <strong>de</strong>specho y pesar <strong>de</strong> la mentira, que hace disonancia en el entendimiento,forme una verda<strong>de</strong>ra armonía.Aprovechándome, pues, <strong>de</strong>sta verdad, digo que el hermoso escuadrón <strong>de</strong> los peregrinos,prosiguiendo su viaje, llegó a un lugar, no muy pequeño ni muy gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong> cuyo nombre no meacuerdo, y en mitad <strong>de</strong> la plaza dél, por quien forzosamente habían <strong>de</strong> pasar, vieron muchagente junta, todos atentos mirando y escuchando a dos mancebos que, en traje <strong>de</strong> reciénrescatados <strong>de</strong> cautivos, estaban <strong>de</strong>clarando las figuras <strong>de</strong> un pintado lienzo que tenían tendidoen el suelo; parecía que se habían <strong>de</strong>scargado <strong>de</strong> dos pesadas ca<strong>de</strong>nas que tenían junto a sí,insignias y relatoras <strong>de</strong> su pesada <strong>de</strong>sventura; y uno <strong>de</strong>llos, que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> hastaventicuatro años, con voz clara y en todo estremo esperta lengua, crujiendo <strong>de</strong> cuando encuando un corbacho, o, por mejor <strong>de</strong>cir, azote, que en la mano tenía, le sacudía <strong>de</strong> manera quepenetraba los oídos y ponía los estallidos en el cielo: bien así como hace el cochero que,castigando o amenazando sus caballos, hace resonar su látigo por los aires.Entre los que la larga plática escuchaban, estaban los dos alcal<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l pueblo, ambosancianos, pero no tanto el uno como el otro.Por don<strong>de</strong> comenzó su arenga el libre cautivo, fue diciendo:-«Ésta, señores, que aquí veis pintada, es la ciudad <strong>de</strong> Argel, gomia y tarasca <strong>de</strong> todas lasriberas <strong>de</strong>l mar Mediterráneo, puesto universal <strong>de</strong> cosarios, y amparo y refugio <strong>de</strong> ladrones, que,<strong>de</strong>ste pequeñuelo puerto que aquí va pintado, salen con sus bajeles a inquietar el mundo, puesse atreven a pasar el plus ultra <strong>de</strong> las colunas <strong>de</strong> Hércules, y a acometer y robar las apartadasislas, que, por estar ro<strong>de</strong>adas <strong>de</strong>l inmenso mar Océano, pensaban estar seguras, a lo menos <strong>de</strong>los bajeles turquescos. Este bajel que aquí veis reducido a pequeño, porque lo pi<strong>de</strong> así la pintura,es una galeota <strong>de</strong> ventidós bancos, cuyo dueño y capitán es el turco que en la crujía va en pie,con un brazo en la mano, que cortó a aquel cristiano que allí veis, para que le sirva <strong>de</strong> rebenquey azote a los <strong>de</strong>más cristianos que van amarrados a sus bancos, temeroso no le alcancen estascuatro galeras que aquí veis, que le van entrando y dando caza. Aquel cautivo primero <strong>de</strong>lprimer banco, cuyo rostro le disfigura la sangre que se le ha pegado <strong>de</strong> los golpes <strong>de</strong>l brazomuerto, soy yo, que servía <strong>de</strong> espal<strong>de</strong>r en esta galeota, y el otro que está junto a mí, es este mi209© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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