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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>hablarme, ignorante <strong>de</strong>l estrecho en que yo estaba, y <strong>de</strong> la venida <strong>de</strong> Luis Antonio; yo, sinsentido, por el no esperado suceso; mi doncella turbada, con la criatura en los brazos; mi padre yhermanos dándome priesa que saliese a los <strong>de</strong>sdichados <strong>de</strong>sposorios. Aprieto fue éste quepudiera <strong>de</strong>rribar a más gallardos entendimientos que el mío, y oponerse a toda buena razón ybuen discurso. No sé qué os diga más, sino que sentí, estando sin sentido, que entró mi padre,diciendo: ``Acaba, muchacha; sal comoquiera que estuvieres, que tu hermosura suplirá tu<strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y te servirá <strong>de</strong> riquísimas galas''. Diole, a lo que creo, en esto, a los oídos el llanto <strong>de</strong> lacriatura, que mi doncella, a lo que imagino, <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ir a poner en cobro, o a dársela a Rosanio,que este es el nombre <strong>de</strong>l que yo quise escoger por esposo. Alborotóse mi padre, y con una velaen la mano me miró el rostro, y coligió por mi semblante, mi sobresalto y mi <strong>de</strong>smayo. Volvióle aherir en los oídos el eco <strong>de</strong>l llanto <strong>de</strong> la criatura, y, echando mano a la espada, fue siguiendoadon<strong>de</strong> la voz le llevaba. El resplandor <strong>de</strong>l cuchillo me dio en la turbada vista, y el miedo en lamitad <strong>de</strong>l alma; y, como sea natural cosa el <strong>de</strong>sear conservar la vida cada uno, <strong>de</strong>l temor <strong>de</strong>per<strong>de</strong>rla salió en mí el ánimo <strong>de</strong> remediarla; y, apenas hubo mi padre vuelto las espaldas,cuando yo, así como estaba, bajé por un caracol a unos aposentos bajos <strong>de</strong> mi casa, y <strong>de</strong> elloscon facilidad me puse en la calle, y <strong>de</strong> la calle en el campo, y <strong>de</strong>l campo en no sé qué camino; y,finalmente, aguijada <strong>de</strong>l miedo y solicitada <strong>de</strong>l temor, como si tuviera alas en los pies, caminémás <strong>de</strong> lo que prometía mi flaqueza. Mil veces estuve para arrojarme en el camino <strong>de</strong> algúnribazo, que me acabara con acabarme la vida, y otras tantas estuve por sentarme o ten<strong>de</strong>rme enel suelo, y <strong>de</strong>jarme hallar <strong>de</strong> quien me buscase; pero, alentándome la luz <strong>de</strong> vuestras cabañas,procuré llegar a ellas a buscar <strong>de</strong>scanso a mi cansancio, y si no remedio, algún alivio a mi<strong>de</strong>sdicha. Y así llegué como me vistes, y así me hallo como me veo, merced a vuestra caridad ycortesía. Esto es, señores míos, lo que os puedo contar <strong>de</strong> mi historia, cuyo fin <strong>de</strong>jo al cielo, y leremito en la tierra a vuestros buenos consejos.»Aquí dio fin a su plática la lastimada Feliciana <strong>de</strong> la Voz, con que puso en los oyentesadmiración y lástima en un mismo grado. Periandro contó luego el hallazgo <strong>de</strong> la criatura, ladádiva <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na, con todo aquello que le había sucedido con el caballero que se la dio.-¡Ay! -dijo Feliciana-. ¿Si es por ventura esa prenda mía? ¿Y si es Rosanio el que la trajo? Y siyo la viese, si no por el rostro, pues nunca le he visto, quizá por los paños en que viene envueltasacaría a luz la verdad <strong>de</strong> las tinieblas <strong>de</strong> mi confusión; porque mi doncella, no apercebida, ¿enqué la podía envolver, sino en paños que estuviesen en el aposento, que fuesen <strong>de</strong> míconocidos? Y, cuando esto no sea, quizá la sangre hará su oficio, y por ocultos sentimientos ledará a enten<strong>de</strong>r lo que me toca.A lo que respondió el pastor:-La criatura está ya en mi al<strong>de</strong>a en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> una hermana y <strong>de</strong> una sobrina mía; yo haré queellas mismas nos la traigan hoy aquí, don<strong>de</strong> podrás, hermosa Feliciana, hacer las esperienciasque <strong>de</strong>seas. En tanto, sosiega, señora, el espíritu, que mis pastores y este árbol servirán <strong>de</strong>nubes que se opongan a los ojos que te buscaren.175© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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