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CAMBIO DE PASO

¿Por qué deporte y por qué o!cios como

herramientas de inclusión y reinserción?

Si solo usáramos el rugby como un instrumento de

entretenimiento, descarga de energía y sociabilidad,

estaríamos desaprovechando los valores que este (u otro)

deporte hacen nacer o re"otar en las personas; entre ellos

la cultura del sacri!cio y el trabajo en equipo. En el año

2011 trajimos a nuestro primer Seminario de Formación a

la Dra. Joaquina Castillo Algarra – Dra. en Sociología del

Deporte, actualmente Rectora de la Universidad de Huelva

y en su momento Vicepresidente del Comité Europeo para

el cambio social-. Ella nos abrió los ojos y nos mostró el

potencial que tiene el deporte vinculándolo a otras herramientas

como la educación formal y el trabajo y nos

mostró la utilidad de generar ámbitos de convivencia bajo

régimen de autodisciplina, lo que podría multiplicar el

trabajo. Entonces dimos un paso importante, pedimos al

S.P.B. que nos dejara hacer pabellones de rugby donde

alojamos a los internos jugadores que alcanzaban una

conducta de fase de con!anza (6 como mínimo) y aceptaban

un reglamento de convivencia.

Quienes ingresan allí a nuestro programa (al que buscan

porque les ha gustado jugar al rugby y todo lo que esto les

da) deben: 1.) completar su educación primaria y secundaria;

2.) hacer cursos de capacitación; 3.) trabajar en

talleres propios de la ONG o del penal; 4.) orientarse a la

realización de labores solidarias y 5.), respetar un reglamento

de convivencia que al común de todo el penal le

suma reglas especiales derivadas del espíritu de rugby

algunas de las cuales han sido puestas por los mismos

internos (por ejemplo “pedir por favor y dar gracias”, poco

frecuente en el ámbito carcelario). El cumplimiento de este

reglamento lo controlan los encargados (personal penitenciario

capacitado en el programa) con los mismos internos

quienes hacen de correctores de sus pares, es decir, que

aprenden el rol de líderes sociales positivos.

Así comenzaron con las capacitaciones y actividades

solidarias…

A partir de esa cultura del trabajo y su exigencia en el

programa, por iniciativa de los mismos internos- quienes

personalmente o con sus familias hasta

pusieron dinero y herramientas personales- se

armaron talleres para producción de sillas de

ruedas, traducción de libros al braile, construcción de

viviendas de emergencia, construcción de máquinas

pochocleras, talleres de marroquinería y talabartería,

carpintería, huertas, etcétera. A su vez, desde la organización

empezamos a trabajar para generar proyectos de

capacitación y trabajo y de producción de bienes que

impliquen un bene!cio a la comunidad (porque esto nos

facilita pedir ayuda y porque cada vez que un interno, por

ejemplo, entrega una silla de ruedas a quien no puede

pagarla, se reconcilia con la sociedad). En esta labor, el

actual presidente Carlos Dorato hace un aporte valiosísimo

porque es quien vincula permanentemente a sectores

sindicales (con escuelas de o!cio) y empresariales (con

materiales, herramientas y demandas de productos u

ofertas laborales y bolsas de trabajo). Así salieron proyectos

de construcción de sillas de ruedas comunes y an!bias,

barbijos y camisolines, traducción de libros al braile,

arreglo de luminarias públicas, limpieza y separación de

verduras para distribuir en barrios, partes de viviendas de

emergencia, muebles de escuela, juguetes de madera,

cunas, mantas y ropa de abrigo (taller de costura de la

Unidad 50 de mujeres), etcétera.

Aprenden o!cio, se reconcilian con la sociedad y ayudan

a quienes más lo necesitan…

Sí. Sin duda el taller que más fuerza tuvo hasta ahora es el

de sillas de ruedas. Los internos hicieron y arreglaron

sillas al PAMI, al INAREPS, y a muchos inválidos o parapléjicos

de la ciudad y de todo el país. Hay anécdotas muy

conmovedoras como la de un niño hipoacúsico de un

pueblito de Entre Ríos cuya maestra de centro especial se

enteró lo que hacíamos por internet y nos escribió. Cuando

le dijimos que le haríamos la silla, la comunidad hizo

kermeses y una colecta para traer al niño y sus padres. El

chico, que no se expresaba de ninguna manera, el día que

lo sentaron en la silla especialmente hecha por los internos

para él, no paraba de sonreir y aplaudir.

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