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Los trabajos de Persiles y Segismunda - Descarga Ebooks

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<strong>Los</strong> <strong>trabajos</strong> <strong>de</strong> <strong>Persiles</strong> y <strong>Segismunda</strong>navío <strong>de</strong> los que en él huían, con lo cual <strong>de</strong> nuevo se aumentó el estruendo, y el miedo discurriópor los ánimos <strong>de</strong> todos los moradores <strong>de</strong> la ciudad, que no sabían qué enemigos los asaltaban,o qué intempestivos acontecimientos les acometían.En esto, la enamorada Sinforosa, ignorante <strong>de</strong>l caso, puso el remedio en sus pies y susesperanzas en su inocencia, y, con pasos <strong>de</strong>sconcertados y temerosos, se subió a una alta torre<strong>de</strong> palacio, a su parecer, parte segura <strong>de</strong>l fuego que lo <strong>de</strong>más <strong>de</strong>l palacio iba consumiendo.Acertó a encerrarse con ella su hermana Policarpa, que le contó, como si lo hubiera visto, lahuida <strong>de</strong> sus huéspe<strong>de</strong>s, cuyas nuevas quitaron el sentido a Sinforosa, y en Policarpa pusieron elarrepentimiento <strong>de</strong> haberlas dado. Amanecía en esto el alba, risueña para todos los que con ellaesperaban <strong>de</strong>scubrir la causa o causas <strong>de</strong> la presente calamidad, y en el pecho <strong>de</strong> Policarpoanochecía la noche <strong>de</strong> la mayor tristeza que pudiera imaginarse; mordíase las manos Cenotia, ymal<strong>de</strong>cía su engañadora ciencia y las promesas <strong>de</strong> sus malditos maestros; sola Sinforosa seestaba aún en su <strong>de</strong>smayo, y sola su hermana lloraba su <strong>de</strong>sgracia, sin <strong>de</strong>scuidarse <strong>de</strong> hacerle losremedios que ella podía para hacerla volver en su acuerdo. Volvió en fin, tendió la vista por elmar; vio volar la saetía don<strong>de</strong> iba la mitad <strong>de</strong> su alma, o la mejor parte <strong>de</strong>lla; y, como si fueraotra engañada y nueva Dido, que <strong>de</strong> otro fugitivo Eneas se quejaba, enviando suspiros al cielo,lágrimas a la tierra y voces al aire, dijo estas o otras semejantes razones:-¡Oh hermoso huésped, venido por mi mal a estas riberas, no engañador, por cierto, que aúnno he sido yo tan dichosa que me dijeses palabras amorosas para engañarme! Amaina esasvelas, o témplalas algún tanto, para que se dilate el tiempo <strong>de</strong> que mis ojos vean ese navío, cuyavista, sólo porque vas en él, me consuela. Mira, señor, que huyes <strong>de</strong> quien te sigue, que te alejas<strong>de</strong> quien te busca y das muestras <strong>de</strong> que aborreces a quien te adora; hija soy <strong>de</strong> un rey, y mecontento con ser esclava tuya; y, si no tengo hermosura que pueda satisfacer a tus ojos, tengo<strong>de</strong>seos que puedan llenar los vacíos <strong>de</strong> los mejores que el amor tiene. No repares en que seabrase toda esta ciudad, que si vuelves, habrá servido este incendio <strong>de</strong> luminarias por la alegría<strong>de</strong> tu vuelta. Riquezas tengo, acelerado fugitivo mío, y puestas en parte don<strong>de</strong> no las hallará elfuego, aunque más las busque, porque las guarda el cielo para ti solo.A esta sazón, volvió a hablar con su hermana, y le dijo:-¿No te parece, hermana mía, que ha amainado algún tanto las velas? ¿No te parece que nocamina tanto? ¡Ay, Dios! ¿Si se habrá arrepentido? ¡Ay, Dios, si la rémora <strong>de</strong> mi voluntad le<strong>de</strong>tiene el navío!-¡Ay, hermana! -respondió Policarpa-, no te engañes, que los <strong>de</strong>seos y los engaños suelenandar juntos. El navío vuela, sin que le <strong>de</strong>tenga la rémora <strong>de</strong> tu voluntad, como tú dices, sinoque le impele el viento <strong>de</strong> tus muchos suspiros.Salteólas en esto el rey, su padre, que quiso ver <strong>de</strong> la alta torre también, como su hija, no lamitad, sino toda su alma, que se le ausentaba, aunque ya no se <strong>de</strong>scubría.147© RinconCastellano 1997 – 2011 • www.rinconcastellano.com

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